Capítulo 12

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Aquella mañana de sábado me desperté antes de lo que me habría gustado. Después de dar muchas vueltas en la cama me puse en pie y salí al balcón de mi cuarto. Mientras observaba la tranquila mañana madrileña, pensé en cómo había sido la noche del día anterior.

Cuando quedaba poco para el final de la película, llegó Leo, que se sentó a mi lado en el sofá. Estaba llegando el momento álgido y yo estaba fascinada por la belleza estética de lo que veíamos, pero paralelamente asqueada por todo lo demás. Con cada cara de sorpresa o comentario incrédulo que yo hacía, Leo se reía, burlándose. La oscuridad del salón de su casa generaba un ambiente íntimo que me hacía tener todos los sentidos agudizados. Escuchaba los comentarios de perplejidad de Lucas y las carcajadas de Leo. Notaba el calor que desprendía el cuerpo de Leo, que se había acercado peligrosamente a mí para sentarse. Podía oler su colonia, mezclada con su aroma natural. "A esto tienen que oler los ángeles" me dije, sonriendo tontamente por mi cursilería. Sentía los movimientos de su pierna, rozando la mía en la oscuridad. Tal vez yo me moviese un par de veces más de lo necesario para provocar ese contacto. Tal vez él hiciera lo mismo, aunque eso no lo tenía tan claro.

Al poco rato había llegado el resto del grupo, y Lucas había preguntado por Marcos.

-Ha ido a la biblioteca y no sabemos más de él.- contestó Alexis, encogiéndose de hombros.

Se había comentado que Marcos estaba algo más raro de lo habitual, cosa que yo no comprendí, porque cuando le había visto a lo largo de la semana, me pareció ser un chico muy dulce y divertido.

Ali y Alexis se habían estado mirando toda la tarde con sonrisitas que no me pasaron desapercibidas y Rea venía entusiasmada porque había sido capaz de poner sus apuntes de todas las clases del semestre en orden.

La noche había sido muy divertida, incluso habíamos hecho planes para hacer un plan de juegos de mesa en nuestra casa ese mismo fin de semana, pero yo no podía quitarme la conversación con Lucas de la cabeza.

Incluso la mañana siguiente, mientras miraba por mi balcón, con brazos y cabeza apoyados en la barandilla, no podía dejar de pensar en ello.

¿Qué es lo que me resultaba tan inquietante? No comprendía la cantidad de tiempo que dedicaba a pensar en Leo. Le conocía muy poco, pero había algo en él, algo que me gustaba mucho, más de lo que estaba dispuesta a admitir, incluso a mí misma.

Tratando de comprender mis sentimientos confusos, llegué a la conclusión de que me molestaba profundamente sentir que todas aquellas atenciones, miradas y comentarios tenían el fin último de "conquistarme". Para mí todas las conversaciones, bromas privadas que empezábamos a tener e intimidad que estábamos compartiendo significaban algo más que eso. "No parecen gustarle las historias largas", había dicho Lucas. Entonces, ¿qué era lo que esperaba de mí? ¿Qué esperaba que pasara conmigo? ¿Quería pasarlo bien y luego ignorarme por completo estando en el mismo grupo? ¿Con Olivia por ahí? ¿Tal vez le estaba malinterpretando?

Tenía demasiadas preguntas que me llenaban la cabeza, y no sabía qué hacer con ellas. No estaba acostumbrada a sentirme tan... vulnerable. Tenía la sensación de que con Leo perdía toda mi capacidad de autocontrol. Era como ese plato de comida del que siempre quieres una cucharadita más, por muy llena que estés, porque te encanta. Esa sensación me aterraba. Y yo sabía que en el fondo eso era lo que me pasaba. Que tenía un miedo paralizante.

Leo era una mezcla de todas las cosas que más me gustaban y asustaban a la vez. Y si tuviera algún tipo de certeza que me hiciera saber que nada de esto me haría daño, me habría lanzado de lleno. Pero no la tenía. Y cada dato que recababa de Leo invitaba a pensar más bien lo contrario. ¿Cómo podía tener ese lado oculto siendo tan dulce y divertido?

Sabía perfectamente lo que Ali me diría si me escuchase pensar. "¿Por qué no le preguntas?"

Y realmente, sí. Podría ser todo mucho más sencillo si hablase con él. No estaría dándole vueltas a la cabeza como si fuese una noria de feria. Probablemente estaría comiéndome una tostada con aceite y leyendo cualquier libro disfrutando del sol de la mañana. Pero es que para Ali eso era tan fácil...

Ella era clara, directa. Lo que quería saber lo preguntaba, sin rodeos. Pero yo no era capaz en absoluto. Incluso Rea, siendo mucho más tímida que Ali o yo, preguntaría llegados a este punto.

Pero me sentía completamente incapaz. ¿Y si yo había entendido mal? ¿Y si preguntarle estropeaba la relación que teníamos? No podía hacerlo. Y en el fondo no era porque no quisiera, sino porque no tenía la habilidad ni las herramientas para enfrentar algo así.

Por eso, en mi cabeza, la solución más factible era marcar un límite invisible. Tenía muy claro todo lo que estaba dentro y fuera de ese límite y no me iba a permitir cruzarlo. Ya está. Solucionado... ¿no?

Mi relación con la vulnerabilidad siempre había sido complicada y ambigua. Me hacía sentir frágil, desprotegida. ¿Pero de qué quería protegerme exactamente?

Marcar cierta distancia emocional con las personas que me hacían sentir así siempre había sido mi manera de sobrellevar este tipo de situaciones, especialmente después de que mi primer amor me rompiera el corazón. "Nunca más", me había repetido una y otra vez mientras lloraba desconsoladamente noche tras noche.

Me levanté para ir a la cocina y prepararme un té. Era la primera en despertarme, y ya me sentía algo más tranquila.

Repasé mi historia de vida mentalmente, tratando de encontrar respuestas a algunas preguntas que, en el momento, ni siquiera sabía que tenía.

Mi infancia había sido muy feliz. Nunca me había faltado ni una sola atención, ni un solo gesto de cariño. Mis padres se habían desvivido por dármelo todo. ¿Tal vez por eso me costaba tanto sobrellevar las negativas? Y no por una cuestión de caprichos, más bien porque los rechazos me hacían sentir poco merecedora de amor.

¿Sería mi primer desengaño amoroso a los quince años el motivo de mi forma de operar? Tal vez. Porque desde ese momento, nunca más me volví a permitir pasar por algo así. Y realmente me resultaba más sencillo. ¿Pero has disfrutado, realmente? ¿Has sido tú misma? me preguntaba mi parte más crítica. Suspiré, decidiendo ignorarla.

¿Dónde encajaba Alex en todo esto? Habíamos estado hablando desde que nos vimos a principios de semana. Me hacía reír, mucho. Era cariñoso y me sentía completamente relajada en su presencia. Y, a mi modo de ver, esas eran las cosas a buscar en cualquier relación, amistosa o del tipo que fuera. Sabía que Alex tenía muchas posibilidades de gustarme, quería explorarlas y en cualquier caso, era alguien a quien quería seguir conociendo. Tal vez pasar tanto tiempo con Leo me había nublado un poco la mente. Tal vez te estás conformando.

Le di un sorbo a mi té, ignorando de nuevo las dudas que resonaban en mi cabeza. Volví a pensar en Leo. Las barreras estaban puestas, pero ¿serían suficiente para parar lo que estaba empezando a sentir? 

Las miradas fugacesWhere stories live. Discover now