Solté un fuerte grito cuando sin esperármelo me mordió.

Me removí de nuevo intentando huir de sus labios, pero él me tenía bien sujeta mientras bebía mi sangre al tiempo que mantenía sus dedos ocupados acariciando mi sexo donde después introdujo uno de ellos, haciendo un patrón dolorosamente excitante.

Gemí rindiéndome, eran demasiadas sensaciones las que embargaban mi cuerpo que sin poder resistir más exploté en un orgasmo abrazador.

Hadrien dejó de beber de mí y me miró con evidente satisfacción y con su boca cubierta de sangre; de mi muslo corría un poco de ella. La imagen que tuve frente a mí me excitó en sobremanera, era tan... Aterrador y al mismo tiempo atrayente.

—Eres exquisita, Gabrielle.

Sus labios recorrieron mi abdomen de nuevo llegando hasta mis pechos. Con una de sus piernas abrió las mías y enseguida sentí su miembro justo en mi entrada y así lentamente me penetró.

—Dios —susurré al sentirlo dentro de mí por completo. Esta vez era muy placentero, además que mi cuerpo se hallaba sensible.

—Disfrutas al igual que yo, ¿no es así? Tarde o temprano disfrutarás hacer mi voluntad. —No dije nada. Sabía que más tarde me odiaría, pero ahora quería que él siguiera moviéndose dentro de mí, era una maldita enferma igual que él.

Pareció leer mis pensamientos y comenzó a moverse más rápido en mi interior, estrujó mis piernas con sus manos clavando sus dedos en mi piel, lastimándome, mas no me detenía a pensar mucho en ello. Lo único que quería ahora es que siguiera moviéndose una y otra vez.

Jadeé y apreté mis manos en puño, volviéndome un cuerpo lánguido debajo del suyo, me era imposible podía dejar de gemir y gritar, él lo hacía duro y debía admitir que me gustaba.

—Hadrien... —Dije su nombre entre gemidos, arqueando mi espalda cuando de nuevo un orgasmo atravesó mi cuerpo.

Cielo santo, me sentía en las malditas nubes.

Hadrien gruñó, escondió su rostro en el hueco de mi cuello y momentos después me mordió bebiendo nuevamente mi sangre. No me resistí, y aunque quisiera hacerlo, no podía luchar contra él.

Se presionó más contra mí y luego lo sentí venirse dentro de mi cuerpo.

Yo mantuve los ojos cerrados, me sentía agotada y débil, Hadrien había bebido demasiada sangre.

—Desátame —apenas y pude hablar. Él se apartó de mi cuello y enseguida se recostó a mi lado.

—No se me da la gana —contestó tajante. Lo miré mal mientras él estaba plácidamente recostado con sus manos detrás de su cabeza.

—Te odio, Hadrien —mascullé sin tener la menor intención de que me escuchara. Pero dado que era un vampiro, sí que lo hizo soltando una risa que me enfureció.

—Me da igual lo que pienses y lo sabes —dijo poniéndose de pie, entonces recordé algo.

—¿No ibas a convertirme? —Pregunté de pronto. Sabía que no debía de hacerlo, tal vez se le había olvidado —lo que dudaba— pero mi curiosidad podía más.

—He decidido que no lo haré. Eres joven, impertinente y testaruda, me lo pensaré —dijo como si de alguna manera yo debiera rogarle para ser un monstruo como él.

—Y tú eres un maldito cabrón —escupí, viendo como él terminaba de colocarse su ropa, sonrió de lado y en un segundo su rostro quedó cerca del mío.

—En eso estamos de acuerdo —murmuró para después depositar un beso en mis labios, dejándome atada, adolorida y muy confundida.

—En eso estamos de acuerdo —murmuró para después depositar un beso en mis labios, dejándome atada, adolorida y muy confundida

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