Cap. 11: Su respuesta

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Es feriado y que alegría. Es julio 31 y falta un día para que comience agosto, y también faltan semanas para que empiecen las vacaciones y eso en mi colegio significa: hora de exámenes. Y lo odio, yo como el resto del mundo. Sé que voy a aprobar en historia, prácticas de lenguaje y ciencias sociales, de esas materias estoy segura. Pero... matemática y ciencias naturales...no les tengo confianza. Las odio, y me cuesta mucho entenderlas.

Todavía me acuerdo ese día en clase de matemática, cuánto lo odié y cuántas veces quise llorar. Fue horrible, nefasto, espantoso, horroroso, horrendo, terrible y podría seguir. Y pensar que se vienen exámenes. A estudiar, pensé pero recuerdo que es otra de las cosas que odio, pero no queda otra.

Me paro de la cama muy cansada. Sentí como mi espalda sonó y no fue un sonido agradable. Fui en dirección al escritorio donde estaba mi carpeta, libreta y computadora. Me senté y mi espalda sonó, otra vez. Decidí hacer uno de los movimientos que me recomendó mí abuela. El ejercicio se llama la cobra, es de yoga. Lo hice y sentí un dolor extremo en el área.

Me senté y prendí mi computadora, esperé y me aburrí rápido, sabía que esto iba a tardar con lo rápido que me aburro.

Al fin prende. Abro Chrome y recuerdo que el día anterior rescaté una carta. Me paro de la silla rápido para ponerme a buscar la carta, cualquier excusa es aceptable para mí en estos tiempos. Miro toda mi habitación y no la encuentro. Me pongo a buscar por debajo de mi cama, y ahí estaba. Me siento con entusiasmo a la cama, y me pongo a leer:

Querida chica del colectivo 122, Me llamo Matías y tengo mis sospechas de quién sos, y si estoy en lo correcto debo admitir que estoy a tus pies desde el primer día. Desde que vi tu pelo pelirrojo y tus rulos me siento mucho más feliz.
¿Te parece si nos vemos el martes después del colegio? A las 6: 25 te espero en el Starbucks de Lanús Oeste

Con cariño,
El chico del colectivo 122


Saco una sonrisa, pero recuerdo que yo había escrito una carta parecida que era dedicada a Matías, sonrío por el hecho de que ya sé su nombre, el del colectivo. Y si todo encajaba... Me puse a buscar en mí placard desesperadamente, y ahí estaba, el saco del colegio, meto mi mano en su bolsillo y no la encuentro. Sonrío, capaz se me cayó en algún momento, agradezco eso. Pero recuerdo que tal vez no soy yo la que busca.

Me pongo a enumerar a las adolescentes que hay en el colectivo 122 que son pelirrojas. Hay una más, y mi sonrisa desaparece. Es obvio que no soy yo la que busca, pienso, pero hay que pensar en positivo, ¡por dios! Si no soy la que está buscando entonces puedo enamorarlo cuando lo vea, tal vez, pensé yo y en positivo está vez, eh.

Toda feliz, y todo, pero me acuerdo de que tengo que estudiar, ¡ay! Que rabia. Que rabia. ¡Qué rabia! Ya quiero que vengan las vacaciones de primavera. Estoy podrida.

Me centro en la computadora, pero mis ojos no me obedecen. Miro toda mi habitación, completa. No tengo ganas de estudiar, hasta prefiero hacer cosas de casa a hacer esto.

Agarro mi carpeta y la abro, y por fin lo entiendo y presto atención. Con suerte apruebo con un siete.

El Chico del ColectivoWhere stories live. Discover now