—¿Qué haces? —Titubee confundida.

—Bebe —me pidió acercando su mano a mi boca. Me alejé con asco.

—No. —Dije rápidamente.

—Hazlo, Gabrielle —insistió.

Al saber que no tendría más opción y que de cualquier manera me haría beberla, acerqué mis labios a su muñeca y bebí. Su sangre inundó mi boca, no sabía tan mal como yo imaginaba; sujeté su muñeca con firmeza, me sorprendí a mí misma de hacerlo, pero su sangre provocaba cosas extrañas en mí que me hacían querer seguir bebiéndola con ímpetu y desesperación.

—Basta —lo escuché decir, pero no lo obedecí—. Gabrielle —me llamó de nuevo.

Alejó su mano de mi boca súbitamente. Me dejé caer sobre la cama. Cerré los ojos, mi boca deseaba beber más de su sangre ¿por qué? Ni yo lo entendía.

Sentí como poco a poco el dolor de mi espalda y cabeza iba disminuyendo. Admiré a Hadrien que permanecía serio sin quitarme la vista de encima.

—¿Te sientes mejor? —Preguntó y por un instante se notó vulnerable.

—Sí..., ¿es por tu sangre? —Quise reafirmar.

—Sí —respondió seco. Me senté sobre la cama con cuidado.

—Ni siquiera pienses que te daré las gracias, ya que fuiste tú quien me dejó en este estado —Hadrien sonrió de lado, una sonrisa que no pareció forzada.

—Esa boquita... —Susurró negando con la cabeza.

Lo ignoré y me moví de un lado a otro, dándome cuenta de que el dolor se había ido. Sonreí.

—Tengo hambre —dije deslizándome fuera de la cama ante su atenta mirada.

—Bien, en un momento te traerán algo —comentó imitándome y poniéndose de pie.

—¿Qué hora es? —Le pregunté.

—De madrugada —contestó dirigiéndose a la puerta a paso lento, como si en realidad no quisiera irse.

—No piensas despertar a la servidumbre ¿cierto? —Inquirí cruzándome de brazos.

—Sí —murmuró como si nada, abriendo la puerta.

—Olvídalo, yo misma me prepararé algo —dije yendo a donde él.

—No. Quédate aquí —me pidió sin ser brusco. Negué.

—No. No quiero que despiertes a nadie, sólo quiero un emparedado —le hice saber llegando a su lado.

—Eres tan... Exasperante —espetó molesto.

—Pues ya que voy a ser tu esposa, no te queda opción que aguantarme por toda la eternidad, y créeme, voy hacer que te arrepientas de haberme elegido —dije sonriendo.

Hadrien entornó los ojos y apretó los labios, pero no dijo nada más.

—Vamos —sonreí aún más. Abrió la puerta para mí y salimos juntos de la habitación.

—El suelo está helado —cuchicheé.

—Tienes más de cien pares de zapatos en el armario, si estás descalza es por tu gusto —reprimí las ganas de responderle. No tenía ánimos de pelear.

Momentos más tarde entramos a la cocina. Toda en ella era de colores oscuros, como el dueño. La cocina era hermosa, eso no podía negarlo. Espaciosa, moderna y con todo lo que necesitara un buen chef para cocinar.

—Siéntate —espetó tosco, pero daba la impresión de que no lo hacía a propósito, sino que simplemente esa era su forma de ser y hablar.

Lo obedecí. Fui hacia un taburete y me senté. Hadrien encendió la luz y comenzó a moverse por la cocina mientras tanto yo lo observaba.

A tu lado ©Where stories live. Discover now