1983

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6 de junio de 1983

-A veces me pregunto si me estás usando-. Grant dijo, una tarde del verano de 1983.

-Todos nos usamos unos a otros-. Remus respondió secamente: -Y eso es lo que creemos que es el amor-.

-Cristo. No puedo hablar contigo cuando estás así -. Grant suspiró profundamente, alcanzando un paquete de cigarrillos sobre la mesita de noche.

-¿Como?-

-Un idiota lúgubre-.

Grant sacó un cilindro largo y blanco de la caja con los dientes y Remus lo encendió con la punta de su varita. Grant lo chupó apreciativamente, recostándose contra el cuerpo de Remus, en la curva de su brazo. Remus acarició perezosamente la clavícula de Grant hasta que le tocó fumar. Casi se habían rendido; compartir un rápido cigarrillo después del sexo fue su delicia.

-Lo siento.- Remus dijo: -No quiero ser triste-.

-No.- Grant respondió, alegremente, -Se triste si quieres, sólo estoy bromeando. -

Grant hizo que todo fuera tan fácil. Remus apenas podía recordar cuando su relación se había convertido en lo que era ahora.

Había comenzado con las visitas periódicas, después de esa primera intervención. Se habían vuelto más frecuentes y, finalmente, Grant estaba allí todo el tiempo: primero dormía en el sofá y luego ya no, y nunca se volvió a hablar de eso.

A mediados del verano de 1982, había trasladado todas sus pertenencias, todas las que tenía.

-Viajo ligero-, le guiñó un ojo, sacando una mochila que contenía algunos pares de ropa interior limpia y algunas camisetas. Un calcetín. Por el amor de Dios.

-Te daré algo de dinero-. Remus dijo, monótonamente. -Puedes ir de compras.- Todavía tenía algunos cientos de libras que Sirius había convertido en dinero muggle en caso de emergencias. Remus no se sintió culpable por gastarlo; estaba sentado allí.

-No estoy aquí para robarte-. Grant insistió.

-Lo sé. Pero necesitas ropa -.

-Si Mamá. Tomaré prestado algunos de los tuyos por un tiempo, hasta que me arreglen. -

-Bien.-

Así que Remus fue a Debenhams solo una tarde y compró todo lo que pudo en el tamaño de Grant. Tejanos, camisetas, ropa interior, calcetines y jerséis, pijamas e incluso un par de zapatillas de deporte baratas que se ofrecían. Colores brillantes, porque Grant era una persona brillante y Remus había visto suficiente negro para toda la vida. Lo guardó todo en la cómoda. Se sintió bien llenarlo; habían estado medio vacíos durante más de un año.

Grant usó la ropa, pero nunca lo discutieron.

Sin embargo, había algunas cosas de las que no podían evitar hablar.

Remus no había estado haciendo magia en absoluto durante los primeros meses; de hecho, descubrió que no podía, la mayor parte del tiempo; incluso cuando lo intentó. Quizás el dolor. Todos esos funerales. Puede que tuviera más que ver con su forma de beber, aunque no podía estar seguro. Había un bloque; como si se hubiera levantado un muro. Podía aparecer durante lunas llenas, pero eso era todo. Entonces, un día, simplemente volvió, como si nunca lo hubiera abandonado.

Se habían olvidado de pagar la luz y las luces se apagaron. Sin pensarlo, Remus encendió su varita.

- Lumos -.

-¡¿Qué diablos es eso ?!- Grant saltó como si Remus se hubiera prendido fuego.

-Eh ...- Remus tragó, luego se resignó. -Es una varita mágica-.

All the young dudes Book three: Till the endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora