—Con varias condiciones podría ser factible. Habla con tu hermano, porque yo ya tuve suficiente con él. Espero no volver a verlo nunca más. 

Caminó y lo rodeó en su desfile de elegancia esperando que este asintiera rápidamente. 

—Su tripulación tiene estrictamente prohibido volver a arrastrar su barco hasta mi dominio. Y si alguna de mis mujeres tiene la más leve de las lesiones, la negociación no podrá continuar. Tampoco puede faltar ni la más pequeña de mis Kujas o serán inmediatamente culpados por su desaparición y enjuiciados según las leyes de esta civilización. 

Sus condiciones fueron razonables en su posición, pero cada vez Rosinante sudaba más y más. El simple hecho que el resto de la familia no les hubieran tocado un pelo a las Kujas, él no podía fiarse ni poner las manos al fuego por ellos. 

Una guardia lo sujetó para que se pusiera de pie. 

Montbretia lo miró hacia arriba, otro hombre ridículamente alto para variar. También le quitaron las esposas y la Emperatriz Kuja en un acto de diplomacia única extendió su mano. —¿Estamos de acuerdo? Suena razonable para ser devueltos intactos a su barco, ¿O debo enviarlos pieza por pieza?. 

Rosinante estrechó su mano y asintió en respuesta. Sentía su estómago devorarse por dentro de los puros nervios. Estaba poniéndose la soga al cuello por una ligera posibilidad. Ahora era su trabajo hacer que su hermano desistiera de acosar a la Emperatriz Pirata y tomarlo para llevárselo lejos y no volver nunca más.  

Ella sujetó tan fuerte que sus huesos se resintieron sin hacer ruido alguno. 

—Nunca más quiero volver a verlos. 

Él solito le aseguró que no lo volvería a ver, se apuntó y negó. Para siempre, promesa al cielo. 

—Bien— lo soltó y se dirigió a sus guardias. —Llévenlo con el demente para que haga su parte. Mañana haremos el intercambio. 

Lo vio marchar rodeado de sus guardias y escribió una orden decretándola de inmediato: "cualquier intento de fuga será considerado como rebelión y el acuerdo quedara cancelado. En dicho caso permito la acción de ejecución inmediata de cualquier efectivo". Antes de hacer cualquier otra cosa, dio nuevas ordenes a su Guardia Real con puestos de vigilancia alrededor del perímetro donde se suponía estaría el barco de la tripulación Donquixote. Cualquier movimiento debía de reportarse inmediatamente, mientras que al resto de las ciudadanas se les puso en toque de queda, al menos hasta que la amenaza fuera resuelta. 

—Mi emperatriz, su comida. Hemos ordenado y dispuesto el comedor otra vez— le informó una doncella. 

Ella muy irritada respondió —no tengo hambre. Se me quitó todo el apetito. 

Con tan solo un encuentro con el nefasto capitán de la banda Donquixote, quedó completamente exhausta. Si hubiera estado a mar abierto no habría dudado un solo segundo en hundir su barco, pero los asuntos se manejaban de una manera diferente en la isla. Fue escoltada a su habitación donde se encerró, no quería ver a nadie, o ese insipiente dolor de cabeza se volvería una migraña crónica.

Las personas comunes suelen decir que no tener noticias es en realidad, tener buenas noticias. Aquello efectivamente funcionó de esa manera para Montbretia. 

Al día siguiente, después de su rutina matutina, salió con su séquito de doncellas las cuales se dispusieron en sus lugares usuales de servicio en su palacio. Montbretia, ella se dirigió junto con Spirarea y Adenium rumbo a la ubicación del barco de la banda pirata enemiga. No necesitaba más Kujas para esa tarea. 

Camomille traía a otro grupo de Kujas de la Guardia Real custodiando a los hermanos Donquixote. 

Montbretia habló con suma autoridad —¡Tripulación Donquixote!— El llamado en efecto hizo salir a una criatura de lo más repugnante, otro hombre —¡Ustedes tienen algo de mi propiedad y yo tengo "algo" que les pertenece!

Mi Emperatriz.Where stories live. Discover now