La casa era perfecta para nosotras. No muy grande, pero sí luminosa y con todo lo que podíamos necesitar. Tenía una esencia antigua y elegante, pero seguía siendo un lienzo en blanco que podríamos hacer nuestro. Mientras nos comentaba las normas, hacíamos esfuerzos por no chillar de la emoción.

"Entiendo que son jóvenes y querrán hacer algún que otro encuentro festivo, pero traten de no hacer mucho ruido. La vecina de abajo, Juana, está bastante sorda, la buena mujer, pero el resto del edificio, por suerte o por desgracia para ustedes, no".

El señor Baltasar era un hombre muy agradable y divertido. Nos insistió en que hiciéramos del espacio algo propio. "Pinten, pongan cuadros en las paredes, cambien los muebles de sitio y metan lo que quieran. Pero cuiden lo que ya está aquí. Muchos recuerdos habitarán con ustedes" había dicho.

Aquello me hizo pensar. ¿Cuántos recuerdos nuevos crearíamos nosotras? ¿Qué cosas nos esperaban entre aquellas paredes?

Cuando se marchó, esperamos un tiempo prudencial, unos cuatro segundos, para que bajara algún piso y poder volver a alterarnos en paz. Dimos saltos - Juana no iba a enterarse - nos abrazamos, y a Rea se le escapó alguna lágrima de emoción.

Decidimos sortear las habitaciones. Aunque eran bastante parecidas entre sí, queríamos dejar que el azar decidiera, era la mejor forma de evitar discusiones. A Ali le tocó la habitación más lejana. Esto era una suerte, porque tenía un sueño ligero y mal humor al despertarse. Era la más grande pero también la menos luminosa. Rea tuvo la que se encontraba a medio camino entre la puerta principal y la de Ali, muy luminosa y también con el armario más pequeño, lo que a Rea le entusiasmó, así le obligaría "a despojarse de sus posesiones materiales y conectar con el feng shui". A mi me tocó la más cercana a la puerta. Era algo más pequeña que las demás, pero tenía un pequeño balcón que daba a la calle, lo que hizo que me enamorara al instante de ella.

Después de colocar algunas cosas, volvimos al salón, empezaba a hacerse de noche.

-¿Qué tal vuestros armarios? Yo ya he colocado las cosas en los cajoncitos...- comentó Rea alegremente.

-No nos engañemos Rea, mi maleta y la de Gala van a ser nuestro armario durante al menos dos semanas.

Yo me reí, sabiendo que Ali tenía toda la razón.

-¿Y ahora qué?- pregunté.

-¡Salgamos a celebrar! Solo tenemos un par de semanas hasta que empiece la uni. Hay un bar aquí cerquita, que pone bebida muy barata.

-¿Cómo es posible que lo sepas, Rea? Acabamos de llegar.

Rea se sonrojó al instante y bajó la mirada.

-Es donde va Lucas, ¿no?- pregunté sonriendo.

-¡Lo he visto alguna vez en sus historias! ¿Tan terrible es cotillear a tu cuñado?

Un par de ojos de cachorrito de Rea bastaron para convencernos. Acabamos dando vueltas por un Madrid nocturno que nos fascinó. Solo habíamos estado en un par de ocasiones, en excursiones escolares. Había una atmósfera cálida y especial que, de alguna manera, me hizo sentir en casa.

Después de pasear acabamos en el bar del que hablaba Rea. Era un tugurio. Demasiada gente y demasiado ruido: el lugar perfecto para tomar algo.

Pedimos nuestras bebidas y Rea se dedicó a mirar frenéticamente los primeros tres minutos entre la multitud de cuerpos. De pronto su expresión cambió.

-¡Allí! ¡Están allí!- señaló frenéticamente con el dedo.

-Rea, por dios, no señales.- instó Ali mientras le cogía la mano.

Yo comencé a reír, mirando en la dirección que señalaba. Escaneé aquel grupo de chicos y me encontré un par de ojos verdes que ya me miraban. Aparté la vista rápidamente, para después fijarme con el rabillo del ojo en que ya no me miraba, conversaba riendo con los que parecían sus amigos. Su pelo rizado se movía con sus carcajadas. Tenía una sonrisa muy bonita.

-¡Mierda! ¿Dónde está?- preguntó Rea con frustración.

-¿Lucas?

-Sí. Esos son sus amigos. Les he visto en fotos. ¡Pero él no está!

-Igual se ha quedado en casa.- sugirió Ali.

-Bueno, el hecho de que estén aquí confirma que vienen.

Después de reír descontroladamente durante un par de horas con los planes de Rea y las ocurrencias de Ali, decidimos volver a casa.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, nuestra primera semana había pasado. Compras, decoraciones, probar todas las combinaciones de muebles posibles y pasear por el barrio había sido nuestro día a día. Ya conocíamos las tiendas y locales relevantes que nos pillaban más cerca de casa.

Aquella mañana se nos había antojado desayunar bollería. Ali y Rea, vagas y perezosas, se quedaron en el sofá plácidamente, mientras yo bajaba a la panadería de la esquina a comprar.

Estaba de buen humor, el cielo era azul, los pájaros cantaban y yo era libre con mis chicas.

Cruzaba la calle cuando algo me rozó la pierna. Miré hacia abajo para encontrar un precioso perrito de color marrón y con unos ojitos que hicieron que me derritiera.

-¡Hola!- saludé casi al instante, agachándome para acariciarlo.- ¿De dónde sales tú? Eres un chico precioso.

-Es una chica.- dijo quién debía ser su dueño.- Se llama Millian.

-¡Millian! Eres una chica preciosa. ¿Qué edad tiene?

Levanté la cabeza para mirar y... ¿no era aquel Lucas, el hermano de Javi?

Las miradas fugacesWhere stories live. Discover now