Capítulo once.

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El corazón del Rey— “A veces no somos más que títeres de nuestro pasado, porque hasta que no cortemos los hilos que nos atan, le seguimos dando el control de movernos a su antojo”.

Evangeline Daxton.

15 de agosto del 2016.

Dos semanas. Dos semanas en las que no me he topado con Elliot Silver ni una sola vez, y no lo he evitado, simplemente él no está. Quisiera hablar de lo que pasó, entender qué lo llevo a hacerlo, pero no voy a mencionarlo si él no lo hace, no estoy dispuesta a darle importancia a algo que el señor Silver probablemente ya olvidó, sin embargo, por más que me repetí durante estas semanas que no fue nada importante, no encuentro manera de sacármelo de la cabeza. ¿Y como hacerlo? Si por él he roto muchas reglas que me juré seguir, por darle la oportunidad a mis instintos y a los de mi mellizo.

En cuanto a su pequeña hija, en todo este tiempo la he comenzado a querer con mi alma; Elise es un espíritu brillante y alegre, es literalmente la niña perfecta. De vez en cuando, la llevo a mi casa a pasar las mañanas, para que tenga un día diferente, y confieso que mi hermanito Hugo está fascinado por cierta pelirroja. Clara reclama mi atención cada vez que Elise está cerca, celosa de que considere más bonita a otra niña.

Mi hermana es un caos.

Subo las escaleras hacia la habitación de Elise, agradeciendo ya no tener las muletas que me atan, cargando con una bandeja de comida para ella. He preparado un pollo horneado con muchos vegetales salteados, arroz y jugo de fresas, su favorito. Toco su puerta suavemente, y un débil pase me responde. Entro haciendo maniobras con la bandeja y voy directo a la mesita sin mirarla, porque sé que ha de estar cerca de su casita de muñecas.

—Elise, te he preparado el pollo como te gusta, debes comer muy sano para que crezcas fuerte —canturreo mientras acomodo los platos.

Una vez terminado, me volteo al no escuchar ninguna respuesta y me paralizo en el acto. En vez de ver a Elise, como me lo esperaba, encuentro sentado a mi jefe en la cama. Contengo un chillido y doy dos pasos hacia atrás.

—Buen... Buenas tardes, señor Silver —entono nerviosa—. No lo esperábamos hasta las 6. Julia estaba empacando su comida, bajaré a decirle que usted está aquí para que no lo haga.

Él se levanta de la cama, luciendo su perfecto traje, y dice—: La señora Julia sabe que he llegado, me vio cuando entré.

—¿Usted sabe donde se encuentra Elise? —le pregunto— Estaba aquí cuando bajé a buscar su comida.

Disimuladamente me voy acercando hacia la puerta, poniendo distancia entre nosotros.

—Está buscando algo en mi oficina —murmura—. Debemos hablar.

Trago grueso, sé que quería hablar de lo sucedido, pero no sé porqué siento que es mala idea.

—No sé si sea correcto, señor Silver —respondo angustiada.

—Lo correcto es hablarlo, sea sensata, Evangeline.

Un montón de pasitos se escuchan por el pasillo, y una suave sonrisa se forma en el rostro de mi jefe. Elise asoma su cabeza hacia el cuarto, y muestra su brillante dentadura. Entra dando brincos, y la complicidad que veo en sus miradas me dice que traman algo. Se acerca directamente a mí, pasando de su padre, y me enseña sus manos, que tenía tras la espalda. Me extiende un sobre plano color crema, y lo tomo en mis manos.

—¿Qué es esto? —inquiero con confusión, sin saber si debo abrirlo o no.

—Es correspondencia, para tí —entona con tranquilidad.

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now