Capítulo 34.

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Capítulo 34

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Capítulo 34.

Abrí los ojos de repente y estiré mi cuerpo con cierta pesadez. Cuando miré hacia el otro lado de la cama, me di cuenta de que Adrián no estaba y de que había vuelto a irse de la habitación. Solté un pesado suspiro y me senté sobre el colchón al admirar las vistas del exterior a través de la puerta acristalada del balcón de la suite. Estaba nevando y hacía más frío que el día anterior.

Con una pizca de decepción que sentí en mi corazón al saber que Adrián se había ido, me levanté de la cama y caminé hacia el baño para hacer pis y cepillarme los dientes. Luego volví a dirigirme hacia la cama y me senté sobre el borde al encender la televisión para mantenerme al tanto de las noticias en cuanto al virus y la cura. No obstante, cuando sentí como mi estómago rugió, me di cuenta de que tenía muchísima hambre.

«Debería ir por algo de comer», pensé al ver que eran más de las 12:00 del mediodía.

Cuando me levanté de la cama para tomar un baño y prepararme para buscar algo de comer, un leve estruendo proveniente de la puerta de la suite llamó mi atención.

—Andy —sentí muchas cosquillas en mi vientre cuando caminó hacia la mesa y colocó varias bolsas plásticas—. Pensé que no volverías hasta más tarde.

—Fui al gimnasio del hotel —me informó en cuanto comenzó a sacar los alimentos que había traído—. Pensé que al despertar tendrías hambre, así que aproveché y traje nuestro almuerzo —se encogió de hombros e hizo un gesto con la cabeza, invitándome a sentarme.

—Claro —estudié sus expresiones y acciones, pero no podía descifrar su estado, ya que se mantenía neutral ante mí.

Sin embargo, sí debía mencionar que se veía jodidamente sensual recién ejercitado. La humedad que desprendía de su cuerpo, a pesar del frío, me hacía imaginar situaciones pervertidas que deseaba que me hiciera. Quería sentir sobre mis pechos esos húmedos mechones que caían sobre su frente. Necesitaba tener sus apetecibles labios sobre mi sexo y que lo lamiera hasta que yo...

—¿Qué esperas? —frunció el ceño—. Siéntate —me ordenó al estirar su brazo.

Ah, sí, sí —carraspeé y tomé asiento junto a él, quien comenzó a comer delante de mí con la elegancia que lo caracterizaba.

Almorzamos en un tenso silencio, aunque podía percibir que él se estaba esforzando por parecer cómodo, a pesar de la situación que ambos sabíamos.

—Dios, esto está riquísimo —me expresé con la boca llena y continué comiendo como si no hubiese un mañana, casi atragantándome en las narices de Adrián, quien me miró seriamente mientras lo hacía.

Intentó llevarse otro trozo de su almuerzo a la boca, pero no pudo evitar poner los ojos en blanco al ver mi expresión llena de placer al comer desesperadamente.

Ugh, no puedo creerlo —se quejó por lo bajo para sí mismo e intentó ignorar mis acciones para volver a comer.

—Jamás pensé que me encantaría tanto la comida francesa —sonreí al darle un sorbo a mi jugo para continuar alimentándome—. Creo que es a él o ella a quien le gusta.

Adrián tosió fuertemente al ahogarse con su comida y no dudó en darle un sorbo a su botella de agua para calmar las arcadas.

—Haré un par de llamas —limpió sus labios con una servilleta y se levantó del asiento—. Continúa almorzando. También traje postre —esquivó mis ojos y se alejó de mí, cuando el único postre que me quería comer estaba entre sus piernas.

Adrián no volvió a sentarse a almorzar. Estaba suponiendo que mi espontáneo comentario lo había hecho sentir algo incómodo, pero no lo había dicho adrede, ya que realmente lo había sentido así, porque la cosita diminuta me hacía tener mucha hambre y siempre sentía la necesidad de hacer pis.

—Aly, tengo buenas noticias —me dijo Adrián cuando termino de realizar llamadas y entró por la puerta del balcón—. En un par de días le darán de alta a nuestros padres, así que muy pronto podremos regresar a Puerto Rico.

—¿En serio? —me levanté del asiento junto a la mesa y me acerqué un poco—. Son excelentes noticias, Andy —le sonreí emocionada, pero no me devolvió la sonrisa en ningún momento.

—Sí, supongo —su fría mirada penetraba mis ojos—. Sé que tú y nuestros padres necesitan más reposo para que se recuperen por completo, pero no hay de qué preocuparse en cuanto a eso. Mi avión privado es muy cómodo y allí todos podrán descansar un poco, incluyéndome —me informó.

—Sí, está bien —acepté sus palabras como si fueran una orden, queriendo hacerlo sentir como lo que me gustaba, como el controlador y mandón que era—. Haré todo lo que me digas.

Percibí como su cuerpo se tensó. No pudo evitar pasear su hermosa mirada sobre mí, mirándome con detenimiento de abajo hacia arriba para luego carraspear. Me mordí el labio inferior ante sus ojos claros y sujeté un mechón de mi cabello al darle vuelta, incitándolo para que me poseyera y me lo metiera hasta el fondo. Necesitaba que me hiciera gritar y sudar.

—Bueno —sacudió su cabeza—, si no te importa volveré al gimnasio. Necesito volver a ejercitarme un rato más para, ya sabes, no perder la costumbre.

Me acerqué por completo y desde mi baja estatura lo miré fijamente a los ojos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —me preguntó, simulando desconocimiento.

—No te hagas el pendejo.

—¿Qué? —frunció el ceño y me agarró el cuello, posando mi nariz contra la suya—. Mucho cuidado como me hablas —me regañó.

—¿Por qué? —presioné mis dientes.

—Sabes perfectamente las cosas que te pueden pasar por tu forma de dirigirte a mí —me acorraló hasta el borde de la cama, aún sujetando mi cuello—. Además, no olvides que me debes muchos castigos, comenzando por el día que te marchaste y viniste hasta aquí —me tiró a la cama y luego tiró de mis piernas, ubicándose entre ellas al dedicarme una mirada sedienta de lujuria—. Quiero usar uno de los juguetes y meterlo en tu vagina mientras yo me vengo en tu delicioso culo —se agachó sobre mi cuerpo y cuando comenzó a comerme a besos desde el cuello hasta los pechos, elevó la camisa de mi pijama y se detuvo al fijar sus ojos en mi vientre.

Achiqué los ojos cuando se alejó rápidamente. Sacudió la cabeza y parecía espantado.

—Mierda, mierda y más mierda —se revolvió su húmedo cabello y soltó un pesado suspiro—. Aly, yo... —esquivó mis ojos cuando me levanté de la cama anonadada—. Disculpa, por un momento olvidé que... —abrió la boca repetidas veces, sin lograr articular bien las palabras que quería decirme—. Iré a ejercitarme. Te veré en un rato —me dio la espalda y salió de la habitación, dejándome excitada y con el corazón acelerado.

MCP | La Cura ©️ (¡Completa!) ✓Where stories live. Discover now