7. Go Bulldogs!

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Recordando su época deportiva era como conocía de sobra el sentido de pertenencia que una institución podía brindar a sus alumnos adolescentes, los cuales se mantenían en una etapa de descubrimiento constante. En su momento, ser parte de los Bulldogs para Archie fue sentirse dentro de un grupo de personas que compartían la pasión por ese deporte en el que debió aprender a trabajar en equipo para conseguir aquellas victorias que, si bien eran gracias al esfuerzo de cada uno de los miembros, también tenían un sabor personal por el empeño que le había dedicado a los entrenamientos y era justo eso lo que sintió que le estaba haciendo falta a Riverdale High. Algo que despertara el sentido competitivo de los jóvenes pero, sobre todo, el de pertenencia con la institución a la que asistían y en la que se estaban formando. No tan solo lo necesitaba la secundaria, sino también todo el pueblo, pero de momento solo estaba a su alcance el poder hacer algo en su lugar de trabajo.

No iba a negarlo, en parte su decisión también influenció el querer enfrentarse personalmente como entrenador a Reggie Mantle que estaba haciendo el mismo trabajo en la preparatoria Stonewall, el máximo rival de los Bulldogs históricamente. Por un momento pensó que no lo lograría, que no conseguiría reunir mínimamente aquellas once personas que cualquier equipo de fútbol americano requería, pero antes de perder la esperanza completó el cupo y ahora solo restaba conseguir financiación, más no creía que resultara tan difícil suponiendo que la escuela contaba con fondos destinados al área de deportes. Algo que resultó cierto, pero que a última hora fueron desviados hacia otra área.

No estaba en él darse por vencido, por lo que continuó buscando alguien capaz de invertir en su plan y así fue como llegó hasta Cheryl Blossom en una visita que no salió para nada como esperaba. Entonces fue cuando pensó que todo aquello por lo que había estado trabajando en la semana no prosperaría de ninguna manera, pero tampoco hallaba el valor para informárselo a aquel pequeño grupo de jóvenes que había formado. Había agotado las posibilidades de encontrar dentro de la escuela alguien que pudiese patrocinarlo, no obstante, quedaba alguien quien creía que podía hacerlo. Pedir patrocinio o dinero directamente nunca fue algo que le agradara, pero en estas circunstancias no era para él y, teniendo en cuenta las limitadas opciones que tenía para conseguirlo, solo pensó en una persona que podría ayudarlo, aquella que siempre lo había hecho sin importar qué. Le pareció extraño, incluso un tanto incómodo, no obstante, tras meditarlo durante gran parte del día tomó el coraje que necesitaba y cerca de las ocho de la noche estuvo golpeando la puerta de aquel apartamento del Pembrooke en el que tantas veces antes había estado. Solo esperaba que su última esperanza estuviese dentro para recibirlo y explicarle su propuesta.

Por otro lado, además de su cargo como profesora en Riverdale High Veronica tenía en mente instalar un nuevo negocio en el pueblo. La semana estaba llegando a su fin y, por lo tanto, también la hora de que junto a su esposo organizaran sus agendas. Si querían que su matrimonio funcionara en aquella nueva realidad ambos tenían que poner de su parte y hacerse a la idea de que de ahora en más tendrían dos hogares, uno en Riverdale y otro en Nueva York, hogares a los que tendrían que viajar de cuando en cuando para poder pasar tiempo juntos sin que sus actividades se vieran afectadas en el proceso. Y en eso estaban, ambos acomodados en el sillón de dos cuerpos de la sala del apartamento con sus agendas en mano determinando cuando viajarían, cuántos días se quedarían... hasta que unos golpes en la puerta llamaron su atención.

—Deja, yo voy —murmuró la pelinegra levantándose del sofá para recorrer los pocos pasos que la separaban de la entrada del apartamento.

—Claro, te espero —contestó el hombre dejando la libreta y el bolígrafo sobre la mesa.

Desde que había llegado al pueblo para intentar recuperar su matrimonio se enteró de las actividades que estaba realizando su esposa, entre ellas ser docente de Riverdale High y de su deseo por querer abrir su propio negocio. Aunque no le gustaba que la pelinegra se estresara tanto, cosa que se lo hacía saber, intentaba ser un poco más flexible con ella como lo era antes del accidente. Los días e incluso las semanas pasaron rápido y ahora que tenían tiempo se encontraban organizando sus agendas para no descuidar sus asuntos en Nueva York. No estaba siendo una tarea difícil la de llegar a varios acuerdos hasta que esa visita inesperada los interrumpió.

Extraños otra vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora