"Sonríe, porque alguien te quiere en secreto.
Atentamente, la chica girasol".
Así suelen terminar las cartas enviadas de manera anónima por Marisol Romero, una joven florista caraqueña a la que le encanta pasar sus horas libres buscando la manera de...
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Capítulo dedicado a _ElecthraP_ por su apoyo a la historia.
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Hay días en los que una sabe que serán complicados incluso antes de levantarnos de la cama.
Hoy ha sido uno de esos días.
Estamos por finalizar octubre y las lluvias siguen haciendo de las suyas en la cuidad.
Desde temprano, Andrea y yo tuvimos que sortear varios obstáculos para llegar a trabajar: Por la calle principal bajaba una mezcla de basura y lodo, los buses no estaban trabajando, así que tuvimos que irnos caminando, por más de treinta minutos, hasta llegar a la estación del tren. La cual se encontraba medio inundada, pero seguían trabajando.
Esperamos en el andén por unos cuarenta minutos más hasta que, por fin, llegó el tren. Creíamos que podríamos relajarnos hasta llegar al centro comercial, sin embargo, las fallas eléctricas hicieron que el recorrido de cinco estaciones tardara casi tres veces más de lo normal, además no había aire acondicionado dentro del tren.
El mundo se caía desde el cielo en forma de lluvia cuando salimos del metro, pero dentro del centro comercial era otro mundo, incluso teníamos algunas clientas esperando por nosotras.
Los truenos siguen escuchándose incluso estando en la tienda y el aire se siente húmedo y denso. Muchas personas han estado entrando y saliendo de la floristería, pero pocas han comprado. La mayoría simplemente está pasando el tiempo mientras escampa.
Mi teléfono vibra en el bolsillo trasero de mis pantalones; es una notificación del chico Olivo.
Chica Girasol Martes, 27 de oct. 2020, 11:32. a.m. Un poquito, pero nada del otro mundo, tú sabes cómo son las cosas aquí cuando llueve. ¿Y tú? ¿Te mojaste mucho?
Chico Olivo Martes, 27 de oct. 2020, 11:33. a.m. Algo, lo bueno es que donde estoy está haciendo calor y ya me aclimaté. Por cierto, me encanta ese suéter rojo, hace que tus mejillas se vean más rosadas.
Instintivamente levanto la vista mirando al rededor, buscando a posibles espías, pero solo veo a los clientes y ninguno tiene un teléfono en la mano.
—Niña, ¿quieres atenderme? ¿O te vas a pasar todo el día mirando el celular como sin hacer más? —reclama una mujer que está delante de mí.
Siento que mi cara comienza a arder, y aprieto los labios para evitar que salga algo que no deba decir. Finjo mi mejor sonrisa y le respondo:
—Disculpe, no estaba atenta. ¿En qué puedo ayudarle?
