Capítulo II. Medusa

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Personajes:
Atenea - Uraraka
Shigaraki -Poseidón
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Atenea, la diosa de la sabiduría es conocida en el olimpo y en el mundo de los mortales por ser una gran estratega en la guerra y por supuesto, por ser una de las tres diosas vírgenes. Las estatuas en su honor la representan como una hermosa mujer joven de esculpida figura y largos cabellos castaños, ataviada con una armadura, siempre lista para una batalla. Su honor como diosa, recae en cada una de sus acciones y también en las acciones de las sacerdotisas que cuidan de los templos en su honor. Pero recientemente, cierta ciudad griega había llamado la atención de la diosa. Al parecer, en muchas de las ceremonias en su honor, el centro de atención no era su divinidad, ni las alabanzas ni los cánticos, sino la sacerdotisa que oficiaba la ceremonia.

Atenea ya se había percatado que muchos de los asistentes a las ceremonias en esa ciudad no estaban ahí por ella, sino por la sacerdotisa conocida como Medusa, al parecer, el joven era la única razón por la que había tantos asistentes en sus oraciones, aunque aquello era suficiente para encender la ira de la diosa, lo dejó pasar, pues entendía que no era culpa de Medusa recibir esas atenciones, él sólo estaba cumpliendo sus obligaciones de la mejor manera posible, y es que ese pequeño peliverde había llamado la atención de la diosa desde hacía mucho tiempo, a causa del fervor con el que oraba en su honor.

Toda la situación tenía muy entretenida a la diosa, necesitaba buscar una forma de deshacerse de las molestas atenciones hacia su sacerdotisa. Pero sus más recientes victorias alzaron su ego al punto de hacerla olvidar que en el olimpo se había vuelto el objetivo de cierto dios.

Una tarde, Atenea observaba desde el olimpo como Medusa recibía regalos de algunos ciudadanos en su templo, al parecer el pequeño peliverde cumplía su mayoría de edad. Toda esa situación la hizo enfadar y lanzar maldiciones a esos atrevidos humanos. 

Por otro lado, ver a Atenea tan furiosa se estaba volviendo una gran diversión para Poseidón, quien no dudó en burlarse un poco de la diosa.

—Esa sacerdotisa tuya, está dándole más fama a tu templo Atenea, no veo la razón por la que te frustras tanto —señaló con malicia en su voz.

—Vaya, acabo de vencerte justamente y ya estás buscando iniciar una pelea de nuevo querido tío —respondió la diosa aún dándole la espalda a Poseidón—. Esos mortales son asunto mío, así que no te metas.

Poseidón soltó una amplia carcajada, que enfureció aún más a la diosa.

—Vamos, jugar con los mortales es divertido, pero ver a la sabia Atenea fuera de sí es aún más divertido.

La cansada diosa no le dió importancia a aquel asunto y se marchó, dejando a Poseidón con una idea de cómo vengarse de esa mujer tan arrogante.

El poderoso dios de los mares Poseidón, era un digno representante de los dioses olímpicos, ante los ojos de los mortales se le representaba como un hombre joven y muy apuesto de cabellos blancos con destellos azules y una seductora mirada encendida en ojos escarlata, siempre armado con su poderoso tridente. A pesar de todas sus cualidades divinas, el poderoso Poseidón había sido derrotado por Atenea y aquello había herido su ego de dios, por lo que planeaba una venganza que hiciera arder de rabia a la engreída diosa que lo derrotó. Y qué mejor venganza que mancillar uno de los preciosos templos de los que la diosa está tan orgullosa. Pasó mucho tiempo esperando una oportunidad para manchar el nombre de Atenea, hasta que a sus oídos llegó un rumor que versaba sobre que en cierta ciudad se hallaba una fiel sacerdotisa de belleza deslumbrante, de quien se decía recibía más alabanzas que la misma diosa, en ese momento el dios Poseidón vio una oportunidad de oro para ejecutar su venganza.

Cuando Perseo se enamoró de MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora