Epílogo.

92 18 6
                                    

El principito—: “Cuando te hayas consolado, te alegrarás de haberme conocido”.

Evangeline Daxton.

23 de diciembre del 2016.

Me despido de todos con un fuerte abrazo, sintiéndome como alguien nuevo. Me duele dejar a las maravillosas personas que dejo aquí, pero me propongo a venir a visitarlos aunque sea una vez al mes. Subo a la camioneta de Jaren, luego de guardar cada uno de mis cuadros y mi maleta. Arranca el auto y viajamos escuchando a los Beatles. Yesterday sueña y me recuesto contra el asiento, dispuesta a disfrutar los cortos 19 minutos de viaje.

Se siente bien poder decir “Oye, ya soy yo de nuevo” y saber que es así de verdad. Al inicio de todo esto pensaba que no iba a salir nunca del Answorth, pero todo comenzó a marchar bien desde que llegó mi mejor amigo a alegrarme la existencia.

Mi familia fue a visitarme hace un par de días, pero no tienen ni idea de que voy hoy, así que estoy con los nervios de punta. No he visto a Elliot Silver desde aquel día en el hospital, y no espero verlo hoy. No tiene sentido que esté en mi casa, pero mi corazón late nada más de imaginarlo allá. No tiene sentido que lo niegue, quiero a Elliot, pero fue muy egoísta y yo lo que necesitaba era apoyo, no algo que me ayudara a quedarme.

Le sonrio a Jaren por el espejo, mientras le guiño mi ojo de color verde. Sí, comencé a usar un lente sin modificación de color, por lo que ahora oficialmente luzco mi heterocromía.

Volver a casa se me hace un trabajo difícil, ya que me acostumbré a la rutina del Answorth y pensaba durar más tiempo allá, pero me alegra saber que ya estoy bien. Tratamos muy bien mi insomnio, y ahora ya no bebo medicación para dormir, y la dosis del resto bajó considerablemente. Estoy orgullosa de todo el trabajo que logramos a través de estos meses,

Veo el frente de mi casa y me emociono, voy a ver a toda mi familia. Evan para estás fechas debe estar aquí por las vacaciones de navidad, así que estoy demasiado contenta. En lo que Jaren estaciona el auto, salgo corriendo en dirección a la puerta, sin importarme las suaves gotas de agua que caen hacia el suelo. Toco el timbre y la puerta es abierta inmediatamente por mi madre, quien casi deja caer a mi hermanita Elena de la impresión.

—¡Evie! ¡Dios mio! ¿Como es que estás aquí? —pregunta haciéndome entrar. Jaren lo hace después de mí.

—Se me olvidó decirles un pequeño detalle —le cuento al oído—. Fui dada de alta hoy, y lo supe desde hace una semana.

Hace un mohín—: ¿Tenías que llegar de sorpresa? Sabes como soy yo, no me gustan estas cosas. Jaren, hijo, un gusto verte. ¿Quieres quedarte a almorzar?

—Ya almorzamos, mamá —le informo—. Jaren va a visitar a su madre, pero primero va a ayudarme a guardar mis cosas.

Salimos los dos y cargamos mi montón de cosas hacia el ático de la casa, mi habitación. Cuando cargo con el último, siento a alguien abrazarme fuertemente; la Evangeline del pasado hubiera apartado a cualquiera si la hubieran abordado de esa forma, pero yo miro la cabellera rubia de mi hermano Phin y le devuelvo el abrazo.

—Perdóname, Evie —murmura contra mi cabello, y yo cierro los ojos—. No quería decirte aquellas cosas y nunca tuve la oportunidad de hablar contigo acerca de ello.

—Tranquilo, pelos de elote —respondo de igual forma, trayendo al presente un viejo apodo de cuando era un niño—. Sé que no lo hiciste con intención, yo te amo muchísimo.

—Yo más —dice y otras tres personas se unen al abrazo de hermanos.

Mi mellizo, Clara y Hugo nos abrazan a los dos, y pronto lo hacen mis padres. Me siento tan querida, tan apreciada, que lamento cada uno de los momentos que perdí huyendo en mi pasado, pero me dispongo a no volver a huir más nunca. Los amo demasiado, son mi razón de ser, el motor de mi vida.

—•—•—•—

Cuelgo el cuadro de las estrellas frente a mi cama, y me lanzo en ella para observar las reales, las que hay sobre mi cabeza. Esta fue una de las cosas que extrañé muchísimo cuando estaba en el hospital, si hubiera tenido uno igual allá, todo hubiera sido más fácil.

Veo las estrellas, empapando mi mente de ellas, porque había perdido mi rumbo, y ahora encuentro de nuevo mi guía, la brújula que me ayuda a avanzar.

Sin la luz de las de la izquierda no hubiera podido superar mi primer ataque de ansiedad.

Sin la luz de las de la derecha no hubiera podido dormir después de las pesadillas.

Si la luz de las estrellas, no hubiera podido seguir adelante cuando me encerré aquí luego de lo que sucedió.

Porque siempre que las miro, encuentro calma, paz, serenidad, alivio, al centrarme en ellas puedo refugiarme en una burbuja, olvidarme de lo que pasa afuera y centrarme en lo que ocurre en mí.

Y ahora que puedo pensar con claridad, las admiro simplemente para prometer que más nunca voy a dejar ir mi espíritu, más nunca voy a decaer.

—Hola, Evangeline —dice alguien al entrar en mi habitación.

Pensaba que no iba a verlo más, que iba a huir de mí después de lo que sucedió en el hospital, pero aquí está, afrontando la realidad de sus acciones.

—Hola, Elliot —susurro un poco afectada por su presencia.

—Veo que estás contemplando las estrellas —intenta romper el silencio incómodo—. Cada vez que las veía me preguntaba si habías recuperado tu brillo, si habías vuelto a sonreír.

—Podías comprobarlo —menciono un poco tensa—. Podías visitarme y ver que tal estaba.

—No —niega—. Me sentía el causante de todo por no vigilar lo suficiente a Elise. No sabía que hacer. Los primeros días después de tu partida fueron difíciles, pero tu hermano me dijo que visitara a un terapeuta, que iba a hacerme bien hablar. Y lo hice, y comprendí que mi actitud aquel día no había sido correcta y que debía disculparme, pero no quería ir hacia allá porque tú necesitabas tu espacio y yo solo iba a complicarte más la existencia. Discúlpame por haber sido tan egoísta, tan tonto, debía pensar en tí y no en mí. Yo te quiero muchísimo, Evangeline, y no quiero perder una oportunidad contigo.

Sus palabras me sorprenden demasiado, no me esperaba que se disculpara de esta forma.

—Yo también te quiero, Elliot —contesto, sonriendo a medias—. En este momento soy un espíritu libre, quiero explorar mi mente y liberarme de cada una de mis cadenas, pero espero que quieras ayudarme y no salgas huyendo.

—No me iré —promete—, pero no me apartes de tu lado.

—No lo haré —digo de igual forma.

Devuelvo mi vista hacia el tragaluz, saboreando la sensación de paz que me recorre.

—Y ahí está esa mirada, ese brillo que siempre he admirado —dice embelesado—. Esa magia que me envuelve, que me atrapa y que acaba conmigo, el encanto de la chica de la ventana hacia las estrellas.

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now