red || charles leclerc

portugal.

| karma a la italiana

Las últimas semanas habían sido tensas. Las primeras impresiones se habían superado e Isabella ya había aprendido que no se puede juzgar un libro por su portada. Y que eso mismo se aplicaba a todo en la vida. 

Tan solo tenía que pensar en sus interacciones con Leclerc, a quien siempre había considerado tímido pero agradable, con sus ojitos verdes y su carita de señorito francés, o monegasca, diría él señalando con el dedo. Una portada que detrás escondía un carácter de mierda y una actitud pésima con sus colegas. O al menos con ella. 

Mientras esperaban el fin de semana que daría inicio al GP de Portugal, ya instalados en el país, la muchacha había tenido que reacomodar la agenda para que Leclerc pueda cumplir con la filmación de un comercial que tenía pactado hacía meses atrás. 

Claramente, el monegasco había accedido de mala gana y se hubiese negado -de nuevo- si no hubiese sido porque el trato estaba hecho pre-Isabella. 

Todas esas sensaciones, se profundizaban al estar encerrados en el auto, camino al set de filmación. La muchacha podía ver la expresión de antipatía en los ojos de él y agradecía que el barbijo le tapase mitad de su cara de hartazgo. 

Ventajas de enemistades en tiempos de covid, pensaba ella.  

Llegar a tiempo fue un alivio, pero no tanto como lo que vendría a continuación. Bajo la supervisión de Isabella, Charles pasó por maquillaje y vestuario en donde se mostró reservado pero cortés. 

El set consistía en una amplia habitación de fondo y piso blanco de un lado y la normal disposición de cámaras y sillas backstage. Mientras esperaban que la producción acomodasen las luces y cámaras de lugar, Isabella vio al piloto pararse en el medio del set, esperando que le diesen el guion y le indicasen qué hacer.

Solo que no había nada que leer. Desde una silla tras bambalinas, Isabella observó como varios presentes se acercaban con un plato de pasta rebalsada en salsa y se paraban alrededor de Charles. 

Solo bastó un grito del director, italiano de raíz, para que los asistentes agarrasen con una mano y le tirasen los fideos a morir. 

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-Que mierda me trajiste a filmar, Isabella...-exclamó el monegasco escapándose para limpiarse la cara bañada en salsa. 

Las ultimas dos horas de filmación habían sido eso: tomas infinitas de gente tirandole distintas pastas a Leclerc. Las primeras tomas habían sido las mas divertidas: al parecer nadie estaba interesado en comentarle al piloto lo que estaba sucediendo. Fideos largos, cortos, tirabuzón, moñito, salsa roja, parmesana. Le limpiaban la cara, le cambiaban la ropa y lo volvían a hacer. 

Una y otra y otra vez.

Isabella no había parado de reírse ni un momento. Hasta había estado tentada de sacarse el barbijo para que su jefe tenga vista completa de sus carcajadas.