Capítulo I. Una vida tranquila

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Personajes que se presentan en este capítulo:
Casandra - Midnight
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Estaba verdaderamente emocionado y solo un poco nervioso, pero después de despedirse de Shoto, recorrió solo las calles en dirección el templo, se distrajo entre los pequeños y grandes negocios de los mercaderes y se deleitó con la vista de las grandes edificaciones, sin duda su ciudad natal era hermosa. Y estuvo aún más seguro de ello, cuando estuvo frente al majestuoso templo de Atenea. Se quedó de pie admirando el Partenón que yacía frente a él, respiró profundamente y se arregló el himation blanco que sus hermanas le habían hecho como regalo de despedida. Al sentirse listo, entró al recinto y caminó por la estancia, no paraba de curiosear en las estatuas que decoraban el lugar, en especial, la enorme estatua de mármol de la diosa Atenea que se encontraba al fondo de la habitación; tan concentrado estaba que ni siquiera notó cuando alguien se acercó a él.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó una melodiosa voz y al girarse Izuku se encontró con una bella sacerdotisa de largos cabellos negros.

—Yo… Sólo estaba curioseando, pero usted podría ayudarme, quiero ser aprendiz en este templo —dijo con nerviosismo.

La sacerdotisa intentó calmar al más pequeño regalándole una tierna sonrisa.

—Bien, llegas justo a tiempo, las sacerdotisas mayores están recibiendo a las nuevas, será mejor que nos demos prisa, anda. —La joven tomó la mano del peliverde y lo guió por los largos pasillos hacia una enorme sala iluminada únicamente por un rayo de luz que entraba desde el techo. 

En el centro de la habitación se hallaba una hilera de jóvenes y frente a ellas, cuatro mujeres mayores ataviadas con su característico himation blanco, cinturones y joyas doradas.

Las mujeres mayores oraban en silencio, con la cabeza baja. La joven sacerdotisa aprovechó el descuido para poner a Izuku en la fila, rápidamente le susurró al oído “estarás bien, esfuérzate” y en seguida se marchó para librarse del regaño de las mujeres.

Izuku se unió al rezo en silencio, estaba nervioso, pero emocionado. Sus nervios aumentaron cuando una de las mujeres avanzó hacia los aspirantes y al recorrer a paso lento la fila, comenzó a hablar:

—Ya que están aquí, deben saber que como sacerdotisas de la diosa Atenea, se espera que en todo momento ustedes sepan mantener en alto el nombre de su diosa, mantener su pureza es lo más importante para no mancillar su honor ni el de nuestra diosa. Deben aspirar a la perfección jóvenes, eso incluye la puntualidad —dijo al estar frente a Izuku—. Mientras estén aquí, les enseñaremos lo necesario y llegado el momento, si consideramos que no son aptas para estar aquí, entonces regresarán a casa, ¿está claro para todas?

—Sí señorita —respondieron al unísono todos los aspirantes.

—Bien, ahora quiero conocer a cada uno de ustedes, comiencen.

Las presentaciones comenzaron en el otro extremo de la fila, se trataba de una joven de no más de 20 años, rubia, de ojos azules, por su vestimenta podría decirse que era hija de algún noble o político. Luego cada mujer aspirante tuvo su turno de hablar, muchas eran jóvenes de familia acomodada enviadas por sus padres, por creer que no podrían conseguir alguien que quisiera casarse con ellas, aunque se les pagara; era bien sabido que la belleza era importante en la sociedad griega. Muy pocas eran quienes estaban ahí por la devoción a la diosa Atenea, como era el caso de Izuku, a quien le llegó su turno de hablar y se volvió el centro de atención de aquella estancia.

—Mi nombre es… —El joven se interrumpió y pensó por un momento, luego estuvo decidido por cual nombre usar— Medusa, nací en esta ciudad y estoy aquí porque quiero servir a la diosa Atenea..

Cuando Perseo se enamoró de MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora