Capítulo dieciséis.

68 21 0
                                    

Un avión a Portugal— “Rompí dos muñecas, no solo una, y resulta que el que rompe también termina por romperse en el proceso”.

Evangeline Daxton.

Alguien toca la puerta, y es la interrupción que necesito para recomponerme. Agradezco ser del tipo de personas que no usa maquillaje seguido, porque de seguro tuviera el rostro lleno de manchas negras. Siento cosquillas en mi nariz, lo que significa que ha de estar roja por el llanto. Saco un pañuelo de mi bolso y seco mi rostro, borrando las secuelas de las lágrimas. Veo que Elliot se levanta y atiende a quien sea que se encuentra al otro lado de la puerta, mientras yo intento desesperadamente bloquear lo que ocurrió con anterioridad. Mi jefe se acerca con dos bolsas grandes, y las deja en la mesa frente a nosotros, prestando atención a mis movimientos.

Carraspeo—: Gracias, Elliot, solo necesito tiempo para asimilar una noticia, eso es todo —justifico—. Estoy sensible por ello, pero no te involucra, no te preocupes.

Sonrío para aliviar el semblante preocupado que porta gracias a la escena anterior, y eso parece relajarlo un poco—: ¿Tienes hambre? —pregunta.

—Algo así —respondo y comienza a sacar cosas de las bolsas—. ¿Qué tal tu día?

—Hoy ha sido bastante tranquilo, dentro de lo que cabe —dice mirándome fijamente—. ¿El tuyo?

—Un poco caótico, aunque no explosivo —me encojo de hombros para restarle importancia—. ¿A qué hora traen a Elise?

Me entrega un plato de vidrio y sirve en él un montón de comida China, repite el procedimiento para consigo y se sienta un poco alejado de mi, mirándome. Recuerda que le he hecho una pregunta y responde—: Aproximadamente a las tres, más o menos. ¿Te gusta la comida China? La verdad es que la pedí para nosotros y no estaba seguro de si te gustaba.

—Sí, me gusta —contesto, y para dar fe de ello, comienzo a comer el arroz con los palillos, demostrando mi agilidad—. No tendrías que haberte tomado la molestia de invitarme, estás ocupado en tu trabajo.

—No me apetecía almorzar en soledad, Evangeline, y menos sabiendote en la ciudad —dice—. Creo que la mejor forma de conocer a alguien es intentando que ésta vea como eres realmente, así que mi plan es que conozcas los aspectos cotidianos de mi vida, y yo conocer los tuyos. ¿Qué tal la comida?

Me acomodo más relajada en el asiento, viendo que él hace lo mismo, liberandome un poco de las malas sensaciones. Él merece ver lo bueno de mí, no la chica insegura, miedosa y problemática que hay en el fondo. Además, mis situaciones sentimentales y familiares no deberían afectarle directamente a él, son cosas que solamente yo debo resolver. Elliot Silver es alguien a quien quiero conocer, pero todos mis defectos me lo impiden, por lo que estoy haciendolos a un lado para aventurarme en esta historia. Aun se me hace extraño llamarlo Elliot, y pensarlo de esa forma, por la relación laboral que aún mantenemos, pero somos adultos, al final del día somos lo suficientemente maduros para sostener ambas situaciones.

—Está excelente —sonrío—. Respondiendo a tu anterior comentario, opino lo mismo. No soy del tipo de persona que le van las citas en restaurantes, soy más del tipo que busca recorrer un lugar sin rumbo alguno o mirar las estrellas en un parque —murmuro—. Las historias rosas no van conmigo, yo deseo realidad. He aquí un dato importante sobre mí: si tienes que adornarlo, no lo quiero, porque cuando te esfuerzas por embellecer algo, significa que lo que hay realmente no es de tu agrado.

