CAPÍTULO VIII

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Al llegar a Jinae, pudo ubicar la casa de Marco. Amarró a su caballo a un lado del abrevadero para que su caballo pudiera hidratarse. Su amigo salió casi corriendo, ya que había escuchado los cascos de un caballo y estaba seguro que se trataba de Mikasa, y no se equivocó. La pelinegra estaba bajando su maleta y el obsequio para su anfitriona, pero Marco corrió hacía ella y le quitó las cosas.

— Me alegra de que llegaras antes del anochecer, ven pasa, mamá quiere verte.— Mikasa sonrió y sintió ese calor familiar que rodeaba la casa de Marco.

— ¡Mikasa! Me alegra que hayas venido. No te veía desde su graduación.— La señora Bott la abrazó y después de mucho tiempo, volvió a sentir unos brazos maternales rodearla.— De seguro debes estar hambrienta y cansada, ven, la comida ya está lista.

La señora Bott le sirvió un gran plato de un estofado de carne con verduras; después de comer estuvieron conversando sobre su estadía en la legión y de las misiones fuera de las murallas.

— Mamá, deberías ver a Mikasa en acción. Es asombrosa, ella y el capitán Levi son los mejores de la legión.

— Marco también es asombroso, por algo está en el equipo elite. No podría hacer lo que hago sin él. Marco cuida de mi y yo de él.

— Me alegra saber que Marco tiene una amiga como tú, me tranquiliza saber que se cuidan las espaldas. Hijo, Mikasa debe estar cansada, llévala a su habitación.

El pelinegro tomó su maleta y Mikasa tomó el regalo para la señora Bott y fue a entregárselo.

— Esto es para usted.— Le extendió la bolsa y la señora Bott saco el vestido de color verde oliva que combinaba con sus ojos.

— ¡Oh, Mikasa! No tenías que hacerlo, muchas gracias cariño.— La madre de Marco la volvió a abrazar.— Buenas noches, descansen.

Marco la guio hasta la habitación de huéspedes, el pelinegro dejó su maleta sobre la cama y Mikasa se dejó caer en ella; estaba exhausta, no había dormido en más de un día.

— Estoy cansada y llena. Tu madre cocina delicioso.

— Se lo diré, te dejaré dormir. Descansa Mikasa.

— Descansa Marco.

Mikasa destendió la cama y en el momento en que tocó la almohada se quedó dormida. Supo que durmió mucho cuando los rayos del sol fueron los responsables de despertarla. Una vez que acomodó la cama y se arregló, fue hacía la cocina donde se escuchaban voces. En la mesa había jugo de naranja, huevos cocidos, pan y un pastel en el centro.

— ¡Feliz cumpleaños, Mikasa!— Dijeron a la vez los Bott y los dos la abrazaron.

— Muchas gracias...—, respondió Mikasa.

— Ven Mikasa, sopla las velas.

Mikasa no había celebrado su cumpleaños desde los trece años, y agradeció mucho la sorpresa que habían preparado para ella. Aproximadamente a las cinco de la tarde partieron de la casa Bott y llegaron al cuartel una hora y media después.

— Mikasa, ¿qué harás ahora?— Le preguntó Marco, mientras caminaban hacía el cuartel.

— Iré a tomar un baño y después iré al comedor para la cena.

— Bien, aún es tu cumpleaños, así que usa algo lindo para la cena. Pasaré por ti en media hora.  ¡Nos vemos!

La azabache se quedó parada ahí mientras veía como Marco se alejaba, ese comportamiento era extraño, pero lo dejó pasar; llegó a su habitación y no se encontró a Petra en ella, supuso que aún no regresaba. Tomó una vestido azul de manga larga, ajustado hasta la cadera, de falda holgada. Término de ponerse las botas y fue cuando unos golpes en la puerta le indican que Marco ya estaba ahí.

Efecto MariposaOnde histórias criam vida. Descubra agora