Capítulo 2

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A veces hace falta tener esperanza

Ka'all

Enviar a la princesa a algún lugar remoto del universo, solo fue el comienzo de la devastación de los malditos invasores. Saquearon y mataron a más de la mitad de la población. Preparamos para hoy un asalto, una emboscada como contraataque.

Alfa 3, ¿en posición? —me pregunta la voz en mi auricular.

—Sí, señor.

Estamos en una azotea, camuflados y escondidos. En equipos de dos, rodeamos el sitio donde dejaron suspendida la nave.

Esperaremos alrededor de una hora o más, a que la mayor cantidad de malnacidos de esos salgan de la nave, y así poder darles fin desde lejos con las armas láser, sin hacer ruido, para permitir que se alejen de la vista de los demás.

Los moukrist no acostumbran a quedarse más de dos días en los planetas que invaden, sin embargo, llegamos a suponer que por la calidad de nuestro suelo, y la cantidad de Stilita que existe aquí, se han quedado más tiempo recogiendo de la piedra que es un manjar para ellos, y nos han dado la oportunidad de tenderles esta trampa.

—En dos minutos, entramos —me indica Fink, el Alfa 4.

Y así lo hacemos. Al acercarnos se escuchan los rugidos que hacen los moukrist para comunicarse.

Ahora. —Es lo último que escucho dentro del casco, y el caos comienza.

Subimos gracias a los trajes con propulsión, y los tomamos por sorpresa. Patadas, disparos, golpes y sangre purpura por doquier. Descargo contra ellos toda la rabia contenida, por mi familia, por mi pueblo y sobre todo por la princesa.

El remordimiento de «asesinar» desaparece cuando es una cuestión de matar o morir. El sentimiento de culpa queda fuera de juego en una lucha de venganza, incluso me siento satisfecho, y es algo que Laayla no me permitiría. Como siempre, ella continúa dirigiéndome aunque no esté.

De alguna manera, Laayla, ha sido mi norte desde siempre, y me di cuenta, tarde, ahora que no está y me falta.

—¡Alfa 3! —el sonido en mi casco me devuelve a la realidad, un moukrist me intercepta desde atrás, con uno de sus brazos alrededor de mi cuello.

No funcionará, pienso. Sin oponer resistencia, espero el momento y lo tengo. Con mi codo impacto en sus cortillas, y afloja su agarre, lo que me da la oportunidad para atacar.

Me inclino, y con la fuerza del empuje lo hago volar por encima de mi cabeza, lo lanzo lejos, pero se levanta casi de inmediato, me ataca con sus garras, lo acorralo contra una de las paredes de la nave, evito que me alcance, y obtiene la estocada final, un puñal en el centro de su cráneo. No hay nada más desagradable que la sangre de los moukrist, espesa, viscosa, morada y apesta a moho y sudor.

Bien hecho, Alfa 3. —de nuevo oigo a través del casco.

La siguiente hora transcurrió entre disparos, garras y sangre. Por suerte, la brigada sobrevivió a los embates sin ningún soldado caído. El cansancio de todos es casi palpable, sin embargo, hay que terminar la misión como corresponde.

Salimos de la nave, y nos ubicamos en la misma posición del principio; todos sabemos lo que debemos hacer. De nuevo en la azotea, Fink, mi compañero de equipo y amigo me pregunta—: ¿Qué pasará después, Ka'all? —No tengo respuesta para eso, esa es la verdad.

—No tengo idea Fink, pero lo resolveremos. —Él asiente, y espero que crea cierta mi afirmación.

Antes de toda esta invasión la seguridad en mí mismo y mis capacidades estaban por los cielos, esta guerra sin aviso derribó todo, incluyendo mi confianza. No pude salvar a la reina, no sé dónde está la princesa, no tengo idea si mi familia sobrevivió, y ese tipo de cuestionamientos han hecho mella en mi seguridad. Malditos invasores. A pesar de eso, me siento responsable por la vida de la princesa, y el regreso de la paz al imperio.

Laayla, más allá de las estrellasWhere stories live. Discover now