¿32?

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Lo primero que siente al abrir sus ojos es el dolor recorrer todo si cuerpo, el más mínimo movimiento dolía como el infierno y está seguro que la herida en su pierna todavía no deja de sangrar, pero no hay nada que pudiera hacer en aquel pequeño lugar de paredes de piedra en el que se encontraba.

Aún bajo las protestas de su cuerpo logra estirar su brazo y tantear el piso en busca de aquella desgastada manta que sabe que está cerca y cuando logra dar con no puede evitar soltar una pequeña sonrisa a pesar de la situación en la que se encuentra, esas pequeñas victorias son la única cosa que lo mantienen cuerdo a pesar de todo.

Atrae la manta hacia él y con lentitud se envuelve en ella buscando algo de calor en aquella fría... ¿Noche? No estaba del todo seguro, pero los gritos que escuchaba a la lejanía le hacían intuir que ya había anochecido.

Se queda en una esquina pegado a la pared rogando a quien sea que quiera escucharlo que esa noche no le toque salir a la arena, que esa noche no tenga que arrebatarle la vida a nadie solo para prolongar un poco más la suya, que esa noche no tenga que irse a dormir con el sabor metálico de la sangre en sus labios para luego vomitar lo poco que le habían dado de comer.

Siente las lágrimas comenzar a bajar por sus costados y se muerde la lengua con fuerza para evitar soltar algún sonido, nada bueno le pasa a aquellos que hacen algún ruido que pueda molestar a los guardias.

Cuando siente el sabor metálico de su sangre invadir su boca sabe que tiene que parar si no quiere perder también la lengua además de la vista y mete un poco de la manta a su boca para callar sus sollozos ignorado el horrible sabor que está tiene y aferrándose a aquella cadena en su cuello que fue lo único que le permitieron conservar.

Pasa por sus dedos los dijes tocando las inscripciones que tiene trayendo a su mente a aquellos que se las dieron, esperando que su recuerdo logré calmarlo como su presencia lo hacía en aquellos días en los que todos era libre, cuando podía seguir adelante con tan solo un beso de ellos y no tenía que recordar cómo se sentían sus labios contra su piel para poder ganar un poco más de fuerza y así aguantar un poco más.

Sus lágrimas comienzan a para y puede sacar la manta de su boca respirando de forma calmada para no hacer ningún ruido, pero se detiene de golpe al escuchar como los gritos de la multitud comienzan a disminuir y no puede evitar temblar, pronto será su turno.

Escucha unos pasos acercarse junto a un sonido de arrastre e instintivamente se pegan más a la pared al escuchar a las personas pasar.

— Me sorprende que durará tanto —

— Lo sé, no se esperaba mucho de un conejo y aún así duro medio año —

— El jefe no se pondrá contento al saber que murió, era el favorito de la mayoría —

— No lo creo, simplemente traerá otro del prostíbulo para darle una lección a aquellos que todavía intentan escapar —

Las voces comienzan a alejarse entre risas, el temblor en su cuerpo sigue y una pequeña lágrima se le escapa. No sabe quién acaba de morir, nunca conocía a ninguno de los otros híbridos que estaban cautivos en ese lugar, pero no puede evitar llorar por su muerte aunque sabe que ahora está en un mejor lugar.

Porque morir es mejor que seguir siendo tratado como un animal de feria que solo sirve para entretener a un montón de extraños que disfrutan verlo luchar por su vida y que se regocijan con cada herida que recibe, que sería mucho más fácil simplemente dejarse matar y terminar con todo aquel sufrimiento y dolor que lo atormenta día tras día, pero todavía no puede rendirse.

¿𝚀𝚞𝚒é𝚗𝚎𝚜 𝚜𝚘𝚗? | RuwigettaWhere stories live. Discover now