Capítulo 10

8 2 0
                                    

Caminaba por los pasillos del instituto junto a Cam, entre clase y clase. Kiara, la chica popular del colegio, nos detuvo.

—¡Cameron, Lexi! —exclamó con una sonrisa falsa—. Cuánto tiempo.

—Hola —dije.

Era extraño que precisamente Kiara nos hablara, ya que suele mirarnos de arriba a abajo con desprecio.

—A lo que iba —continúa—. ¿Venís a la fiesta de esta noche en mi casa o no os relacionáis con nadie más que no seáis vosotros?

—¿Qué fiesta? —pregunto.

—A las 23:00 en mi casa, viene mucha gente.

Cam y yo nos miramos entre nosotros unos segundos, y, después de un asentimiento de cabezas a la vez, volvimos a mirarla.

—Allí estaremos —dijo Cam.

—Sí, supongo... —apreté mis labios en una fina línea.

Kiara nos dio una sonrisa y siguió su camino, supongo que seguiría preguntándole a más gente. Miré a Cam mientras volvíamos a caminar.

—¿En serio...?

—Sí, quizás hasta nos divertimos —dice.

—¿Tú crees? —contesté, no muy convencida.

—Lexi, sí. No pongas pegas —insiste—. Es solo una noche, no creo que nos venga tan mal.

Suspiré, dejando de quejarme. No me gustaban las fiestas. No las odio, pero a veces me satura la gente dando botes y golpes mientras intentan bailar. Se llega a hacer insoportable.

Estaba totalmente lista. Me miré una última vez en el espejo de mi recibidor. Analicé mi vestido.

Exacto, vestido. No tenía planeado ponerme un vestido, pero Cam dice que me quedan muy bien, y me ha obligado a llevar uno. Es negro, de tirantes. Resalta las curvas de mi cuerpo perfectamente, aferrándose a este.

—Vamos, Lexi —insiste—. Estás muy guapa, deja de mirarte.

—¿Seguro? —dije, sin apartar la vista del reflejo—. Es que no estoy segura de que...

—Lexi, cállate.

Cam agarra mi brazo y nos saca de casa.

Salimos del coche de Cam y caminamos hacia la entrada de la enorme casa de Kiara. Está abierto, así que entramos directamente. La música invade nuestros oídos. Hay gente jugando a los típicos juegos de fiestas, otros bailan, otros beben, otros charlan...

Cam se separa de mí en cuanto ve a uno de sus amigos. Creo que es uno de sus amigos, no lo sé, no los conozco muy bien.

—¡Bruno, tío! —exclamó Cam abrazándolo. Me acerco a ellos.

—Cam —sonríe Bruno. Acto seguido, me mira—. Lexi, cuánto tiempo. Vas muy guapa.

—Gracias —le doy una rápida sonrisa de boca cerrada y miro a Cam—. Voy a por bebida.

Antes de que Cam pudiera hablar, sigo hablando;

—No voy a traerte nada, vas tú —dije, para, entonces, caminar hacia la cocina.

Me serví un vaso con no sé qué alcohol era, ni me fijé. Di el primer trago y me apoyé en la encimera de la isla de la cocina, viendo a la gente pasar mientras bebía poco a poco.

—¡Morena!

Me giré.

—Hola, Dylan —sonreí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—No lo sé ni yo.

Dylan asintió, y fue a apoyarse a mi lado, pero se apartó con rapidez.

—¿Bailas? —preguntó mirándome atento a mi respuesta.

—¿Qué? —dije, y a continuación, solté una risa amarga—. No.

—¡Vamos, no seas amargada! —insistió—. Por favor.

Rodé mis ojos y miré hacia otra parte, rechazándole. Dylan me agarró del brazo y me apartó de mi sitio, sacándome a bailar. Mejor dicho, obligándome a hacerlo.

—Baila, Lexi —dijo, mientras se movía—. No seas aburrida.

Mordí mis labios, para no rechazarlo otra vez, y comencé a moverme también.

Después de un rato bailando con Dylan como dos idiotas, se detuvo.

—Voy a por más bebida —dijo.

Se fue con nuestros vasos a la cocina y me quedé en un sillón esperando.

Cuando noté que tardaba demasiado en volver, me levanté para ir a verle. En cuanto entré a la cocina, le vi, apoyado contra la pared con una chica besándole mientras él le agarraba la cintura y ella el cuello.

Fruncí mi ceño. Iugh.

Volví a coger un vaso y me serví de nuevo la misma bebida. Le di un trago mientras me dirigía a las escaleras de la casa.

Subí y crucé un largo pasillo hasta entrar en una de las habitaciones. Una vacía, no quería encontrar nada raro o interrumpir algo.

Salí hacia la terraza de la habitación para apoyarme en la barandilla y simplemente, beber mientras miro el cielo. Sola.

O no.

Escuché unos pasos entrando a la habitación y, con rapidez, me giré para ver quién era.

Blair.

Caminaba tambaleándose, aferrándose a todo lo que podía por no caerse. Salió a la terraza, y cuando levantó su cabeza, me vio.

—Uy, Lexi —dijo, con una voz de borracha—. ¿Interrumpo algo?

Ya soltó la primera tontería. La miré, y noté que quería apoyarse a la barandilla también, así que la ayudé un poco, para que no se cayera.

Soltó una bocanada de aire.

—Qué mierda de fiesta —dijo.

—Pero bien que te has emborrachado.

—Por eso mismo.

Solté una carcajada mirándola. Tenía la cara colorada, sus mejillas estaban rojas. Quizás incluso había bailado.

—Has venido muy guapa —dijo, mirándome de reojo.

—Gracias —una sonrisa se escapó de mi boca.

Blair miró sus pies, contemplando el suelo. De repente, se agachó observando algo.

—¿A quién se le ocurre tirar ketchup aquí fuera? —dijo, mirando una pequeña mancha roja en el suelo.

Me agaché a su lado. Pasé el dedo por la mancha, extrañada.

—No es ketchup —dije—. Es sangre seca...

Blair miró la mancha unos segundos más para, acto seguido, mirarme sorprendida.

Spooky classWhere stories live. Discover now