Capítulo ocho

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Miércoles en la mañana, té rápido con pan y mermelada, botas bien puestas y a seguir practicando tiro.
–– Debo convertirme en la bala–– susurró, viendo atento a la lata que quería derribar.
Kenma veía a Tobio desde adentro, a través de la ventana — Ja, mira quién llegó— dió otro sorbo a su taza de té.
— ¡Tobio!—
Se desconcentró y jaló el gatillo, por supuesto herrando epicamente. Se volteó hacia quién lo llamó y vió a Yamaguchi, notablemente enojado.
— Hola, Yams— Saludó Tobio, tratando de verse felíz— ¿Qué pasó?—
— ¿Cuándo piensas ir a trabajar?—
— ¿Qué?—
— ¡Te recuerdo que trabajas en el Bar!, ¡Tu mismo me rogaste para que te dé un lugar!—
— Si estoy trabajando. Soy el co-escritor de Shoyo, y por cierto, ayer terminó su primera canción—
— ¡Eso es una mentira!, Además, ¿Por qué le disparas a esas latas?—
— Estoy practicando—
— ¿Para qué?—
— Para el sábado. Olvidé decirte ésto antes, pero, reté a Atsumu a un duelo—
Yamaguchi quedó boquiabierto. Tobio era muy capaz de seguir sorprendiendo a las personas con su estupidez.
— ¿Kenma te está enseñando?— fué lo primero que pudo decir.
— Si—
— ¿Dónde está?—
— Aquí— Anunció Kenma su presencia,  parado junto a la puerta.
Yamaguchi avanzó hacia él, más enojado que cuando llegó. Tomó a Kenma del cuello de su camisa con ambas manos y lo obligó a apoyar su espalda contra la pared.
— Vas a hacer que lo maten— Dijo, amenazante.
— Él estará bien, lo hubiera detenido de saber que será peligroso—
Ésto hizo a Yamaguchi fruncir aún más el ceño. Soltó a Kenma, retrocedió un par de pasos hacia atrás y se quitó el pañuelo del cuello.
Kenma abrió sus ojos, grandes de sorpresa, al ver una cicatriz en el cuello de Yamaguchi. No le costó nada saber cuál era la historia detrás de ella.
— La tuya debe ser peor, no pongas esa cara—
— Pensé que habías muerto—
— Pues no, estoy más vivo que tú—
Tobio, viendo todo desde un lado — ¡Entonces si fuiste tú!— apuntaba a Yamaguchi con su dedo índice — Pero si tú disparaste primero, significa que eres mejor que Kenma—
— No, porque hice trampa—
A la vez Kenma y Tobio — ¿Qué?— preguntaron.
— Disparé antes de la marca. De no ser así, sólo tendría un agujero en el sombrero, y no el recuerdo de estar un mes en el hospital— Explicó Yamaguchi, cabizbajo.
— Pero, ¿Cómo es que Shoyo no lo sabe?— Preguntó Tobio.
— Porque Kodzuken era su héroe. No quería que supiera que casi muero por enfrentarme a él —
— ¿Entonces por qué me retaste en primer lugar?—
Yamaguchi apretó los puños y se sentía avergonzado. Por qué rayos estaba hablando sobre eso con estos dos.
— ¡Lo hice por Shoyo!, ¡Él siempre se la pasaba hablando de Kodzuken y yo también quería ser alguien genial para él!—
Tobio recordó entonces, algo que Shoyo dijo días atrás.
— Shoyo me contó que no fué al último duelo de Kodzuken, porque estaba muy triste como para hacerlo...— Yamaguchi miró a Tobio — Estaba triste porque tú te habías ido. No tenías nada que demostrar, siempre fuiste importante para él, incluso más que Kodzuken—
Desde que conoció a Tobio, Yamaguchi pensó que era un idiota, pero mientras más lo conocía, descubrió que era más que eso. Pero nunca pensó que un día estaría agradecido por sus palabras.
— Ah. Es bueno saber eso — Yamaguchi sonrió.
— Vaya, incluso eres un poco lindo cuando sonríes, Yamaguchi—
— Cállate si no quieres que me ponga del lado de Atsumu—

