The mischievous, Ciel

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The mischievous, Ciel

-¿Vas a golpearme? - preguntaba el menor retador sin importarle la felina posición en la que era transportado. 
-¿Me crees un salvaje humano como para golpear a una mascota? - 
-¡No soy un animal!-
-Oh my…  Juró que no lo note antes… - responde burlón el demonio dejando caer de c*l0 al pequeño en el piso de la cocina. 
-Deja de… 
-Amo. - se acerca el jefe de la cocina. -¿En qué podemos servirle? ¿Falta algo en el buffet? - 
-No por ahora, pero no vayan a descuidar esa área. Quiero que cuide al mocoso, póngalo a trabajar sin piedad. - 
-Señor… 
-¿Tiene alguna excusa, chef Bard? - 
-Ninguna, señor. Cuidare bien del niño. ¿Cuántas horas desea que trabaje? - 
-Hasta el atardecer. - sale serio de la cocina. 
-Él realmente está molesto. ¿Sucedió algo allá arriba, señorito? - 
-Digamos que el odia que le recuerden su edad. - sonríe. -Pero con tal de hacerlo enojar el trabajo sabrá a gloria. - 

§§§§

Por la noche…

Corriendo por todo el hotel se veía a la rubia Elizabeth completamente angustiada en busca de su primo. Llegó hasta la que recordaba era su habitación, sin embargo se encontró con que una pareja de ancianos se hospeda allí. 

Siguió su camino durante varios minutos, sin embargo no daba con su querido primo, ¿Será acaso que a ese Sebastián se le había ido la mano en la lección y ahora le escondía al lastimado Ciel? 

Más le valía no haberle hecho nada o de lo contrario conocería a la verdadera Elizabeth Ethel Cordelia Middford, esa que de dulce y tierna no tiene nada. 

… 

-Señorita Middford, ¿Buscaba algo? - pregunta la sirvienta Mey-rin que daba la vuelta proveniente de algún pasillo. 
-Busco a mi primo… No está en la que era su habitación de niño. - 
-El amo Sebastián lo llevó al dormitorio más grande del lugar,  el que en vida perteneció a los condes. Sígame, le llevaré… 

… 

-Es aquí.- se detiene frente a una puerta doble. -Pase usted… 
-Gracias… - llama a la puerta, sin embargo no obtiene respuesta alguna. -¿Dónde está Michaelis? - 
-El amo Sebastián hace rato que salió del hotel. - 
-Espero que no haya lastimado a mi primo. Gracias por traerme, ya puedes retirarte. - 
-Permiso. - se despide la criada con una ligera reverencia perdiéndose entre los pasillos del hotel. 
Una vez sola,  la rubia se adentra en la habitación sorprendiendose de ver los muros completamente tapizados de la colección de libros de los difuntos condes, sin embargo lo que más llamó su atención fue el bulto que descansaba de forma descuidada en el centro de la cama. 
Tomó una vela del escritorio y con ella en sus manos se acercó a donde su primo dormía. 
Observó atentamente su cuerpo y notó que él estaba ileso, lo cual le hizo esbozar una sonrisa. No hacía mucho que se había reencontrado con su primo y en los días que llevaba viéndolo pudo notar como las ojeras en su rostro iban aumentando. Sintió alivio de verlo dormir,  por lo cual no pudo evitar dar una caricia en su mejilla despertando al pequeño que le miraba confundido. 

-¿Lizzy? ¿Qué haces aquí? - 
-Vine a buscarte, no te vi en todo el día y temí que Sebastián te hubiera lastimado o algo así. ¿Estás bien? - 
-Estoy bien. - adormilado se sienta. -El no me hizo nada… Bueno, me llevó a la cocina para trabajar allí hoy. Me castigó por arrojar el pan. - suspira. -Y mañana estaré en el mostrador de la recepción. - 
-¿No crees que está siendo muy duro contigo? Si quieres puedo hablar con él para que aminore su castigo. - 
-No es necesario…  Hoy aprendí cosas y estoy seguro de que también lo haré mañana. Quizá si sigo aprendiendo cosas en el futuro pueda vivir por mi mismo sin tener que depender de Sebastián. - 
-Me tienes a mi. - besa la mejilla del menor. -Siempre tendrás mi apoyo y mi ofrecimiento sigue en pié, si tu quieres venir conmigo. - 
-Gracias Liz… Pero si eso sucede en algún momento, seré yo quién vea por ti. - 
-Ciel… 
-Lo siento Liz, realmente estoy muy cansado. - se vuelve a recostar. 
-Está bien. - acaricia la mejilla del menor. -Estaré aquí hasta que te duermas… 

The Boy at The Window Where stories live. Discover now