Décimo Capitulo❣

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El mundo era un pañuelo, y Obito ya no estaba seguro de que hubiera sido una buena idea ir a pedirle ideas a Rin para toparse de nuevo con la reconocible silueta que últimamente le aceleraba el corazón y los pensamientos.

La chica sonrió, contemplando a lo lejos la parte trasera del samui verde azulado y los cabellos dorados cada vez más crecidos.

La vida le daba a Obito montones de oportunidades, y ella no veía demasiado qué hacer salvo abrirle los ojos ante lo obvio.

–Ve– le dio un suave empujoncito.

Las manos de Obito comenzaron a sudar a mares.

Aunque Rin se la había pasado aconsejándole desde que llegara y luego de salir de su hogar, le parecía que era demasiado temprano aún como para declararse.

Con Deidara aún enojado las cosas irían peor. Además, el día amenazaba con volverse gris, y no quería ser rechazado bajo esas nubes que amenazaban con llevarse la luz.

Con ese escenario no iba a lograr nada, a lo sumo, despertar el sharingan de la tristeza.

No, definitivamente no quería saber nada con ese teatro tan triste que acababa de plantearse. Era preferible buscar una mejor ocasión, porque eso es lo que haría un futuro Hokage.

–Sabes qué, mejor me vuelvo a casa– dejó de mirar la figura sentada en el columpio para emprender la retirada.

–¡Prometiste hacerlo, Obito!

–¡Pero no estaba viéndolo cuando lo hice!– exclamó colorado, recordando el perfil concentrado y respingado de Deidara.

Cuando lo descubría en soledad, silencioso y pensativo, tan distinto a lo que acostumbraba a mostrar, lo único que conseguía era que su corazón cayera más y más por Deidara. Así no iba a poder. Le gustaba pelear para no sentirse tan desarmado cuando lo veía tranquilo.

–Obito– Rin lo tomó de los hombros y lo miró con firmeza –. Deidara es un chico muy valiente. Y tú así jamás serás digno de su amor. No estás intentando nada y ya quieres huir. ¿Y así dices que te vas a convertir en Hokage?

Envalentonado de repente, Obito comenzó a correr para bajar la colina desde la que lo contemplaban.

"¡Woooooh!".

No pasaron ni veinte segundos, cuando Rin vio con desánimo cómo Obito volvía, trepando la colina.

–¿Y, qué le digo?– sonrió nervioso mientras se rascaba la nuca, recordando su infértil insomnio de la noche pasada.

Rin se tapó el rostro con las manos.

–Ay, Obito.

Mejor volver a la estrategia de la carta.







(...)






Al terminar de esculpir un cuarto pollito, Deidara se detuvo, falta de inspiración como de arcilla. Algunas esculturas habían caído a sus pies, mientras que la más reciente era mantenida en su regazo.

La contempló pensativo.

Quizás Obito aún gustaba de Rin y eso nunca cambiaría. Era probable que le hubiera mentido al respecto, en vez de aceptarlo tal como se lo había dicho. Se preguntó qué haría si esta vez, Rin lo correspondía.

–Nada– dijo para convencerse –. Yo voy a seguir mi nindō, hm.

No podía ser tan difícil, rogó.

Oculto sobre la pequeña colina detrás de unos arbustos floridos, Obito lo contemplaba largamente, angustiado por la extraña aura que expelía Deidara.

Fue sin querer queriendo... (Obidei/Tobidei)❤Where stories live. Discover now