Capitulo IV: Transición.

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¿"Quizás sea lo mejor"? ¿Eso es todo lo que puedes decir en este momento? ¡Bésala! Quizás así se le quite la confusión. No, ya estoy cansada de todo esto. Estoy cansada de hacerle daño y de perder su confianza. Si hay alguien en el mundo que no merezca que le hagan daño alguno, esa es Camz. Y yo ya no quiero forzar más las cosas, si tiene miedo de mí, lo mejor que puedo hacer es darle espacio. Se lo merece, merece que acepte lo que me pide.

-¿Estás bien? —Me preguntó acariciando mi mejilla. Si vas a seguir siendo así de dulce, dudo que pueda resistirme a besarte durante más tiempo.

-Sí, supongo. —Me encogí de hombros tragándome las ganas de llorar. He oído mil veces eso de "ofrecerle amistad a quien pide amor es como ofrecerle pan a quien tiene sed", y es mentira. Una mentira enorme.

Ofrecerle amistad a quien pide amor es como dispararle en la cara con una escopeta de aire comprimido.

—Necesito pedirte algo.

-Lo que quieras. —Sonrió.

-Necesito algún tiempo a solas. Quiero pensar las cosas y asimilarlas, quiero superarlo para que podamos volver a ser amigas como antes. —Y a cada palabra se me rompía un poco más el corazón.

-Me va a doler volver a perderte. —Hizo una media sonrisa melancólica. —Pero darte tiempo es lo menos que puedo hacer.

-Gracias. —Ella me abrazó, me pidió que me cuidara y me dijo que la llamara cuando quisiera. Todo iría bien. Sí, claro, Camila. Tú dices eso porque tú no estás enamorada de ti. Tú no sabes lo que significa lo que estoy diciendo. Se marchó y lloré durante algunas horas. Después me quedé dormida.

Hay algo bueno después de todo y es que mi jefe me adelantó las dos semanas de vacaciones, decía que si volvía a entrar a la oficina en mi estado, las plantas morirían y los peces empezarían a nadar hacia atrás. Yo le recordé que no tenemos peces. Él me respondió que solo intentaba ser dramático. Pero era cierto. Hacía más de un mes que no hablaba de Camz ni sabía lo más mínimo a cerca de ella; es como si de pronto nunca la hubiera conocido. Me di el lujo de irme diez días a un hotel del centro de la ciudad y anidar en el spa.

-Intenta descansar y olvidarte de todo un poco, ¿sí? —Me abrazó Austin cuando me dejó en la puerta del hotel.

-Claro. Me daré con la cabeza en una pared hasta que me olvide un poco de todo.

-Desde que estás triste tus sarcasmos hacen mucha menos gracia.

-Vete a la ****, cabrón.

-Eso está mejor. Vendré a recogerte en diez días.

Arrastré mi equipaje hasta la puerta automática, que, realmente, tardó más de lo que debería en abrirse. "Me importa un cuerno". Caminé hasta Recepción intentando recordar que en el spa todo valdría la pena; hmm. Masajes, agua, jacuzzi... Sí, eso es, Lauren. Dejé las maletas junto al mostrador y recopilé toda la documentación que me pedirían.

-Buenos días. —Me dijo la muchacha a la que se oía sonriente pero a la que estaba demasiado ocupada como para sonreír.

-Hola. —Respondí hurgando impacientemente el bolso, hasta que conseguí palpar las hojas que

acreditaban mi registro. -¡Te tengo! —Exclamé sin darme cuenta de que estaba rodeada de personas con ojos y oídos. Deja de hacer el ridículo, Jauregui. —Te-tenga. —Corregí desplazando el papel hacia la chica.

-¿Lauren? —Me dijo. Yo la miré- Tenía una forma extraña de decir mi nombre, como si me conociera. Pero yo no la conocía a ella. Veamos. Tiene el pelo marrón, los ojos castaños y muy grandes. Eh, un momento, esos labios me suenan.

La Sexta Fase. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora