—Oh, claro —Bianca ni siquiera la dejó terminar, se incorporó nuevamente y se rió—. Angelo es muy amable —más sarcástica no pudo ser—. Y seguro que tú sólo buscas buenas personas, aunque sean feos como el pecado.

»¿No decías hace un rato que conociste a un chico "guapísimo"?

—Sí, pero me gustó porque era amable —se defendió Jessica.

Annie frunció el ceño, ¿de quién hablaba su prima? ¿Del barman grosero? Decidió no decir nada para no hacerla perder.

Ajá... —siguió Bianca—, dime: ¿por qué lo primero que mencionaste de él fue que te pareció guapo? Y, si él hubiese sido igual de amable, pero feo como Gollum, ¿te habría gustado?

Jess no respondió nada.

—Eres superficial —declaró Bianca—. Todas somos superficiales. ¿O acaso crees que tu primo gusta a las chicas por lo amable que es? Angelo es inteligente, no lo niego, pero no amable. Es displicente, ¡y arrogante!, pero tiene una cara preciosa y un buen cuerpo, así que ellas se lo perdonan e incluso le justifican sus groserías, las asimilan y aceptan, dando por hecho que, una cara tan bonita, explica (¡y de manera razonable!) que sea tan soberbio.

»¿Y por qué es eso? Porque somos superficiales. Y algunas nos volvemos absurdas cuando vemos a un hombre tan guapo: como ya dije, cada vez que él aparece en algún artículo (por más pequeña que sea su mención) el periódico se vende más. Las niñatas que siempre están siguiéndolo, esperando el momento en que él decida hacerles el favor de llevárselas a la cama, lo compran por las fotos. Y aunque eso sea algo que no podría importarme menos, lo aprovecho para vender periódicos. ¿Por qué? Porque soy superficial y ambiciosa, y quiero ser la persona, en el periódico, cuyos artículos son los más buscados —concluyó.

Y las primas se quedaron mudas. Ninguna recordaba ya lo fastidiosa que podía llegar a ser Bianca y sus pseudo análisis.

Sinquerer seguir, Jessica se dio media vuelta y cerró los ojos, Anneliese sevolvió hacia ella, la abrazó y, con esos últimos pensamientos flotando en sumente —la superficialidad de las personas y la belleza de Angelo—, se quedódormida.

*

Y todavía estaba en casa de Carlo. A su alrededor había muchas personas, pero ninguna conocida. La fiesta no terminaba aún, pero ya no había música; las voces se escuchaban amortiguadas. Todos se movían lento y ella los veía desde su lugar, en el sofá, donde estaba recostada.

Llevaba puesto su vestido de encajes color beige, pero no ropa interior, ni sandalias; tenía las piernas abiertas y... a Angelo —Dios, él era tan guapo— entre ellas. Sentía su respiración cálida en el cuello y una de sus manos cosquilleando su cintura.

Y también lo sentía...

Y no podía dejar de mirarlo. Realmente era tan guapo.

Él se inclinó hacia ella, jadeó cerca de su oreja, luego le susurró y, aunque ella no logró entenderlo... le dijo que sí y abrió más sus piernas.

*

Anneliese despertó en aquel instante. Aún no salía el sol, pero el cielo ya estaba aclarándose. Sentía la garganta seca, el pulso acelerado y... ¿le había llegado la regla? ¿Por qué tenía húmeda la entrepierna?

Nunca había tenido un sueño como ese. Jamás. Ni siquiera con Valentino.

Lo achacó al alcohol... Y a lo que Angelo había hecho en el campamento. Se sintió estúpida -y sucia- al reparar en que una parte de ella -la parte física-, deseaba que el sueño hubiese sido verdad.

Ambrosía ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum