"Sonríe, porque alguien te quiere en secreto.
Atentamente, la chica girasol".
Así suelen terminar las cartas enviadas de manera anónima por Marisol Romero, una joven florista caraqueña a la que le encanta pasar sus horas libres buscando la manera de...
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—Listo, quedamos así —digo a la chica que está al otro lado de la línea telefónica—. Te paso la confirmación del pago y la dirección de la entrega por WhatsApp. Mil gracias y saludos a Ari —me despido para luego sonreírle a Román.
—¿Qué te dijeron? —pregunta con la impaciencia de un niño al que le prometieron una golosina, pero que aún no se la dan.
—Bueno, que sí, que tienen todo para hacer la entrega. Sólo nos queda hacerle el pago y que decidas cuando quieres que se la lleven a tu mami —explico—. No te preocupes, que ellos son unos genios; todo quedará hermoso.
Román me contó que quería hacerle un regalo sorpresa a su mamá. Aunque él no tenía idea de qué quería, sabía que debía ser algo sorprenderte e inolvidable.
Por eso, lo primero que se me vino a la mente fue un arreglo de fresas cubiertas con chocolate, que además incluya sus flores favoritas, y yo conozco a la persona indicada para ese trabajo.
Es una chica llamada Ariadna, mi tocaya, por casualidades de la vida. Ella comenzó su emprendimiento hace unos años, cuando recién salía de bachillerato. Después de hacer una infinidad de cursos, por fin encontró algo que sentía que era "lo suyo", y hoy es una de las mejores fruristas de Caracas. Estoy segura de que a la señora Micaela, la mamá de Román, le encantará.
—Ok, ya tenemos listo esto —digo, después de enviar los datos que nos faltaban— ¿Tienes otra idea en mente, o te parece que esto es suficiente? —le pregunto a Román, que se encuentra justo a mi lado.
El parece pensarlo y agarra un lápiz y una hoja que están junto a la computadora, y comienza a anotar algunas ideas. Yo me asomo sobre su hombro para espiarlo.
—Desayuno sorpresa, almuerzo en un restaurante, arreglo frutal...—leo en voz alta.
—Siento que todo se trata de comida —dice Román en modo que queja—. ¿Sabes? Me gustaría romper la rutina. ¿Si fueras tú la que le va a regalar algo a su mamá, qué sería?
Yo no tengo ni qué pensarlo, cada cierto tiempo, mi papá, mi hermano y yo nos ponemos de acuerdo para sorprender a mamá.
—Lo que más le gusta a ella es tener tiempo a solas consigo misma. Así que haría eso —digo con simpleza levantando mis hombros.
—¿Tiempo a solas con ella misma? —repite Román, haciendo un gesto de que no comprende lo que le dije.
Cuando hace esto, su nariz se arruga y resaltan sus pecas. Yo sonrió sin proponérmelo, se me hace muy tierno verlo ahí, haciendo todo lo posible por agradar a su mamá.
—Sí, un día de Spa —explico con una sonrisa en mis labios—. A mi mamá le encanta que la consientan y la mimen. Cuando hace eso, llega a casa radiante.
A Román parece gustarle la idea y la anota en su lista, junto con otras ideas.
—Román, ¿puedo preguntarte algo? —interrumpo; él me ve y asiente—. ¿Celebrarás algo especial con tu mamá?
