Capitulo III: Redención.

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Si me hubieran dicho hace ocho años que conocería a alguien como Jauregui y que acabaríamos siendo amigas, jamás me lo hubiera creído. De hecho, cuando se cruzó por mi vida, lo único que sentía hacia ella era algo parecido a la ira. Somos demasiado diferentes, demasiado, en realidad no sé ni cómo se nos ocurrió empezar a tratarnos.

Ella siempre ha tenido esa personalidad tan impulsiva, tan extrovertida y universal y yo siempre he sido tan... Yo. Bueno, puedo llegar a soltar el topicazo aquel de "lo de los polos opuestos se atraen", pero es que al principio las cosas fueron tan horribles que es imposible de creer. Me pregunté qué hacía en aquel autobús dándome conversación e interesándose por mi vida, e incluso llegué a creer que intentaba reírse de mí.

Pronto descubrí que aquella loca maleducada a la que tanto había intentado evitar era algo de lo que no me podía alejar porque me daba todo lo que mis amigos y amigas normales no me daban; estabilidad. Yo siempre he sido sensiblona, pesimista y asustadiza, y ella es tan fuerte, positiva y audaz que me siento como si me cubriera un escudo. Puede que suene típico y relamido, pero me complementa, es mi verdadera otra mitad.

Estuvo conmigo en la etapa más rara de mi vida, la adolescencia. Creo que si no hubiera estado acompañándome, yo no hubiera salido viva de esa. Me advirtió que aquel tipo era un imbécil, que no perdiera la virginidad con él, pero aun así lo hice. Y me pasé la noche llorando, pero ella vino a mi casa, contra todo pronóstico, aunque mi madre la fulminara con la mirada al entrar a las doce de la noche...

Lauren cruzó el barrio y subió a mi habitación a secarme las lágrimas hasta que me quedé dormida en sus brazos. Era mi heroína. Desde que la conocí y supe que también le gustaban las mujeres sentía un inconfesable deseo por seducirla y que se enamorara de mí, no sé por qué, porque realmente yo no estaba interesada en las chicas. Pero me hacía sentir como la mujer más hermosa del mundo cuando me decía lo guapa que estaba ese día, lo mucho que le había gustado mi transición de niña a mujer. Me sentía preciosa, sexy, única. Pero todo eso se desvanecía cuando la veía otra vez pululando con el resto de sus amoríos... E intenté olvidar el tema. Intenté dejar de seducirla y ponerme guapa para que ella se fijara. Acabé consiguiéndolo, pero me costó porque a sus ojos yo era tan especial... Sí, se acostaba con tanta gente que casi no se acordaba de sus nombres, pero para ella siempre estaba yo por encima de los demás. Fue duro descubrir que para ella era más bien como algo imposible, como algo intocable, como familia. Era tierna y casta, nunca se me acercó de esa forma ni lo intentó. Es por eso que, cuando empezó a comportarse como una loca, intenté convencerme de que no era lo que yo había pensado.

La noche que tuve mi primera cita con Adolph ya mis confusos sentimientos habían quedado muy olvidados y enterrados, todo era normal, era simplemente Jauregui, mi amiga. Pero ella se comportó de forma extraña, podía jurar que algo no marchaba bien. Y en cuanto subí al coche de Adolph lo primero que pensé fue que debería haberle hecho caso, debería haberme quedado con ella esa noche.

Estábamos en aquel restaurante y él hablaba, hablaba y hablaba y yo bebía tanto vino que pensé que me iba a volver alcohólica de aburrimiento. ¿Se imaginan explicar eso en alcohólicos anónimos? "Sí, bueno, yo me di a la bebida en la cita más aburrida de mi vida... Fue un empezar y no parar".

-Bueno, en "El malestar en la cultura", yo creo más bien que Freud hace apología del ateísmo, pero

seguramente se debe más bien a los estragos que causó la religión en la sociedad en la que le tocó vivir.

—Yo solo fingía con la mirada que me interesaba en lo más mínimo lo que me estaba diciendo. No soporto a las personas que sacan a relucir todos sus conocimientos y su vasta cultura cuando yo en realidad llevo tres meses sin sexo y necesito a alguien que me empotre contra la pared, no que se ponga a hablar de Freud. —En el capítulo sobre la felicidad... -Oh, Dios, cállate, cállate, cállate, cállate. LA-LA-LA-LA-LA no te oigo, ¡CÁLLATE!

La Sexta Fase. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora