(+21) (Libro 5) Lo inevitable no solo ha desatado una ola de emociones dolorosas entre Adrián y Alysha por la decisión que ella ha tomado en base a la pandemia global a la que se enfrentaban, sino que una serie de sucesos al otro lado del mundo, los...
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Capítulo 39.
(Adrián).
Después de la conversación que había tenido con Alysha sobre el intruso, se había quedado dormida cuando se recostó sobre la cama para ver las noticias en la televisión. Al igual que yo, ella se mantenía al tanto de los acontecimientos que ocurrían con la cura.
En ese aspecto, las cosas comenzaban a mejorar. Lentamente, pero sabía que con el tiempo muchas vidas se salvarían. Lamentablemente, muchos habían muerto a causa del virus, pero al menos me quedaba con la tranquilidad de que el señor Doménech, Andrés y yo, habíamos trabajado de manera incansable para hallar la cura y salvar más vidas de las que hayamos podido imaginar.
Cuando apagué el televisor, me acerqué a Alysha y la acomodé mucho mejor sobre el colchón. En ningún momento abrió los ojos ni realizó algún gesto de molestia, así que supuse que estaba más cansada de lo normal al mantenerse profundamente dormida.
«¿Por qué eras tan terca?». Dije mentalmente al mantenerme en pie junto a la cama, admirando su expresión angelical y relajada.
Fruncí el ceño cuando me percaté de que una libreta de anotaciones se encontraba junto a la mesita de noche de su lado de la cama. Recordaba perfectamente haberla visto justamente en las manos de Alysha, porque siempre la había llevado a todos lados. Incluso, la había traído hasta Francia.
Cuando agarré la libreta y la abrí, me fijé en que estaba repleta de datos específicos sobre el virus MERS Recov-2. La información era tan específica, que supe al instante que todo lo que decía era cierto. No obstante, cuando mis ojos fotocopiaban en mi cerebro las anotaciones, me detuve en una página en específico, en la cual hablaba sobre las secuelas de la enfermedad en mujeres embarazadas. Mis ojos se posaron sobre Alysha y, por alguna extraña razón, nació en mi interior una leve preocupación. Era extraño, porque era un sentir que nunca había experimentado. Ni siquiera en mis momentos de crisis.
Cerré su libreta repleta de anotaciones y pensé en buenas ideas de lo que ella podía hacer con toda la información que había recopilado. Estaba seguro de que mis proposiciones en cuanto a sus escritos informativos le agradarían. Sin embargo, a pesar de que tenía pensamientos positivos, no podía dejar de pensar en el intruso ese:
«¿Le habría afectado el virus de alguna forma?».
«¿Cuánto tiempo de gestación tendría Alysha?».
«¿La habría embarazado antes de viajar o luego de todos los sucesos que vivimos en Francia?».
Cuando volví a colocar la libreta donde estaba, revolví mi cabello y sigilosamente caminé de un lado a otro, sintiendo como la leve preocupación se albergaba en mi sistema cada vez más.
