Capítulo X. Izuku

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La cálida luz del sol anunciaba un nuevo día y con él comenzaba de nuevo el viaje.
Antes de la llegada del medio día, la carreta llevada por Kaminari se acercaba a la ciudad que era su destino. Perseo y Kirishima se aseguraban de cubrir a Medusa tanto como pudieran, estaban por entrar a una gran ciudad y no podían arriesgarse a que alguien lo viera.

Mientras Kaminari pensaba en su travesura del día cruzó la entrada de la ciudad, la carreta avanzó entre un par de guardias y pronto se vió rodeado de lo que parecía ser una celebración. Las calles habían sido decoradas con flores, la gente bebía, cantaba y se reunía, algo muy extraño, pues en esa época del año él no recordaba que hubiese alguna fiesta. Después de avanzar por las concurridas calles de la ciudad por fin llegó a su destino, la herrería de su amigo Sero. El pelinegro se hallaba en la entrada de su pequeño negocio familiar, discutiendo a gritos con un cliente. Al verlo Kaminari bajó de un saltó de la carreta y corrió hacia su amigo.

—¡Hola Sero! —gritó emocionado— Hace tiempo que no te veo, ¿cómo va todo?

—Hey Kaminari —respondió Sero ignorando al hombre que aún le gritaba— ¿Dónde está Jiro?, no me digas que llegaste hasta aquí tú solo, por estas tierras ya habrías muerto.

—No estoy solo idiota, pero si puedo cuidarme por mi cuenta. —Kaminari se giró hacia su carreta y gritó— ¡Oigan, ya llegamos!

De la parte trasera de la carreta Sero vio bajar a un par de hombres.

—Ellos son mis amigos —continuó el rubio—. Él es Kirishima y él Katsuki, ambos vienen de Serifos.

—¿Ese no es Perseo?, ¿el hijo de Zeus?, ¡¿el que mató a Medusa?! —por la emoción Sero gritó cuestionando al rubio.

Al escuchar el nombre del héroe las personas que estaban cerca comenzaron a rodear al pequeño grupo.

—Oh por todos los dioses si es el gran héroe Perseo —gritaba emocionada una mujer de la multitud que había llegado para pegarse a uno de los brazos del cenizo.

—Es un regalo de los dioses tenerte aquí —decía una joven imitando la acción de la otra mujer—. Vamos puedes quedarte en mi casa para descansar de tu largo viaje.

—El héroe necesita descansar, aléjense de él zorras —un hombre alto y fornido, con quien Sero discutía minutos antes también se había unido a la congregación.

Pronto los gritos de emoción del mar de personas abarrotaron el negocio de Sero y la mitad de la calle, de alguna forma Kaminari, Kirishima y el mismo Sero habían sido empujados al final de la multitud.

El rubio gritaba y empujaba tratando de alcanzar a su amigo, pero su estatura y su falta de músculos le impedían avanzar más de un par de metros.

—¿Cómo supiste quién era él? —preguntó Kirishima.

—Las buenas noticias vuelan —respondió Sero encogiéndose de hombros—. Medusa ha sido un problema enorme, la gente no suele venir hasta aquí y los negocios se han afectado desde que ese monstruo apareció, entonces cuando los viajeros comenzaron a decir que Perseo el hijo de Zeus había acabado con la criatura todo el mundo celebró y comenzaron a hacer estatuas en su honor, ahora todo el mundo conoce su nombre y su rostro.

—Ya veo... —Kirishima se notó triste, con el poco tiempo que llevaba conociendo a Medusa había olvidado que él era el monstruo.

De pronto el ruido se calmó, la guardia real de la ciudad estaba ahí, alertados por la supuesta llegada de Perseo.

—Abran paso a su majestad, el rey Mineta —gritó un guardia.

—¿Es cierto que en este lugar se encuentra Perseo? —dijo el rey montado en su caballo.

Cuando Perseo se enamoró de MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora