Los pajaritos cantaban temprano, alegres por los escudos nubosos en el cielo, que tapaban por completo los rayos del sol y hacían más fácil aguantar el calor que la tierra misma emanaba. Tierra seca y dura. La lluvia en días así era un milagro, un sueño hecho realidad.
Pero alguien había ganado a muchas aves esta mañana, ese alguien era Tobio, que concentrado pulió su arma, la revisó y revisó, para comprobar una y más veces que efectivamente amaba esa cosa, era perfecta. Quería comprarsela a Kenma, pero tuvo la sensación de que si llegara a ofrecer aquello, terminaría en otro duelo, y el rubio no sería su padrino.
Sábado en la mañana, esperando que el mediodía llegara, Tobio sintió nervios, nervios que se transformaron en sudor en las manos, pequeños dolores de panza e inquietud. No podía parar de caminar y revisar su arma. Pero también sintió una descarga de energía recorrer todo su cuerpo, una emoción que nunca antes había experimentado: la adrenalina del peligro inminente y la felicidad por tener una razón para querer sobrevivir, fueron una mezcla extraña dentro de él, pero se sentí bien, se sentía vivo.El duelo se llevaría a cabo esa misma jornada, al sonar el gran reloj marcando las doce horas del mediodía, los tiradores finalmente decidirían a base o no de sangre, quién era el mejor y reclamarían sus determinados premios.
El trato al final quedó de la siguiente manera; Si Tobio resultara ser el vencedor, Atsumu desaparecería por siempre de la vida de Shoyo y sus cercanos, además de quedarse con el honor y orgullo de ganar la batalla y proteger lo que ama; y si Atsumu fuera el ganador, Tobio dejaría de interponerse en su camino y no podría hacer nada en contra de Atsumu.Shiro recién supo acerca del duelo esa mañana, cuando Atsumu fué a él para pedirle ser su padrino. Shoyo estaba oculto viendo la escena, y luego rápido fué a la posada de Kenma, para encontrarse con Tobio para contarle lo que vió y oyó.
–– ¡¿Y aceptó?!––
— Si. Estaba enojado contigo por armar tanto alboroto en vano. Por eso aceptó. Papá te quiere muerto— advirtió Shoyo, notablemente preocupado, tanto por su voz como por su expresión.
Quería parar a Tobio, pero ya era tarde, se odiaba a si mismo por no haberlo hecho antes. Al fin y al cabo, Tobio sólo era un tipo nuevo que se metió en todo este enredo por su culpa. Si tan sólo fuera más firme o valiente, pensó que quizá podría enfrentarse a su papá y soltar sus sentimientos, como así también todo lo que llevaba guardado desde hace años.
Estaba asustado, no por él, sino por Tobio. Si él terminaba herido, o en el peor de los casos, muerto, Shoyo no se imaginaba la culpa y el dolor que lo esperaba, sentía que no sería tan fuerte como para vivir con eso.—No quiero que hagas esto, Tobio— Dijo Shoyo, consumido por la presión del miedo.
— ¿Qué?—
— ¡Déjame a mi!—
— ¡Ni de chiste!, Este es un duelo que yo mismo pedí, no le daría mi lugar ni al mejor tirador del mundo— Tobio estaba sorprendido por la inesperada propuesta del otro —Y mucho menos a ti. Si te pasa algo, yo no...—
— ¡Y lo mismo me pasa a mi!— Shoyo estalló — Al menos ríndete. Haré lo que Atsumu quiera, pero al menos sabiendo que estás con vida. Prefiero eso a que mueras en el intento— Se sintió egoísta. Eso no es lo que quiso decir, pero ya lo hizo.
Pero pensó después que estaba bien, si debía ser egoísta o un mal nacido una vez para salvar la vida de Tobio, entonces lo valía.
Rogó en silencio clavando su mirada en la de Tobio, mientras este se quedó en blanco. Luego se volteó, respondido de espaldas, cabizbajo.
