bakú; qualy

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| Una de cal y una de arena

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| Una de cal y una de arena

El fin de semana estaba siendo interesante. Y al menos mas favorecedor que el anterior. 

Aquel sábado en Azerbaiyán, Leclerc había conseguido la pole y el animo en el equipo había mejorado.

Isabella todavía se encontraba en las instalaciones  que Ferrari tenia en el circuito. Se suponia que debía estar trabajando, resolviendo algunas cosas en redes y pasando reporte del día de su piloto. También debía estar escuchando a Paulina, que hacia diez minutos intentaba explicarle algo. Pero con el atardecer que le entraba por la ventana a su costado y el celular que se iluminaba cada dos por tres con un mensaje, sentía que era el momento perfecto para tomarse un break. 

-¿Podes dejar el celular y prestarme atención un segundo?- protestó Paulina al darse cuenta que Isabella había perdido el hilo por cuarta vez consecutiva- ¡Pareces adolescente!¿Con quien hablas tant...¡super max!??? ¿Cómo sucedió esto??- gritó luego de sacarle el celular y ver quien aparecía en la pantalla. 

La cara de Isabella se volvió mas roja que su uniforme de Ferrari. Literalmente, estaba bordo. 

-¡Sh, shh!- exclamó, aunque en la pequeña oficina solo estaba Dante en un escritorio mas alejado.

Paulina la inquirió para que suelte el chisme, para que cuente todo el relato con lujo de detalles. 

E Isabella se dejó sonreír porque la situación había sido divertida.

Después del podio de Verstappen, en algún momento del festejo en Mónaco, ambos jóvenes se habían cruzado en el paddock. 

Con un choque de hombros apropósito, Max había llamado la atención de Isabella.

-¡Felicitaciones, campeón!- le había dicho ella alegremente- Veo que ya estas en pleno festejo- había agregado al ver la lata de Red Bull en la mano.. 

El holandés se había reído exageradamente.
-No niego ni afirmo que esto tiene vodka...pero no digas nada- se acercó a ella para hacer la mímica de un susurro (porque aún a través del barbijo, se notaba que estaba gritando). Isabella solo se había resumido a mirarlo. Entre la adrenalina del triunfo, el traje atado a la cintura, el acento arrastrado y encima que estaba sin gorra...uf, dios mío. 

-¿Ya estás borracho?- le preguntó ella sin retroceder un paso. Agradeció que no hubiese tanta gente alrededor, porque para ser sinceros, la distancia que en ese momento había entre ellos no te pasaba un protocolo Covid. 

-Mmm... no tanto como para hacer papelones pero sí lo suficiente para pedirte tu número...- exclamó casualmente. 

Oh. Maravillosa jugada.

Isabella sintió la sorpresa y el color que le subía por la cara. 

-...a menos que me rechaces, en ese caso, sí, si estoy muy ebrio y no deberías aprovecharte de alguien en este estado, Isabella, ¡qué vergüenza, por favor!- el holandés hablaba rápido, casi sin dejar espacio entre palabras y exageraba cada gesto que hacía.

red || charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora