abu dhabi; qualy

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| todo tiene un final

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| todo tiene un final

Isabella aterrizó en Emiratos Arabes con un molesto mareo y una gran bola de nervios en el estomago. 

No había sido un vuelo largo, seis horas no eran tanto para el ritmo que ella estaba acostumbrada a mantener. 

Pero la decisión de último minuto, el frenesí por encontrar un pasaje y la sensación de estar a contratiempo por saber que, de alguna manera, esa era su última oportunidad, le había creado un ambiente similar al de alguien que no dormía por una eternidad. 

No entendía muy bien de donde había salido la decisión y ni siquiera estaba tan interesada en hacerlo. Tenía algo de adrenalina contenida en el cuerpo que le decía -le hacía creer- que ella tenía que ir, que debía estar allí.

Había pensado mucho. Se había mantenido en contacto con Sebastián y su nuevo abogado, había conversado con su familia y les había contado la situación. Y hasta había empezado terapia con una profesional que le daba lugar a hablar y a descargar un poco de la presión.

Ahora, esperando un taxi con el amanecer de fondo, sabía que estaba haciendo lo correcto.

Las despedidas eran difíciles y los nuevos comienzos también. Pero Isabella sabía que en Italia no había mucho más para hacer.

Con la causa versus la empresa y los contratos caídos, la muchacha confirmó que era momento de cerrar ese capítulo de su vida y volver a empezar.

Fue mientras miraba la qualy que la idea se le manifestó de forma clara y precisa. Fue al final de la sesión que entró al portal más a mano y busco desesperadamente el pasaje más cercano.

Porque para poder avanzar había que cerrar las heridas. Y para poder sanar, había que poder agradecer y entregar una última sonrisa.

Y aún con el dolor latente de no ser la elegida, de no ser correspondida, esa era toda la despedida que Isabella quería.

-

Charles no había tenido un buen domingo. 

Ni tampoco un buen sábado. 

Para ese momento podía asegurar que no había tenido un buen mes. Y si lo dejaban siquiera tropezarse con la piedra mas chiquita de camino a su sala en el circuito, tiraría por la borda todo ese horrible año. 

Tenía razones para estar frustrado. Había terminado 10, recogiendo solo un punto en su haber, consecuencia de una mala estrategia y la constante mala suerte otra vez. Había perdido dos posiciones en el campeonato. Así como así, porque las cosas parecían esfumársele por entre las manos. 

Y lo peor es que a nadie le importaba. Porque a tan solo metros de él, en una tarima a puro color y luces, estaba Max festejando su campeonato. 

Charles había terminado de dar sus felicitaciones y de declarar su final de temporada. Las reuniones con el equipo lo tendrían que encontrar fresco, cambiado y pasado por agua, a ver si las duchas de los Emiratos le calmaban un poco la insatisfacción. 

Cuando finalmente entró a su habitación, sintió una leve brisa de tranquilidad. Ya no tenía nada por lo que fingir. Ya podría cambiarse, dormir, comer, distraerse y gritar, en ese orden -o en cualquiera- hasta que la bronca no de más. 

Susana, que en los últimos GPs había tomado el lugar de Isabella como su encargada de prensa, se encargaría del resto de las notas que quizás quedaron sin declarar. Isabella, de quien no había tenido ni una noticia más. 

Finalmente, terminó mirando el celular. Twitter más que nada, como si hiciera falta agregarle mas drama a su estado de masoquismo actual.  

Fue cuando leía muy concentrado un hilo que explicaba lo recién sucedido entre Lewis y Max (sí, él tampoco lo terminaba de entender muy bien), que escuchó el golpe en su puerta. 

Lo ignoró, scrolleando para leer el tweet que detallaba los mensajes de radio entre Michel Masi y Toto. 

La puerta volvió a sonar. Levantó la cabeza. 
-¡Estoy ocupado!- exclamó, recostado en el sillón de espaldas a la ventana. 

Pero hubo un golpe más. 

-Es importante, Charles- escuchó la distintiva voz de Paulina y no pudo evitar la oleada de curiosidad. 

¿Qué pasaba? ¿Por qué Paulina estaba allí y no acompañando a Carlos en las muchas notas que el podio obtenido le demandaban dar? 

De mala gana pero algo motivado por la duda generada, se puso de pie y se acomodó el traje que tenía a medio atar a la altura de la cintura. 

-¿Qué es lo que pasa, Paul- se interrumpió apenas abrió la puerta. 

Con un "te toca" susurrado y una palmadita en el hombro, Paulina se esfumó por los pasillos de la instalación, para dejar vista a nadie mas que a Isabella. 

-Hola Charles- habló y el monegasco dudó que de su nombre alguna vez haya sonado tan dulce -¿Podemos hablar?

-

holu

primera parte del final :) 

y esta viene con gif!!! 


red || charles leclercKde žijí příběhy. Začni objevovat