— Ya lo decidí— Se giró un poco, y sonrió suave - Y no pienso perder. Ganaré por ti-
Se alejó y entró a la casa. Dejó a Shoyo con Kenma, que vió todo.
— Él... estaba un poco ansioso hace unos momentos— Dijo Kenma, sacudiendo un poco de tierra de su pantalones — Pero gracias a ti se ve mucho mejor—
— No vine a animarlo. Quería que lo dejara—
— Yo noté eso, y si fuera yo te haría caso. Pero es Tobio. Significa que debes ser más, no sé, ¿Tonto? Para entenderlo—Shoyo pensó un momento, y en eso el primer pensamiento que tuvo fué un recuerdo, el recuerdo de Tobio llegando al bar.
Shoyo lo vió primero. Alto, perdido de pies a cabeza, y cuando se le quedó viendo, Shoyo recordó reír a mitad de la canción debido a la cara de Tobio. Cuando terminó de cantar salió rápido del escenario para ir a reírse tranquilo, casi segundos después dicho extraño entró en su casa y le dijo un montón de cosas bonitas de un suspiro, atrapando a Shoyo en ese instante.
Tobio era tan común, un ciudadano como el resto, tan ordinario y normal, pero el sabía cómo nadie la manera de usar ese estilo. Natural como él solo, su estupidez podría ser confundida con brillantez en cualquier caso, y esa era su mayor ventaja.
Shoyo rió - Espero ser lo suficientemente tonto-
Kenma a su lado lo miró preocupado, pero después rió también. El hacer ese comentario hablaba por si sólo.
Renovado, Tobio salió afuera, y junto a Kenma y Shoyo partieron a la plaza del reloj.Estaba nublado, llovería en cualquier momento, pero mientras no lo hacía el calor si estaba presente. El polvo volaba con las pisadas y la brisa. Plantas secas y el suelo agrietado.
En las ventanas los viejos sabios pensaban en lo bonito que era este día para un duelo, y lo pensaron porque lo sabían, igual que todo el pueblo.
Cuatro o cinco años pasaron de la última vez que alguien murió por un duelo, y otros años más desde los últimos enfrentamientos. Las personas estaban aburridas, Karasuno perdió la vieja reputación de ser la ciudad negra, el pueblo de las armas. Pero este día llegó, para ser un fiasco, o ser el mejor duelo que el viejo reloj haya visto.Once horas con treinta minutos de un nuboso día sábado. Tobio, Shoyo y Kenma esperaban a la izquierda del gran reloj, todavía sin Atsumu a la vista.
— ¿Cuál es el plan?, Tobio— Preguntó Shoyo, a sus espadas.
— Usaré el estilo de Kodzuken— respondió — Lo único que debo hacer disparar primero, y darle al objetivo. No quiero matarlo, no importa que tanto lo odie—
La voz de Tobio jamás había sonado tan firme y segura, pero eso estaba bien. Ser neutral y sereno era todo lo que necesitaba.Los tres miraron en una misma dirección, cuando el aire pareció cortarse y los sonidos pararon, como si las aves dejarán de cantar para anunciarlo.
Atsumu giró en una esquina y se acercaba en línea recta a ellos, acompañado por Shiro. Eso disgustó a Shoyo, mucho.
— Shoyo, es hora de que salgas de la pista— Le dijo Kenma.
En respuesta él asintió, pero antes de irse se paró delante de Tobio, tomó su cabeza con ambas manos y lo besó en la frente. Al alejarse le dijo —Por favor, no falles— y después corrió lejos de a linea de tiro.
Tobio por más felíz que se sintió, no perdió la calma, incluso se sintió más tranquilo.
— No fallaré— Susurró. Tocó su frente, y la misma mano se la llevó a la boca, cerró los ojos y plantó un delicado beso.
Cuando abrió los ojos miró el reloj, marcando las once con cuarenta y cinco minutos.Pronto liberaría a Shoyo de estos mostruos, con una bala y ni una gota de sangre.

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Our song
FanfictionMúsica country, armas, un pueblo dejado en el olvido y Tobio tratando de atrapar el corazón con la voz más bonita del mundo.