Capitulo II: Negación.

1.1K 70 32
                                    

Camila tenía una cita. ¡Pues perfecto! Que hiciera lo que le viniera en gana, que se fugara a París con él y tuviera cinco hijos franco-cubanos que se llamaran Piére, François, Roquefort, Emmenthal y Baguette. De verdad, dejarme plantada el viernes por la noche para quedar con no sé qué idiota. Encima estaba tan alegre maquillándose frente a su espejo rosa, sobre la pared rosa, y la alfombra rosa y todas las m.alditas cosas rosas que me rodeaban, incluso la estúpida cama sobre la que estaba sentada mirándola como una pelot*uda.

-¿Y quién es el idiota con el que vas a salir?

-No seas maleducada, ni lo conoces. Es de clase.

-Oh, futuro psicólogo. Qué bonito, tal para cual. –Musité sabiendo que ella podía oírme. Se limitó a mirarme a través del reflejo con aquellos ojos chocolates suyos y a negar con la cabeza mientras sonreía.

-¿Y cómo se llama el caballero?

-Adolph. –Sonrió al decir su nombre.

-¿Como Hitler? –Exclamé haciendo que mi voz se agudizara. –No lo hagas, Camzi. Invadirá Polonia, y luego Francia y te obligará a suicidarte con una pastilla de cianuro. No salgas con él, quédate y vemos una peli. La que tú quieras, aunque sea la cosa más triste del mundo. –Ella sonrió otra vez y terminó de retocarse las pestañas, poniéndose de pie y quitándose el pantaloncito de algodón, haciéndolo descender lentamente por sus piernas hasta sus tobillos, y luego doblándolo para ponerlo junto a mí. Estaba mirándome a los ojos y no tenía pantalones.

Respira.

-¿Por qué eres tan grosera? Es un chico genial, educado y guapo.

-¡Es que a ti solo te gustan los imbéciles, Camz!

-Y a ti solo te gustan las locas posesivas.

-Pero ahora estamos hablando de ti. –Ladeé la cabeza y arqueé las cejas viendo como ella se sacaba la camisa, desabotonando de abajo hacia arriba mientras me miraba a los ojos. Lo hacía tan lentamente que podía ver sus dedos acariciando el borde de los botones para pasarlos por el ojal, uno a uno, su abdomen se iba descubriendo, reluciendo, suave, liso, me gustaría pasar mi mano sobre él. ¡Oye! Que Camila es tu amiga, no pienses tonterías.

-No te preocupes, pienso ir despacio con él. Así que volveré temprano.

-¿Eso quiere decir que no vas a tirártelo hoy?

-Quiere decir exactamente eso. –Desplegó los hombros como si fueran alas, exponiendo su sujetador negro ante mí. Era cierto, tenía las tetas más grandes de lo normal. –Así que si quieres, cuando termines de follarte a la loca de tu novia, puedes pasarte por aquí y te cuento qué tal ha ido, pedimos una pizza o algo y te quedas.

-Me quedo… -Medité. Ese había sido nuestro viernes desde que habíamos empezado a ser amigas

prácticamente. Veíamos alguna película romanticona, comíamos pizza, tomábamos helado de fresa, **** asco, y nos íbamos a dormir. Era viernes, así que no me tocaba dormir en el sofá, sino en su enorme colchón matrimonial, cómodo y RECTO. No quería saber por qué, pero aquella idea me entusiasmaba en exceso. –Claro. Tú llámame cuando te vuelvas, yo llamo a Austin para que traiga la pizza.

-Súper. –Respondió algo indiferente, revolviendo en su armario y dándome la espalda. Y qué espalda. Tenía la sombra de la columna que parecía pintada, los hombros hacia atrás, como era ella siempre, tan elegante, tan correcta. -¿Rojo o negro? –Me preguntó asiendo los dos vestidos, uno a cada lado del cuerpo.

-El que tú quieras. –Dije echándome sobre la cama.

-Ay, qué poco te importo. No me ayudas en nada.

La Sexta Fase. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora