Epílogo

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Diez años después…
—¡Pero, papá, vamos a morir de hambre! —se quejó Daisuke, de nuevo, mientras se hundía en el suelo, haciendo su mejor esfuerzo en lucir como si estuviera muriendo. Por supuesto que Sarada de ocho años y Sanosuke de cinco años copiaron a su hermano mayor, cayendo al suelo justo al lado de los pies de Sasuke y esforzándose en hacer un mayor puchero que el otro.
Sasuke rió entre dientes mientras agregaba más hamburguesas y pollo a la gran parrilla de acero inoxidable que había comprado e instalado ayer.
—¿No nos amas, papi? —preguntó Sarada, agregando solo la correcta
cantidad de labio tembloroso mientras que Sanosuke lo exageraba. Sasuke suspiró, lanzando más salchichas a la parrilla. Iba a tener que trabajar en lucir patético con
su hijo menor de nuevo al parecer. Un puchero de principiante como ese podría significar la diferencia entre Sakura sintiéndose mal por todos ellos y cocinar algo delicioso para callarlos o ella rodando los ojos e ignorándolos.

—Tengo tanta hambre, papi —dijo Sanosuke, usando la voz de bebé que sabía que sus padres adoraban.
Sasuke bajó la mirada a sus hijos e hizo lo posible para no reír con sus
exagerados pucheros. Eran tan malditamente tiernos, pero eso era esperado ya que eran sus hijos. Los tres obtuvieron su altura, cabello oscuro y apetito, pero todos tenían los hermosos ojos esmeralda de su madre, lindas narices pequeñas y la
habilidad de iluminar una habitación con sus sonrisas.
Frunciendo los labios con indecisión, buscó alrededor de su gran patio
trasero a su pequeño saltamontes. Cuando no la encontró entre sus invitados dio un paso atrás e inclinó su cuello para ver a través de las puertas deslizantes dobles de vidrio. Vio a sus padres, unos pocos primos y tíos pero ninguna pequeña
saltamontes.
Cuando miró de vuelta a sus niños no estaba demasiado sorprendido en
encontrarlos ya en sus pies, luciendo listos para atacar. Conocían la práctica después de todo.

—Tomen este plato —dijo él, tomando un plato de la gran mesa de picnic
que había establecido como su estación de trabajo—, y vayan a esconderse.
Asegúrense de compartir, porque si escucho cualquier queja no haré esto de nuevo. —Lanzó otra mirada precavida sobre su hombro antes de cargar el plato con tres grandes piernas de pollo a la barbacoa.
—Luego de que hayan terminado asegúrense de deshacerse de la evidencia y, Daisuke —dijo, mirando sobre su hombro a su hijo mayor quien estaba lamiendo sus labios con hambre—, asegúrate de que tu hermano y hermana recuerden
limpiarse esta vez.
La última vez que sacaron comida a escondidas de una fiesta, Daisuke
inocentemente se negó a comer la torta de doble chocolate de cumpleaños.
Sakura probablemente hubiera creído la historia si Sarada y Sanosuke no hubieran estado cubiertos de pies a cabeza en glaseado de chocolate. Pero entonces él no habría sido atrapado si los chicos no lo hubieran delatado.
Le pasó el gran plato a Daisuke.

—Elijan un mejor punto esta vez —le advirtió Sasuke a su hijo.
Daisuke asintió.
—Podemos comer un poco de…
—¡Sasuke Uchiha! —dijo su madre, atrayendo su atención hacia la casa.
Todos tragaron notablemente cuando vieron a Sakura de pie junto a su madre con sus brazos cruzados sobre su pecho y sus pequeñas y lindas cejas arqueadas.
—Por favor dime que no estás ya sacando comida a escondidas —dijo su pequeña saltamontes con un cansado suspiro.
—No, por supuesto que no… ¡corran niños! ¡Corran! —gritó Sasuke aún
cuando Daisuke salió corriendo hacia el bosque con su hermano y hermana pisando sus talones.
Su madre dejó salir un largo suspiro de sufrimiento mientras caminaba hacia la mesa y recogía la pequeña caja de toallitas de bebé y tres cajas de jugo de una de las grandes hieleras y se dirigía hacia el bosque.

Sasuke le dio a Sakura la sonrisa que todavía lo hacía salvarse de facturas de estacionamiento y obtener muestras gratis ilimitadas en la tienda de víveres.
Sakurasimplemente lo miró fijamente, empujando sus lentes hacia arriba de su nariz con un dedo.
—¿Te amo? —dijo Sasuke, intentando no reír mientras Sakura trataba de verse severa y fallaba miserablemente.
—Son mis pastelitos, ¡bastardos glotones! —Escucharon a su padre gritar desde la cocina.
Los labios de Sakura temblaron mientras decía—: Entre tú, los niños, y tu padre, no creo que vaya a haber suficiente comida para todos.
—Pero se estaban muriendo de hambre, mi pequeña saltamontes. Las
pobres cosas apenas se podían mover por el hambre —dijo él, intentando verse y sonar inocente mientras se acercaba a la parrilla para que no pudiera ver el plato de huesos de pollo que olvidó esconder.

EL VECINO INFERNAL (Sasusaku)Where stories live. Discover now