·Capítulo 20·

42 6 1
                                    

Beckett fue el primero en alarmarse. Tiró el cuervo que zampaba con ansia al suelo y comenzó a buscar a Theo con la mirada.

-Beckett, estará buscando el lago -insinuó Oriana.

-Ese Hombre Lobo es capaz de muchas cosas Ori. Antes, me dijo que, si desaparecía, no fuéramos a buscarlo. ¿Creéis que me voy a quedar aquí parado mientras desaparece? Puede atacarle el Terific, o alguna otra criatura... -Beckett recogió su arco y flechas rojas del suelo mientras hablaba con preocupación.

-Beckett, no exageres por favor... -volvió a inquirir Oriana, aunque Beckett ya se había alejado.

-¡Ve con cuidado! -le dijo Malkom a Beckett, quien apenas le oía. Los demás miraron a Malkom frunciendo el ceño-. ¿Qué?

-¿Alguien quiere más ciervo? -preguntó Oriana.

-Dame la cabeza, por favor, aunque no debería comerme al animal-pidió con desesperación y rechazo al mismo tiempo Marestia.

····

Beckett clavaba con fuerza sus zapatillas en las hojas caídas de los secos árboles del bosque. Desesperado, gritó el nombre de su amigo, pero no obtuvo respuesta. No se daría por vencido, tenía que encontrarlo.

El Vampiro era consciente de lo que Theo era capaz de hacer, ya que no era la primera vez que desaparecía repentinamente. El Hombre Lobo huía de su padre, escondiéndose en callejones oscuros sin salida, con intención de no volver a verle.

Beckett se había alejado del punto de encuentro que tenía con sus amigos, tanto que, si miraba atrás, únicamente notaba una fría brisa que acaparaba el bosque.

Algo detuvo su caminata. Un aullido, triste, abundante y reconocible.

-¿Theo?

Beckett corrió hacia el centro de los aullidos. Solo podía pensar en él, y no era solo preocupación.

Corrió tanto que sus piernas fallaban. Su corazón latía con fuerza, cosa que él no podía controlar. No sabía muy bien que sentía en esos momentos. No era lo mismo que sentía con Mary. Con ella, lo único que pensaba era en su físico, ya que sus encuentros se basaban en compartir saliva, sin ningún tipo de compromiso. Con Theo era diferente. Ambos tenían una conexión única, que les permitía hablar horas y horas sin ningún tipo de incomodidad. Beckett se dio cuenta de la diferencia.

Sus ojos encontraron un lago, que brillaba con intensidad en medio del oscuro bosque. Era su salvación, una luz en medio de una abrumante oscuridad.

Llenando un frasco de agua, allí se encontraba Theo, como si nada hubiese pasado, mientras Beckett se acercaba con prisa hacia él.

-Oh, hola, Beckett... -saludó Theo, aunque no pudo acabar de saludarle, ya que Beckett se había lanzado a sus brazos, abrazándole con fuerza.

-Pensaba que te habíamos perdido... -dijo mientras Theo acariciaba su sien.

-Perdóname, os avisaré cuando me vaya -Beckett se alejó de los brazos de Theo, quedando así rostro frente a rostro.

-Theo, yo..., quería decirte que lo siento. Siento haber dudado de nuestra amistad, y de haberte hecho daño. Yo... ¿Cómo puedo hacer que me perdones?

-Sabes perfectamente lo que quiero. Quiero que volvamos a...

Beckett sentía muchas emociones al mismo tiempo. Se mordía el labio inferior y miraba el de Theo al mismo tiempo. No lo pensó dos veces. Tomó la iniciativa y acarició la mejilla de Theo bruscamente. Cerró los ojos, acercó su rostro al de Theo y en aquel instante sus labios colapsaron. Al principio, solo los juntaron, pero no tardarían mucho en moverlos salvajemente, como si tuviesen prisa, pero disfrutando de aquel momento que ambos esperaban.

Hiraeth, el mundo oculto (Libro 1) (DISPONIBLE EN AMAZON) Where stories live. Discover now