•Capítulo 21•

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Mansión de Philius, actualidad.

-¿Ya habéis acabado con ella? -preguntó Philius, limpiando uno de sus macabros utensilios.

Sus fornidos hombres, Enoch y Luther se miraron entre ellos, confusos.

-¿A quién se refiere, mi señor? -preguntó uno de ellos.

-La Menry. Acordamos que la dejaríais en la habitación oscura para el procedimiento -Philius dejó el paño y el artilugio en su particular altar-. ¿Verdad?

-Mi señor, entendimos otras palabras. Discúlpenos -habló uno de los dos, intentando ocultar sus nervios.

-Pensamos que a lo mejor preferiría que estuviese muerta, ya que la odia tanto... Además, no somos los únicos que lo entendimos así; uno de nuestros compañeros...-el otro fue interrumpido por un rabioso Philius.

-¡Me da igual si hay más! Ella es mi salvación -hizo una pausa-. ¿Dónde está la Menry?

Los dos se callaron, con miedo de salir heridos de aquella situación.

-¡¿DÓNDE ESTÁ?!

Uno de los dos decidió arriesgarse y contarle la verdad a Philius.

En el Bosque Diaboli.

La expresión de Philius empeoró, tanto que empujó con fuerza el altar al suelo, rompiendo todos los objetos frágiles. No tuvo suficiente aire para insultar descaradamente a sus hombres, simplemente quedó a centímetros de sus rostros, indicando su enfado.

-Mi señor -dijo Enoch-, hay una posibilidad de atraparla.

La expresión del adulto cambió de estar decepcionada a curiosa, con intriga de saber las opciones que podría ofrecerle su secuaz.

-El Bosque Diaboli puede ser inmenso, pero, cuenta la leyenda que existe un lago, que comunica el bosque con un campo común de Hiraeth -explicó de nuevo.

-¿Cómo entramos allí? -preguntó.

Los hombres se miraron, sabiendo que la respuesta afectaría a Philius.

-Hay que pagar un precio..., que es mortal -respondió Luther.

····

La niña se acercó a Lilith con cuidado.

-Te he oído llorar, ¿estás bien, desconocida? -dijo con ternura, poniendo su mano en el hombro de Lilith.

La Menry sonrío. Podía apreciar todos los detalles del rostro de la pequeña. Sus pecas abundantes contrastaban con su pálida piel, que estaba manchada de tierra, al igual que su curvada nariz.

Lilith se secó las lágrimas. -No pasa nada, estoy bien. ¿Cómo te llamas?

-Lo siento, mi tía dice que no debo decir mi nombre a desconocidos.

-Oh, entiendo... -comprendió Lilith, dirigiéndole una cálida sonrisa.

De entre los arbustos aparecieron tres personas, dos hombres y una mujer. Ella tenía un aspecto peculiar: era albina, es decir, su piel y su cabello eran totalmente blancos. Sus ojos eran muy extraños, ya que cambiaban de color según el momento. Llevaba un vestido blanco, de hombros anchos y abombados. La parte inferior era igual a una falda normal, con unos sutiles y casi imperceptibles bordados.

Con sus pies descalzos, avanzó unos pasos hacia Lilith.

-Stella, ¿qué estás haciendo cariño? Oh, hola. Percibo un aura muy tóxica en ti, chica Menry -dijo con una calmante voz-. Soy Christine, un placer conocerte -hizo una reverencia.

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