𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 7: 𝓡𝓪𝔂𝓸 𝓭𝓮 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓷𝔃𝓪

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Al día siguiente se produjo la inesperada visita de lord Jiang que, enterado de la enfermedad de su viejo amigo, acudió a la mansión sin perder tiempo. Estaba de pie en el vestíbulo, hablando con la señora Claire, cuando casualmente vio pasar a Wangji transportando una pila de ropa sucia.

—Ah, el mocito del teatro —exclamó lord Jiang, e hizo un gesto con la mano hacia Wangji para que se acercara. Una sonrisa burlona, ​​que en nada alteró la preocupación de su mirada, cruzó el rostro del aristócrata—. ¡Típico de Ying el tener un precioso enfermero que le atienda!

-¿Ying?

—No siempre ha sido Wei Wuxian, ¿sabe?

La señora Claire se hizo cargo de la ropa que llevaba Wangji .

—Le bibliotecaré de esto, señorito Wangji—murmuró, fijándose en el despeinado aspecto del joven—. Podría intentar descansar un rato.

—Sí, puede que lo haga — respondió Wangji , frotándose las sienes doloridas—. Si me disculpa, señor Jiang...

—Espere—dijo el aludido, dejando de lado sus maneras chulescas. Cuando Wangji le miró a la cara, hinchado y pálido por el mucho alcohol y el poco sueño, le pareció que bajo la fachada de disipación se ocultaba una preocupación sincera por su amigo—. He venido a ofrecer mis servicios... a preguntar si pudiera hacer algo por Ying. Es mi más antiguo amigo, y jamás en su vida había estado enfermo. Sabía que tenía que ser algo grave para mantenerlo alejado de su maldito teatro. Dígame qué necesita, cualquier cosa, y se la traeré.

—Gracias— Wangji respondió, conmovido por la sinceridad que se desprendió de la voz de lord Jiang—, pero creo que nadie puede hacer gran cosa por él. —Se interrumpió con un nudo en la garganta y sólo pudo mirarlo con desesperación e impotencia.

La expresión de su rostro hizo comprender a lord Jiang lo crítico de su estado.

—¿Es tan grave? — preguntó, y blasfemó en voz baja—. Quiero hablar con él.

Wangji sacudió la cabeza.

-Delira, Señor Jiang.

—Tengo que verlo.

—Pero puede contagiarse...

—Me importa un bledo. es como un hermano para mí. Lléveme hasta él..., por favor.

Tras dudar un buen rato, lo condujo escaleras arriba. La intensidad de la lámpara del cuarto era menor que la del resto de la casa. Carente de expresión, la cara de Wuxian parecía una máscara. Un aliento irregular atravesaba la secuencia de los labios. Con el cuerpo inerte e indefenso, casi no parecía él mismo.

—¡Dios mío! —oyó murmurar Wangji a lord Jiang al acercarse éste a la cama. Se quedó mirando la figura inmóvil de Wuxian y sacudió la cabeza, aparentemente desconcertado—¡Caray, Ying —murmuró—, no vas a morirte! —Sonrió torciendo la boca —Para empezar,te debo toda una fortuna. Además, eres mi única esperanza. Suspiró y revolvió los azabaches y largos mechones de Wuxian con la mano, en un gesto que a Wangji se le antojó extrañamente familiar. Había visto a Wuxian tirarse del pelo de aquella misma forma cuando estaba tenso o distraído.

—Te lo advierto, viejo amigo... procura recuperarte, o tendrás que responder ante mí.

Lord Jiang se volvió y se alejó de la cama. Se detuvo junto a Wangji y le habló con dificultad:

—Si está seguro de que no me necesitan, iré a ver si agarro una buena curda.

—Eso no ayudará a nadie —le reconvino Wangji .

—Me ayudará a mí, señorito Shio, se lo aseguro. —Se frotó la frente—. No hace falta que me acompañe.

...

Por qué tú eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora