Frialdad y calidez

1.1K 131 111
                                    

— ¡Akaza, Aka…!

Kyojuro se interrumpió al sentir la bilis subir por su esófago. Se levantó y corrió al baño para vomitar todo, incluso sus sentimientos. Sentía que el corazón le latía a mil por hora, empeorando el dolor de cabeza que lo estaba matando. Estaba mareado, y tan débil, que no podía sostenerse del todo bien.

Una vez sintió el alivio de vaciar el estómago, y después de tirar de la cadena, se arrastró a la regadera y se quedó bajo el chorro de agua fría, intentando acordarse de lo que había hecho el día anterior. Lo peor es que no recordaba más allá de estar bebiendo con Giyuu y hablar con él, tanto del joven Kamado, como de Akaza.

Quizá en algún momento habló de lo tierno que le parecía. Sí, recordaba más o menos esa conversación, porque Giyuu comenzó a fantasear de su vida con Tanjiro como si ya tuviera todo planeado. Y estaba clarísimo que no era la primera vez que imaginaba algo así. El problema llegó cuando se dió cuenta que él no había hecho ese ejercicio.

Las preguntas: "¿Cómo sería vivir con Akaza?" o "¿Cómo sería despertar a su lado?" llenaron su mente y se sintió tan miserable deseando algo que estaba tan cerca que tomó el celular y…

— Ay no… — jadeó aterrado al recordar más o menos la conversación. — ¡Ay no! — gritó con más fuerza, aún cuando eso le arrancó un gesto de dolor.

No necesitaba forzarse a recordar, Akaza más o menos lo había ayudado a llenar esas lagunas mentales, y todo regresaba al mismo punto: "¿Por qué me rechazas diciendo que no soy lo que buscas y después me marcas borracho diciendo que me amas?".

— ¿Estás bien? — apenas pudo escuchar la voz patosa y adolorida de Giyuu.

— No. — murmuró. — La cagué.

No sabía si estaba llorando del coraje, del dolor, o porque había arruinado la relación con su destinado antes de siquiera empezar.

— ¡Douma, ¿podrías ayudarnos a practicar?! Se acercan las competencias interescolares y nadie batea como tú.

— ¡Douma! ¿Tienes tiempo? ¿Podrías ayudar al club de kendo?

— Oye, Douma. ¿Puedes hablar con el director? Es que tenemos una idea para el festival escolar.

El rubio le sonrió amable a cada una de esas personas y ellos ni siquiera notaron lo fastidiado que estaba con ellos. Lo único bueno de ese ciclo escolar, es que era el último.

— Lo lamento, tengo una cita. — respondió animado. 

Las chicas, y algunos chicos, se sorprendieron y desilusionaron al escuchar eso. ¡¿Douma teniendo una cita?! ¿Después de rechazar vez tras vez a cualquiera que se le declarara?

Él ignoró todas esas preguntas lanzadas hacia él tan efusivamente y sólo caminó con una sonrisa ensayada a la salida, mientras tarareaba emocionado. No había esperado que Mukago le mandara un mensaje rogando por su ayuda tan pronto, por lo que el profesor Rengoku debió haber hecho un movimiento interesante.

Cuando salió a la calle notó una figura en uniforme verde que llamó su atención. Era Hakuji, que como todas las tardes había venido a esperar a su esposa. Era la primera vez que se encontraban, pues en esos momentos estaba tan centrado en crearse una buena reputación, ahora que Akaza no estaba a su alrededor, que salía o muy temprano o muy tarde. El pelinegro lo miró furioso, y él le respondió con una sonrisa divertida. No podía pelear, aún no. Se había asegurado de eso. Así que solo se dio vuelta y caminó en dirección al distrito comercial. Había acordado encontrarse ahí con Mukago. 

Estando a punto de llegar se preguntó cuál sería la mejor forma de abordarla. Podía mostrarse asustado y nervioso como el día anterior, ¿o molesto?. No, molesto no serviría. Así que estando a unos metros de la cafetería tomó un suspiro y se echó a correr.

Rewrite the starsWo Geschichten leben. Entdecke jetzt