holanda

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| después de la tormenta siempre llega

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| después de la tormenta siempre llega... ¿la calma?

-¿Entonces... no fue él?- Paulina preguntó.

Isabella se encontraba en la habitación de la portuguesa, con la vista pegada en alguna página de memes mientras su compañera hacía fuerza para que toda la ropa cupiera en una pequeña valija. Por la ventana entraba la noche de Holanda que daba fin a un nuevo fin de semana de competencia.

Negó con la cabeza y unos segundos más tarde, al darse ver que su compañera estaba demasiado ocupada como para mirarla estar sentada en la cama, expresó la negación.

-Nop, o al menos eso me dijo el domingo pasado.

Era la primera vez en ese fin de semana que las chicas podían sentarse y ponerse al tanto de lo que estaba pasando. Con el accidente de Charles la semana anterior, quien, por suerte, tuvo una pronta -por no decir inmediata- recuperación, y el GP de Holanda recién finalizado, con un sobrio P5 y P6 para los Ferrari, la semana las había superado de trabajo y no les había permitido hablar -ni pensar- otra cosa que no sea el deporte.

-¿Y entonces... vos le crees?- Paulina ahora luchaba con encastrar cual Tetris los tres pares de zapatos que había traído.

Isabella levantó la vista de su celular. Era imposible no creerle. Cualquiera que hubiese visto esos ojos, que lo hubiese escuchado hablar en ese susurro tan íntimo, le creería hasta que el cielo es verde.

-Sí- se resumió a decir.

No era momento de agregar nada más. Ni cómo habían pasado un largo rato viendo memes, ni cómo estaban pegados recostados en una cama de hospital, ni mucho menos como habían estado tan cerca de... besarse.

Fua.

Besarse.

A Isabella le había costado llegar a término de que eso hubiese sucedido. De que se hubieran besado así sin más en el medio de una sala si no hubiese sido por la irrupción poco fortuita de Francesca.

Francesca.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y su mano viajó de manera instintiva uno de sus brazos, exactamente al mismo lugar donde la francesa la había agarrado para hacerla retroceder en su camino a escapar de la habitación.

"Acordate quien es la oficial acá, pendeja. No va a ser Charles el que te defienda cuando estés llorando por meterte donde no debes".

El llamado de atención, o mejor dicho, la zarandeada que Francesca le había dado en un lugar estratégico del umbral de la habitación donde el piloto no las llegaba a ver, le había dejado la sangre helada.

Isabella había aprendido muy bien a hacerse la tonta, a jugarla de oídos sordos, y aunque a veces fracasaba y dejaba que la ira tome forma (aka las veces que le había gritado a su piloto), entendía que esta vez había estado mal, que no podía reclamar nada.

red || charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora