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—Padre dice que mamá está muy ocupada, por eso nunca me viene a ver.

El pelinegro estaba sentado sobre el 
suelo, apoyado al tronco de un sauce llorón, mirando cómo la pequeña recogía ramas. Se quedó pensativo. Era evidente que la chiquilla ignoraba la existencia de una hermana. No le correspondía a él revelarlo.

—¿De dónde vienes tú? —preguntó ella.

—Es una historia muy larga. Te la contaré algún día —contestó, sonriendo para intentar ocultar lo que realmente sintió al recordar sus orígenes.

La pequeña lo miró durante un breve momento, ladeando la cabeza, y siguió recogiendo más ramas.

—¿Tienes una familia?

Una familia. Jess suspiró. Había tenido hermanos, miles de hermanos. ¿Ahora que le quedaba? Nada. Absolutamente nada. Todo había sido destrozado por la guerra, y él ni siquiera había estado allí para despedirse una última vez de sus hermanos.

—Tenía.

—¿Te han dejado solo?

—Algo así.

Jess apretó los puños. Así era la dura realidad, se había quedado completamente solo. El peso del bláster en sus manos y de su armadura era tranquilizador, pero habría cambiado ambos por la presencia de alguno de sus hermanos sin pensarlo dos veces. "Se han ido. Están muertos, y ahora solo estás tú" se repetía cada noche, sin poder conciliar sueño alguno. Jess lo pensó sin piedad, una y otra vez, todavía con demasiado miedo para decir las palabras en voz alta, hasta que pudo dar el paso final: los Jedi y el Gran Ejército de la República habían muerto.

Sintió una familiar opresión en la garganta, el mismo dolor estrangulador que le sobrevenía cada vez que imaginaba lo que había sucedido cuando los soldados clon se habían vuelto en contra de los Jedi. Jess miró sus manos que antaño habían estado cubiertas por la sangre de cada uno de sus hermanos que habían soltado su último suspiró justo delante de él, en sus brazos.

Con el corazón como una piedra en el pecho, pensó en todos los soldados con los que había servido. Los Jedi habían desaparecido, pero lo que les había ocurrido a los clones había sido casi peor. Sus identidades, su libre albedrío, eliminados con una simple orden de voz y la activación de un chip.

—Yo seré tu familia. Así no estarás nunca más solo. Te haré muchos dibujos y te daré mis juguetes favoritos. ¿Vale, Jess?

Cuando sintió a Nisha sentarse a su lado y apoyar su cabeza contra su hombro, olvidó durante unos momentos su doloroso pasado. La pequeña había cerrado los ojos y la cálida brisa de verano venía a rozar suavemente su rostro pecoso. Acarició su cabeza para expresarle su inmensa gratitud, mirando cómo los mechones de su pelo ondulaban igual que las olas del mar.

Polvo de estrellas || The Mandalorian [Libro I]Where stories live. Discover now