🌻Capítulo 25🌻

856 187 71
                                    

—Entonces

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Entonces... así es cómo terminé aquí, lejos de todos mis amigos, quedándome en casa de unos desconocidos, huyendo de mis sentimientos, huyendo de sus sentimientos —Él me da una mirada de reproche y supongo lo que quiere decirme—. Sí lo sé —digo levantando una mano para excusarme—, sé que soy una cobarde y que tal vez esté siendo un poco dramática, como siempre, pero trata de entenderme un poquito. ¿Alguna vez has soñado con algo completamente imposible y de pronto de diste cuenta de que eso podría ser real?

»Cuando eso pasa, uno no sabe como actuar, qué hacer. Las emociones no son racionales, a veces nos hacen correr tan rápido que nadie sería capaz de detenernos, pero en otras, esas emociones nos paralizan.

Mi acompañante gira su cabeza demostrando que no me entiende. Y es normal ya que el precioso peludo (o debería decir espinudo) que tengo entre mis manos es un pequeño erizo africano me ha estado escuchando por cerca de una hora.

A él puedo contarle todo lo que guardo en mi interior mientras reposa plácidamente sobre mis piernas y yo le acaricio las espinas, espinas que, por increíble que parezca, son muy suaves al tacto.

—¿Tú qué consejo me das? —pregunto levantándolo a la altura de mis ojos para ver los suyos que son comos dos canicas negras en medio de su espeso pelaje blanco.

—Ir y hablar con él —responde.

—¿En serio me respondiste? —dudo mirándolo incrédula—. Definitivamente, estoy más loca de lo que imaginaba.

—Él no, pero yo sí lo hice—habla una voz a mi espalda.

Ahogo un grito cuando me percato de la presencia de Román. Él sonríe de esa manera tan suya y es imposible que yo no haga lo mismo al verlo. Se sacude la cabeza y unos mechones rubios caen desordenados en su frente enmarcando el color de sus ojos, que a la luz del sol brillan con la intensidad de dos diamantes azules.

No ha pasado mucho tiempo desde que lo vi por última vez allá en Caracas, pero sin duda luce como otra persona. Y lo confirmo cuando, sin perder la sonrisa, me empuja con cariño, se sienta a mi lado en la banca y comienza a acariciar al erizo que tengo en mi regazo.

Su presencia ya no me afecta tanto como hace unas semanas atrás, pero darle una miradita cuando está así de cerca es una oportunidad que no puedo dejar pasar, ¿o sí?

Vistiendo un pataloncillo de color caqui y una camisa de cuadros celeste se asemeja más un al chico de playa de alguna película que al chico recatado que se sonrojaba por todo; y debo admitir que me agrada el cambio, aunque aún no conozco qué lo propició.

—¿Por qué estás aquí, Marisol? —pregunta con voz suave sin dejar de acariciar las espinas de su pequeña mascota.

—Porque tú me invitaste —respondo con obviedad sin entender el motivo de su pregunta.

Cartas de la chica girasol - COMPLETA ✅Where stories live. Discover now