Capítulo 11

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—Pero... —murmuró.

—Bueno, alguien puede haberse hecho una herida o algo parecido —intenté calmar los pensamientos de Blair, los cuales no serían buenos, gracias a su borrachera.

—No es nada extraño —añadió—. ¿Verdad, Lexi?

—Claro que no —le di una pequeña sonrisa y me levanté.

Ella hizo lo mismo y se quedó mirándome. La miré también.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Nada —dijo, después de agitar su cabeza.

Entramos hacia la habitación, suponía que para irnos. Blair se tambaleó de tal forma al entrar, qué tropezó con la pata de la cama y cayó al suelo. Como un acto reflejo, agarré su brazo y en pocos segundos, se incorporó de nuevo.

Comenzó a reírse y yo hice lo mismo. Blair iba demasiado borracha. Paró de reírse y yo hice lo mismo. Contemplé sus ojos maquillados, un tanto manchados. Su sudor hizo que se le corriera el maquillaje.

Sus ojos tenían un brillo que hacía que Blair se viera más profunda, como alguien que tuviera mucha historia por contar.

Me di cuenta de su belleza, sus perfectos rasgos y facciones que la hacían tan guapa. Ya sabía que era guapa, pero no te das cuenta realmente cuando te paras delante de esa persona y la observas tan bien.

—Lo siento —dijo, girándose, rompiendo nuestro contacto visual.

—¿Estás bien? —pregunté, mientras salíamos de la habitación.

—Sí, gracias —dijo.

Bajamos las escaleras y nos quedamos ahí, quietas, durante unos segundos, hasta que rompí nuestro silencio.

—Creo que me iré —le miré—. ¿Quieres acompañarme?

—No, gracias, pero no es necesario —sonrió y se fue por su camino.

Suspiré y busqué a Cameron con la mirada entre la gente. En cuanto le localicé, me acerqué a él. Estaba de pie, hablando con una tía.

—Hola —dije.

Cameron y la chica me miraron rápidamente. Cam esbozó una sonrisa. Tenía sus mejillas un tanto coloradas.

—¡Lexi, hola! —me saludó de vuelta, emocionado—. Ella es Juliah.

—Hola, encantada —dijo la chica. Le di una sonrisa y volví a mirar a mi mejor amigo.

—Juliah, creo que tengo que irme —Cam le dijo a la chica—. Hablamos.

Cam pasó su brazo por mis hombros y juntos, salimos de la casa.

Caminábamos por las oscuras calles del pueblo, uno pegado al otro. Eso hacía que entráramos en calor antes.

—¿Seguirás hablando con Juliah? —le pregunté.

—No sé —contestó, levantando sus hombros—. Es interesante y guapa, quizás.

—No salgas con ella.

Cam me miró en cuanto lo dije, con el ceño fruncido.

—¿Y por qué no?

Cam solo había estado con una chica durante nuestra amistad, y le destrozó. Hace 3 años de eso, pero aún le cuesta un poco confiar en otras chicas. Y yo, como su mejor amiga, quiero cuidarlo, tan solo prevenir. No quiero que vuelva a pasarlo tan mal.

—Hazlo si realmente te gusta —respondí—. Pero si no, no lo hagas.

—Lo sé —desvió su mirada—. Sé cuidarme, pero gracias.

Le di un leve codazo en la cintura con mi brazo, y comenzó a reírse. Me reí junto a él mientras seguíamos nuestro camino a casa.

Cuando llegamos a su calle, me despedí de él y seguí caminando hacia mi casa. El cielo estaba resaltado por las estrellas, brillaban con mucho poder.

Un disparo de cámara me sacó de mis pensamientos. Me asusté. Era de noche, tarde, y no creo que fueran los periodistas o algo así. Miré a mi alrededor.

Estoy segura de que si alguien me estuviera viendo ahora mismo, pensaría que estoy loca.

No vi a nadie, así que seguí caminando. Ahora más lenta, no estaba confiada. No me sentía segura.

Escuché una cremallera cerrarse, entonces, me detuve de nuevo. Unos pasos se acercaban desde la esquina que estaba por doblar.

Mi corazón se aceleró, estaba aterrorizada.

¿Y si alguien venía a hacerme daño? ¿Era el asesino de Gerard? Claro, no sabemos si vive aquí para hacernos la vida imposible. ¿Y si ese era su objetivo ahora? Romper esta ciudad.

Entonces esa persona se asomó. Era una chica joven. Al verme quieta, se detuvo antes de pasar de largo.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí, gracias —fingí una sonrisa y continué caminando.

Me giré disimuladamente para comprobar que se iba. Efectivamente, se iba. Suspiré, pero no aliviada. No creo que esa chica estuviera haciendo fotos a esta hora.

Algo en mí me decía que no me relajara hasta llegar a casa.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas, como era de esperar. No podía parar de pensar. Ahora de verdad, ¿y si el asesino de Gerard pretende asesinar a más personas? ¿Y si...?

Antes de que pudiera seguir creando paranoias en mi cabeza, saqué el teléfono de mi bolso y busqué el contacto de Dylan. Acto seguido, le llamé.

—¿Sí? —dijo.

—Dylan —suspiré—. Por favor, ¿puedes venir?

—¿Dónde estás? —contestó decidido, mientras se escuchaba como caminaba.

Fue un acto reflejo llamar a Dylan. O no. No sé, mi instinto me ha dicho que necesitaba llamar a alguien, alguien que me acompañara y me distrajera. Quizás Dylan aún estaba con esa tía en la fiesta, o no, quizás ya estaba en su casa, pero estaba segura de que Dylan conseguiría distraerme.

Spooky classDonde viven las historias. Descúbrelo ahora