Y luego de decirlo, me siento muy hipócrita, porque sé que no voy a ser del todo sincera, él no quiere ver lo que escondo realmente; ¿Quien quiere a una chica que tiene miedo a que se le acerquen? Porque, aunque su presencia ya no me resulta asfixiante, hay momentos en donde no separo la realidad de los recuerdos, y luchar contra ellos es un agente agotador. No quiero hacerle daño, como yo, ha sido lastimado, merece estar junto a alguien que le pueda brindar seguridad y confianza, no miedos y problemas.

Pero él es alguien perseverante, mi hermano me lo ha dicho, y sé que si se está esforzando en hacerme ver lo que hay debajo de esas murallas de frialdad que le muestra a todo el mundo, es porque para él no soy cualquier cosa. ¿Estará dispuesto a luchar contra cada uno de mis monstruos sin importar que pueda salir lastimado?

—Espero entonces obtener de tí tu verdadera personalidad —informa—. Soy alguien un poco cerrado, en ocasiones tendrás que hacerme hablar porque no sé como comenzar conversaciones, pero contigo mis ganas de hablar se encienden, y busco cualquier cosa con tal de que no te aburras.

Sus palabras me causan una ternura inconmensurable, porque veo el esfuerzo que está haciendo en demostrarme que no soy un juego, aunque las alarmas en mi mente se encienden y una pregunta que me hago amenudo viene a la superficie. ¿Estoy dispuesta a luchar por él? ¿Por una simple atracción? ¿Estoy segura de que vale la pena bajar mis barreras y dejarlo entrar? Que tonta soy, si mi corazón no me dijera que no me estoy equivocando, no estaría aquí sentada, porque muchas veces me dejé guiar por mi mente y terminé entre jaulas de cristal, así que por primera vez, voy a escuchar lo que dice esa caja latente en medio de mi pecho y ver que ocurre.

¿Que si estoy asustada? Sí, mucho, las experiencias del pasado me han hecho alguien miedosa, pero también alguien más fuerte, menos manipulable y con más herramientas, por lo que luchar por él también será una lucha por recuperarme a mi misma.

—Entonces tenemos un trato, Elliot —digo luego de terminar de comer—. Es imprescindible que aceptes una invitación de mi parte, ya que te debo una cita.

Una sonrisa ilumina su rostro, cosa que no me hubiera imaginado la primera vez que lo vi, pero amenudo nos dejamos llevar por lo que las personas muestran y no por lo que realmente son. Y ese es un error que no estoy dispuesta a cometer de nuevo con él.

—Estaré esperando esa invitación con ansias, Evangeline —responde, y deja también su plato vacío sobre la mesa—. Tengo una idea, sin embargo, para que hagamos algo.

La curiosidad me ataca, y pregunto de inmediato—: ¿Qué piensas?

—¿Te parece si leemos un libro juntos? No lo sé... Si crees que es tonto podemos olvidarlo —revuelve su cabello en señal de nerviosismo.

—Es la mejor idea que se te puede haber ocurrido —susurro ilusionada—. Para una lectora empedernida como yo, la invitación de una buena lectura en conjunto es la mejor opción para avivar una relación, porque las palabras, son eternas, al igual que los recuerdos.

Y es ahí cuando la idea de nuestra cita llega a mi mente, y la guardo para planearla con detalle. Estoy dispuesta a hacer de nuestra próxima velada una de las mejores.

—¿Donde estuviste toda mi vida? —bromea, y veo sus ojos brillar, pero no de burla.

—Justamente eso es lo que me he estado preguntando.

Veo que está dispuesto a hacer algún movimiento, se acerca hacia mí, pero mi subconsciente no está dispuesto a soportar muchas muestras de afecto, así que me alegro cuando su celular suena, aunque la noticia que éste deja me hace desear no haberme alegrado.

—¿Cómo que Elise está en el hospital? —la voz de Elliot es un quejido, un susurro casi inaudible causado por la preocupación de su alma.

La tranquilidad de las promesas no susurradas se esfuma, mientras veo como se desgarra el corazón del hombre frente a mí.

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now