Octavo Capitulo❣

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Descansando sobre el futón, Deidara mataba el tiempo hurgando entre las pertenencias personales de Obito.

Había encontrado sólo dos álbumes de fotos, en el primero, había fotos viejas de personas que no conocía, y hacia el final lo que parecía ser un pequeño Obito de la mano de su abuela.

Pasó al segundo álbum para encontrarse con fotos más recientes que trataban sólo de las dos personas que habitaban el hogar.

–Obito, Obito, Abuela, Obito... – repasaba cada uno de los folios.

Cada vez había más fotos de su compañero creciendo.

–Obito... – pasó otra página –. Obito… Obito. Obito. Bito. Obito. Bito. Bito. Bobito. Obi... To. Tobi. Tobito. Tobi. Tobi.

Volvió a ver la última foto.

–Hm. Tobi– se repitió a sí mismo.

Cuando se dio cuenta de que sus mejillas comenzaron a arder, cerró el álbum violentamente.

Inquieto ante la incógnita, salió de la habitación y se topó con la dueña de la casa.

–Ah, Deidara-chan. ¿Estás buscando a Obito-chan? Fue al mercado a por las verduras pero aún no vuelve.

–Yo lo busco– se despabiló enseguida, corriendo hacia la entrada a buscar sus sandalias mientras oía cómo la mujer le decía que se cuidara y le daba unas monedas extras para que se comprase caramelos.

Deidara decidió que ahorraría ese dinero para comprarse más materiales de arte. Por lo pronto tenía que buscar a Obito, y quizás esta vez estaría bien ayudarle con las pesadas bolsas.

En un cuarto de hora había llegado al mercado central de Konoha, y recorriéndolo a pasos impacientes, comenzó a preguntar a los vendedores que más recordaba si Obito había pasado por allí. Todos coincidían en que sí, pero casi ninguno se había fijado en si había tomado el camino de vuelta a su casa o uno diferente. Casi ninguno.

–Hola, Iwagakure-kun– le saludó el verdulero –. Obito-kun estuvo hace pocos minutos; se fue hacia el centro, cerca de la biblioteca. Estaba tan nervioso que casi me paga el doble de tomates, ese muchacho........ Disculpa pero no pude prestarle demasiada atención. ¿Algo más?– interrumpió para atender a una clienta.

–Hm, yo lo busco– comentó Deidara –. ¡Adiós!

Corrió hacia la biblioteca, y una cuadra antes dobló por una calle donde comenzaban a levantarse casas residenciales. Con cada paso que daba el corazón se le aceleraba más y sus manos comenzaban a sudar, desapacible mientras se acercaba a la casa de los Nohara.

Allí lo vio, entrando por la ventana al cuarto de una Rin que le facilitaba tan extraño acceso, cargando con las grandes bolsas de las compras en los hombros.

Su boca se secó y un peso grande, como si hubiera tragado una piedra de gran tamaño, se asentó pesadamente en su estómago.

Al ver que Rin cerraba la ventana con rapidez, sintió que Obito nunca había necesitado su ayuda con las compras que siempre hacía solo, y decidió que era mejor irse a dar un paseo en busca de inspiración.

Eligió la plaza más lejana, una donde jugaban varios niños pequeños a esas horas de la tarde.

Se sentó en el piso y sacó un pequeño block de bocetos y un lápiz de su bolsa. Después de varios intentos, tachó con furia sus deficientes bocetos y guardó el cuaderno.

Caminó sin destino por el centro de la plaza, reparando con desagrado en los columpios de madera con niños que eran empujados por sus padres.

Él ya estaba grande para esas cosas y se enorgullecía de ello, pero mientras se alejaba hacia los árboles que delimitaban la plaza, reparó en un niñito que parecía querer correr hacia un columpio que colgaba solitario en la rama de un árbol.

Fue sin querer queriendo... (Obidei/Tobidei)❤Where stories live. Discover now