𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 6: 𝓓𝓮𝓼𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓬𝓲ó𝓷

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Tras decidir renunciar a su charla nocturna con la señora Baoshan , Wangji se acostó temprano. El dolor del rechazo estaba demasiado fresco. Quizá pudiera hablar de ello por la mañana, o al día siguiente, una vez estuviera en condiciones de serenarse.

Mientras escudriñaba la oscuridad, pensó la posibilidad de no volver al Yiling. La idea de encontrarse de nuevo con el señor Wei se le antojaba insoportable. Por desgracia, había prometido a la duquesa que ayudaría en los ensayos hasta que la actriz se repusiera.

No podía romper su promesa, pero sentarse frente al señor Wei en el escenario y mirarle a los ojos... Se estremeció, sintiendo una horrible vergüenza. No sabia si podria hacerlo. Sólo sería uno o dos días; con toda seguridad, la verdadera actriz se habrá repuesto para entonces y la señorita Se armaría de valor para no ruborizarse o tartamudear ante el señor Wei un error que el mismo habia cometido en los ensayos anteriores;en cambio ella se mostraría fría y totalmente serena como un verdadero actor debería actuar.

Durante toda la noche no paró de dar vueltas y más vueltas entre las sábanas, en un vano intento de escapar a sus pensamientos. Por la mañana se despertó agotado y aprensivo, preguntándose si alguna vez había temido la llegada de un día como recelaba ahora del que empezaba. Sin duda no era el primer omega que fracasó al seducir a un alfa, pero ¿a resultaron se les exigió que se encararan a él al día siguiente y aparenten que nada había ocurrido?

Se vistió y se peinó, reconociendo el pelo en la nuca con un moño apretado. Consiguió salir antes de que la señora Baoshan se levantara y tomó un coche de alquiler hasta el teatro.

La compañía parecía inusitadamente deslucida. En las salas de ensayo y los talleres reinaba un silencio mayor que el habitual. Tras enterarse de que el ensayo de la mañana se había suspendido, se dirigió a la sastrería, donde la señora Qing lo reclutó sin pérdida de tiempo.

—Parece que media compañía está enferma—dijo sin resuello la robusta mujer, extrayendo destellos de la aguja mientras hilvanaba una costura—. Media docenas ha enviado recado de que no vendrá, pero mi trabajo tiene que seguir adelante como de costumbre, y prácticamente no tengo ayuda.

Wangji trabajó en la sastrería la mayor parte de la mañana, agradecido por el temporal aplazamiento del momento en el que tiene que encontrarse con el señor Wei. Sólo cuando la señora Qing lo envió a recoger los bocetos de unos vestidos al despacho de la duquesa, Wangji se aventuró a regañadientes por el edificio principal del teatro. Ya cerca del despacho, oyó una voz masculina desconocida, que se mezcló con el timbre claro y ligero de la duquesa.

Wangji se detuvo justo en la puerta, reacia a irrumpir en la estancia.

—Ya es suficiente —parecía haber dicho el hombre—. Te dije que permanecieras alejada de este maldito teatro.

—Hay mucho que hacer —le respondió Yanli—. Querido, será sólo un día más; quizás, dos. No me puedo marchar dejando tantas cosas inacabadas...

—Tu salud me importa más que cualquier persona o cosa de todo este lugar.

—Te lo prometo, estaré bien.

—Ven a casa, Yanli.

—Primero tengo que empaquetar algunas cosas.

—Enviaré a un criado más tarde para que recoja todo lo que quieras.

—No estás siendo razonable...

Se produjo un silencio prolongado, al que siguió un ruido sordo que Wangji no fue capaz de descifrar con precisión. Luego, el hombre habló en voz baja.

Por qué tú eres míoWhere stories live. Discover now