Si cada vez que nuestros suelos temblaran, nosotros nos cayeramos; creo que no sería capaz de vivir parada.
Miyeon nos acompañó durante todo el camino hasta los altos edificios de oficinas.
Me acompañó toda la vida, tal vez.
La china había logrado volver a sacarle tema de conversación, y las sorpresas y tensiones de antes se habían disipado tanto como la niebla de aquella mañana.
─Te veo a las 4 entonces, ¿no?─preguntaste por tercera vez en búsqueda de otra confirmación.
Asentí con cansancio, sintiendo nuevamente la mirada de Yuqi que se posaba en mí.
─Ve y pasa algo de tiempo con Soyeon, creerá que no la quieres.
─Soyeon solo se dedica a estudiar, es aburrido─replicó la castaña con un puchero en sus labios.
Cierto, aún no terminó su carrera.
Y aún así estuvo dispuesta a encargarse de cuidar lo que yo no pude.
Los ojos de la china iban de flor en flor.
─Miyeon-ssi, ¿usted no está llegando tarde a ningún trabajo?
Giré mí rostro rápidamente, sorprendida por la pregunta de la menor.
Yuqi siempre traspasaba cualquier límite que yo creyera que existiera para algo.
Pero la mayor no pareció inmutarse por la pregunta.
─No, estoy bien, tranquila─sonrió con suavidad la castaña─Tuve un accidente, y aún estoy recuperándome y terminando de hacer chequeos necesarios para definir mí estado.
No la pude mirar.
No me atreví a mirarla.
─Ah, no tenía idea! Espero que todo salga bien entonces.
Ambas tomaban la situación con calma.
Pero el nudo en mí garganta no me permitía sentir lo mismo.
Porque no lo merecía.
