Me senté en una silla a esperar que llegara el pelinegro. Varios segundos después sentí que alguien tomó asiento a mi lado, al girar la cabeza me encontré con la chica que antes Tiago observaba.

—¿Es tu novio? —preguntó con cautela.

—¿Disculpa? —Me giré hacia ella mientras entrelazaba mis manos por encima de la mesa. La mirada que le estaba dando no era amable, pero ella no parecía incomodarse.

—El chico que se acaba de ir, el que está en la barra, ¿es tu novio?

Miré de lejos a Tiago antes de volver mi atención a la chica.

—No. Lo acabo de conocer. ¿Ha pasado algo?

—No... solo se me hace parecido a alguien que conocí hace un tiempo —dijo restándole importancia e intentó levantarse de la silla, pero puse mi mano en la suya para que se quedara.

—Se llama Tiago.

Al escuchar el nombre ella se tensó y desvío la mirada.

—Tiago —soltó una suave risa—. Es él.

—¿Te hizo algo?

—¿Cuenta haberme salvado de que me desfiguraran la cara?

Arrugué las cejas.

—¿Tiago te salvó? —pregunté incrédula. Ella me miró curiosa por mi pronta sorpresa.

—Sí. ¿Por qué te sorprendes?

—Bueno... es que míralo —ambas dirigimos nuestras miradas hacia el susodicho—, parece del tipo de millonario que no se preocupa por los demás.

—Sí, pero hay algo extraño en él. ¿En lo que va de la noche no lo has notado?

—No. Se ha comportado muy bien conmigo.

—Ten cuidado, ¿sí? —Su mirada reflejaba preocupación.

—¿De qué?

—Cuando lo conocí todo fue muy extraño, tanto lo que dijo como lo que sucedió. O sea, fue la persona indicada en el momento preciso, me parece como si le hubieran ordenado que estuviese ahí. Nunca le presté atención a ese suceso, pero hace poco lo volví a ver fuera de mi casa, o bueno —puso los ojos en blanco—... donde vivía. No creo que sea un chico de fiar.

—Lo siento, pero creo no poder ayudarte —le dije intentando levantarme del asiento, pero esta vez fue su turno de detenerme.

—No busco ayuda, solo trato de advertirte. Recuerdo que me dijo que era muy peligroso cuando portaba un arma, y estoy segura que le he visto una. También alababa mucho mi belleza y mientras sonreía su mirada parecía retorcida —Miró rápidamente a la barra antes de volver su atención a mí—. Ten cuidado.

Pestañeé varias veces.

—¿Crees que sea un asesino serial? —cuestioné.

Ella lamió sus labios y esbozó una sonrisa amable.

—No sé, pero me da muy mala espina.

—¿Sabes? Sí hay algo extraño que noté en él —confesé y ella se inclinó un poco hacia mí—. Tiene tatuada una corona en la cadera, últimamente he escuchado mucho sobre eso...

Me removí, inquieta. No sabía cómo abordar ese tema, pero no iba a perder la oportunidad de saber si ella tenía conocimiento sobre eso.

Bingo.

La chica se quedó atónita y volvió a sentarse recta en la silla. Desvío la mirada y se mordió los labios antes de contestar:

—Lo único que puedo decirte es que esas personas van a morir.

Me quedé pasmada.

—Algún día todos vamos a morir —me burlé.

—Mira, creo que esos pertenecen a una secta o algo parecido. Si tienen el tatuaje es como un símbolo de muerte; se van a suicidar o los van a matar en un corto plazo. —Pareció dudar un poco—. O quizás es un simple tatuaje.

Ella miró de reojo que Tiago se acercaba.

—Gracias —le dije. Me puse de pie y ella hizo lo mismo.

—¿Y si vienes conmigo? Así te alejas de él.

Le ofrecí una sonrisa amable, su preocupación era genuina.

—No te preocupes, yo me encargo. Te prometo que tendré cuidado.

Ella asintió y me apretó el hombro con afecto antes de irse.

—Hiciste una amiga —comentó Tiago llegando hacia mí con un trago.

Puse los ojos en blanco y comencé a caminar con él hacia donde estaban Tiana y Engel.

—¿Por qué la mirabas fijamente? —le pregunté.

—¿Celosa?

—¿De qué? ¿De que a ella la puedes matar y a mí no?

Soltó una risa.

—Tampoco puedo matar a Yass.

—¿Se llama así?

—Yassarahy Vázquez.

Abrí los ojos en sorpresa, pero traté de no perder la compostura. En ese momento no sabía qué exactamente estaba sintiendo, si esa era ella, Engel no mintió al contarme lo que pasó cuando me dejaron en el hotel. Se suponía que Tiago la había salvado porque alguien le pidió el favor, o algo por el estilo... al igual que esparcir las cenizas en aquel parque abandonado y verificar que ella estuviese bien era parte de una promesa.

•••

Varias horas después estaba cansada de tanto bailar, ya sentía el calor de alcohol en mis mejillas y me encontraba un poco mareada. Dejé a Engel bailando con Tiana y fui a sentarme en uno de los taburetes de la barra, la verdad era que esos dos se estaban llevando bien. Tiago había ido en busca de... no recuerdo qué, pero le había dicho que aquí lo esperaba.

De un momento a otro tenía la cabeza apoyada en la barra mientras lentamente el sueño me iba consumiendo.

—Si no sabes tomar deberías considerar no venir a estos eventos —comentó una voz familiar.

Abrí los ojos y me encontré a Alessio mirándome con desprecio. Ese muchachito me caía muy mal.

—Si nadie te ha pedido opinión deberías considerar cerrar la maldita boca.

—Calma, fiera —dijo Tialess tomando asiento a mi otro lado.

Al escuchar esa frase un recuerdo vino a mi mente. Me senté bien en el taburete y miré de reojo al castaño.

Calma, fiera.

Tragué saliva y me dije a mí misma que lo que estaba pensando no podía ser, de seguro habían miles de personas que repetían esa frase.

Tialess entrecerró sus ojos hacia mí y me repasó de arriba hacia abajo con una actitud hostil.

—Whisky sin hielo, por favor —pidió—. Y un mojito para la dama.

Arrugué las cejas y lo miré fijamente.

—¿Por qué un mojito?

Él soltó una risa y negó.

—No te cayó bien el ron a la roca.

El misterio que me persigue ©Where stories live. Discover now