En el bar, o mejor dicho en su casa, Yamaguchi entró y vió a Shoyo en la sala, como siempre con su guitarra y su cuaderno, rasgando y escribiendo, escribiendo y rasgando.
— Tobio me contó sobre el duelo—
— ¿Si?, ¿Él está aquí?— Respondió Shoyo, emocionado.
Yamaguchi no quería creer lo felíz que Shoyo se ponía con solo mencionar ese nombre.
— No, yo fuí a darle una pequeña lección—
Se sentó junto a él, un momento en silencio, mientras oía a Shoyo tararear.
— Yo fuí quién retó a Kodzuken... a Kenma, a su último duelo—
Shoyo detuvo lo que hacía y se giró para ver a Yamaguchi, que contó la historia mirando al frente, dándole su perfil a Shoyo.
— Tadashi, pero yo—
— Tobio ya me lo dijo— Miró a Shoyo, le sonrió y luego revolvió su cabello — Gracias—
Se puso de pie, pero antes de salir Shoyo dijo algo entre risas, que lo inquietó bastante.
— Siempre dices que Tobio es un tonto pero, tu eres más parecido a él de lo que crees—
Yamaguchi sólo pudo sonreír y salir de ahí pensando en “no puede ser, no puede ser, no puede ser. ”

El sol caía y con él la temperatura, mientras Tobio seguía practicando su puntería.
— ¿Sabías que necesitas un padrino?— Preguntó Kenma, cuando vió a Tobio cansado.
— ¿Qué es eso?— Sus piernas dolían y tenía ambos brazos casi adormecidos.
— En los duelos serios, ambas partes deben tener un padrino, que se escargue de verificar que todo será justo, y también son útiles en caso de que alguno salga herido— explicó.
— Ah—
— ¿Planeas matarlo o sólo asustarlo?—
Con ese pregunta, más el cansancio, Tobio empezó a caer en el hecho, en la realidad. Retó a desconocido a un maldito duelo, y no tenía idea de qué hacer. No era ni la mitad de bueno que Yamaguchi o Kenma, era un don nadie que vino de otro pueblo a... morir.
— No quiere matarlo, lo sé— Lo despertó, Kenma — Sólo quieres darle un susto, ¿No es verdad?—
— Si—
— De eso se trata un duelo, al fin y al cabo ¡Todo se trata del honor!—
Tobio dió un gran suspiro, teniendo la mente un poco menos nublada. Y para mejorar sus situación, cierto chico guitarrista apareció ante ellos.
— ¡Tobio, Kenma! ¡Hola!— saludó mientras llegaba corriendo.
Ambos hombres saludaron al chico y vieron algo que les llamó la atención, una carta.
— Esto lo dejó Atsumu hoy, dijo que es para ti— dijo para Tobio.
Él tomó la carta y la leyó en voz alta. Lo que había en ella eran las reglas para el duelo, además del horario exacto.
— Esto es más formal de lo que pensé— Se quejó, al terminar de leerla.
— Se supone que tú debías organizar los detalles— Regañó Kenma y arrebató el papel de las manos ajenas — Eres el retador después de todo—
— ¿Tienes esa pistola?, Kenma—
Apartó la carta hacia abajo y miró a Tobio con una sonrisa — Sígueme a ya sabes que lugar— ordenó, enfatizando en el gesto que hizo con la cabeza.
Escalofríos atraparon a las extremidades de Tobio, y siguió a Kenma que ya había empezado a caminar.
Shoyo, detrás de Tobio — Estoy teniendo un deja vu— susurró.
— Yo igual— respondió Tobio.
De nuevo en la habitación del icónico armario armado, Kenma lo abrió dejando que la luz de la luna nueva se filtrara en las bellezas de ahí dentro. Y entre ellas, Kenma sacó exactamente la que se pedía en la carta.
Se volteó hacia los otros dos y después del -chic, chic- por el ajuste del arma, le dijo a Tobio — Me ofrezco como tú padrino—
— Será un placer. Gracias— Tobio realmente, realmente estaba agradecido de tener a Kenma de su lado.
Su futuro sería muy diferente y oscuro de no ser ese el caso.

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