turquía; qualy

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| rebelión en la granja

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| rebelión en la granja

De todas las formas que Isabella había imaginado pasar el fin de semana, esta no era una de ellas.

La muchacha se encontraba instalada en Mónaco, en esos hoteles que ni con un año de sueldo alcanzaría a pagar, en su semana de descanso después de la montaña rusa de emociones que había sido el GP de Turquía y previo a viajar a Estados Unidos para la próxima carrera.

No era una casualidad que el cumpleaños de Charles cayese un sábado ni mucho menos que el monegasco quisiera que su festejo este a la altura de tirar manteca al techo, como diría su abuela.

Sentada junto a Paulina en una mesa VIP de uno de los bares de Mónaco (estaba segura que en ese país no podía haber mas de tres), Isabella veía desfilar las botellas de champagne y la lluvia de tragos y entre ellas, un poco a lo lejos, la cara de -literalmente- feliz cumpleaños de Charles.

Había bastante gente a su alrededor, la música sonaba fuerte y las luces fluorescentes apenas le permitía reconocer las caras de los demás. Pero al piloto era imposible no distinguirlo, con sus ojos brillantes y el pelo perfectamente despeinado. Y la camisa blanca. Isabella dudaba de que hubiese algún color que no le calzara pero las camisas blancas simplemente eran otro nivel.

-¿Así se sentirá tener un sugar daddy? ¿Que te pague por todo?- la inoportuna pregunta de Paulina la sacó del trance y la hizo llevar la mirada hacia el camarero que le ofrecía servirle más champagne en su copa.

Isabella se forzó a sonreír, después de todo, era un fin de semana de puros festejos. 

Se excusó para ir al baño, dejando atrás a una Paulina entonada a pura charla con un también entonado Carlos.

Caminó hacia las escaleras que llevaban a los baños, subiendo a la planta alta y viendo de reojo la amplia pista de baile. Se apoyó ligeramente en el barandal y observó como la gente bailaba y cantaba debajo de ella. Evitó suspirar, no quería sentirse una dramática pero por mas emocionada que estuviera, algo dentro de ella le decía que estar allí no era una buena idea.

-¿Cuántas copas de alcohol te tengo que comprar para que cambies esa cara?- la voz detrás de ella le hizo estremecerse. Charles le habló al oído, reposando su mano en la parte inferior de la espalda, justo donde el vestido dejaba ver un poco de piel.

Isabella lo miró por sobre su hombro, sonriendo ante la desaparición inmediata de la estúpida vocecita.

-No quiero que me pagues nada mas, Charles- respondió. Porque, después de todo, el monegasco se había hecho cargo de los gastos de Paulina y de ella.

-Me gusta agasajar a mis invitados, y además, vos sos mi invitada especial- respondió él, abrazándola por la cintura y apoyando el mentón en el hombro de Isabella.

Era peligroso que estuvieran así. Solo bastaba con que alguien de la pista levantara la cabeza o que alguien saliera en ese exacto momento del baño y viera como la boca de Charles se hundía en el cuello de Isabella.

red || charles leclercWhere stories live. Discover now