Principios del verano de 1995

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Sábado 24 de junio de 1995

Ese maldito fénix llegó primero, y Remus lo supo de inmediato.

-¡¿Qué diablos es eso ?!- Grant se levantó de un salto, sorprendido por el pájaro plateado que irrumpió en su sala de estar.

Habían estado viendo la tele, con todas las ventanas abiertas para contrarrestar el calor del verano. Remus estaba a punto de poner a hervir la tetera.

El pájaro se sentó encima de su pequeño televisor cuadrado y abrió el pico, hablando con la voz de Dumbledore;

-Canuto está en camino-.

Remus casi deja caer las tazas vacías que sostenía.

-Mierda.-

-¿Qué?- Grant dijo, viendo al pájaro desaparecer en el aire. -¿Quién es Canuto?-

-Mierda.- Remus dijo de nuevo, dejando las tazas. Había comenzado a temblar incontrolablemente. Sentía frío por todas partes. -No creo que pueda. No creo que pueda... -murmuró para sí mismo, tapándose la boca.

-¿Remus?- Grant se puso de pie y le tocó el hombro. -Me estás asustando.-

-Sirius.- Balbuceó. - Sirius es Canuto-.

-Maldito infierno. ¿El asesino?

-No es un asesino, te lo dije-.

-Bien, bien, lo siento. ¿Viene aquí ?

-Después de todo, es su piso.

-Oh, lo olvidé.- Grant dijo, rotundamente. Se mordió el labio, -¿Debería ... irme?-

-¡No!- Remus se aferró a Grant, de repente. —No, por favor , no lo hagas. No puedo estar solo, no me dejes solo con... -

-¡Bien bien!- Grant lo tranquilizó, devolviéndole el abrazo. —Cálmate, ¿de acuerdo? No iré a ningún lado si no quieres. Solo... solo trata de recuperarte -.

-Lo siento.- Remus respiró hondo.

Sabía que estaba actuando de manera infantil. Este no era el momento de desmoronarse. Había tenido años y años de eso. Si Dumbledore le estaba enviando a Sirius, entonces algo había sucedido. Algo importante. Ahora era el momento de la fuerza y la acción. Miró a su alrededor a ciegas en busca de algo que hacer.

-¡Este lugar es un desastre! Debería empezar a limpiar. No tardará -.

Grant no podía hacer nada más que ver como Remus corría por el piso como un pollo sin cabeza, usando todos los hechizos de limpieza que podía recordar, combinados con algo de trabajo manual real cuando estropeó los hechizos. No podía dejar de moverse, no podía soportar quedarse quieto un momento, porque entonces podría tener que pensar .

Al cabo de una hora, hubo un ruido de arañazos en la puerta y un ladrido bajo y áspero. Remus se quedó helado. Un olor que no había reconocido en muchos años levantó algo en su subconsciente.

-¿Un perro?- Grant dijo, nervioso, desde la cocina. - Sabes que odio a los perros...

-Es él.- Remus respiró.

Caminó tembloroso hacia la puerta y la abrió. Allí estaba Canuto: escuálido, sarnoso, con el pelaje ligeramente canoso en algunos lugares. Pero era él.

—Entra —dijo Remus con voz ronca.

El perro resopló, moviendo la cabeza y entró. Remus cerró la puerta con un clic y se apoyó contra ella, mirando como Sirius se transformaba de nuevo en él mismo.

Flaco, sarnoso; encanecimiento en algunos lugares. Sus ojos, esos ojos azul oscuro que le habían roto el corazón a Remus mil veces cuando era adolescente, se habían vuelto de un gris metalizado. Era un saco de huesos, sin resolver por todos lados. Era de esperar.

All the young dudes Book three: Till the endWhere stories live. Discover now