Capítulo treinta y cinco.

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Piratas del caribe—: “Ninguna causa está perdida, mientras quede un insensato dispuesto a luchar por ella”.

Evangeline Daxton.

Siento algo frío caer sobre mí, y doy un respingo tratando de alejarme de la sensación. Siento gotas escurrir por mi cuerpo, y sé que acaban de tirarme agua encima. Intento moverme de donde estoy, pero las ataduras en mis muñecas y tobillos me impiden separarme de la silla. No puedo ver nada, tampoco, puesto que vendaron mis ojos. No me atrevo a gritar, eso va a enfurecerlo, además no sería tan estúpido como para dejarme en un lugar en el que puedan escucharme.

—Buenas tardes, Evangeline —puedo escuchar su voz cerca de mí, y el pánico me atrapa—. Es un placer verte después de tanto tiempo.

—No puedo decir lo mismo —escupo con odio.

Un golpe hace que mi cabeza gire, y me mareo al instante. El dolor adormece la zona derecha de mi rostro, haciendo que mantenga una mueca en él.

—¿Cuantas veces tengo que decirte que controles tu forma de hablarme? —siento que se mueve para quedar frente a mí. Arranca la venda de mis ojos y puedo ver lo que hay frente a mí.

Estoy en una habitación cerrada, sin ventanas y sin ningún otro inmobiliario que la silla en donde estoy sentada y unas escaleras. Definitivamente estoy en un sótano. Lo conozco lo suficiente, es tan retorcido que hará que esto sea lo más similar posible. Solo estoy esperando que comience a herirme de forma grave, no creo que quiera alargar esto demasiado.

—Yo hago lo que quiero, idiota —le escupo el rostro.

La expresión de ira que lo abarca me causa un miedo terrible, pero si va a matarme, voy a irme luchando, no suplicando y sin dignidad, lo siento. Sé que es estúpido, que puedo hacer de mis últimos momentos algo más llevadero, pero con mi actitud solo voy a lograr que Thomas se enfurezca y me hiera a gran medida.

Sin embargo, no me importa.

—Jugaremos un juego —se acerca más a mi, limpiando mi saliva de su mejilla—. Se llama la ruleta rusa ¿sabes como funciona?

Asiento con temor; he visto este método en Internet, por lo que sé lo que puede sucederme sí tengo mala suerte.

—Bien, voy a hacerte tres preguntas, y si no me gusta tu respuesta, dispararé el arma —dice mientras saca un revólver de su bolsillo—. Ya le he sacado las tres balas, solo quedan tres. Aquí vamos ¿Quien es Elliot Silver?

Trago grueso, sintiendo como mi corazón amenaza con salirse de mi pecho, pero yo no voy a claudicar, no voy a suplicar por salvación cuando sé que no voy a tenerla. Voy a hacer esto a mi manera, voy a ser yo hasta que mi mente me lo permita, hasta que ya no pueda más y falle a favor de la muerte.

—Alguien —respondo con una sonrisa sardonica.

Cierro los ojos al ver como posiciona el arma frente a mi cabeza, pero el clic de una recámara vacía hace que mi respiración vuelva a normalizarse.

—Mala respuesta, pensé que ibas a ser una mejor jugadora —me fulmina con la mirada—. Mi paciencia no es infinita, Evangeline. Va una, te quedan dos —Vuelve a darle vuelta a la ruleta y pregunta—. ¿Por qué huyes de mí?

—¡Porque eres un desquiciado! —exclamo— ¡Eres el ser que más odio en este planeta!

Jala el gatillo.

Otro clic vacío.

Voy a morir de un infarto si sigo así.

Repite el procedimiento y se prepara para hacerme otra pregunta, fastidiado—: Dos de tres, impresionante. Última oportunidad, sopesa bien tus palabras. ¿Quien soy yo?

—El bastardo que arruinó mi vida y que se cree mi dueño —murmuro con odio—. Un maldito infeliz dispuesto a seguir haciendome la vida un infierno.

Dispara y para mi suerte la recámara también esta vacía. Tira el arma en un ataque de furia y golpea mi rostro con su mano derecha, haciéndome escupir sangre y quejarme por el dolor. Comienza a desamarrar mis ataduras, y, con mi propia navaja que saca de uno de sus bolsillos, corta mi ropa.

Sé lo que viene, sé lo que va a sucederme, por lo que las lágrimas salen sin control y pataleo buscando liberarme. Pero es inútil, se posiciona sobre mí y bloqueo mi cerebro, tratando de alejarme de todo lo que sucede.

Ya es tarde para mí, pero espero que Elise haya llegado a salvo a casa.

—•—•—•—

Elliot Silver.

Ya anocheció, y seguimos sin rastros de Evangeline. Estoy desesperado, me siento culpable porque si hubiera vigilado lo suficiente a Elise, él no la hubiera usado como carnada para atraer a Evie. Me rompe el corazón ver como su madre llora desconsolada, y su padre intenta inútilmente calmarla, a pesar de que él también está apunto de desmoronarse. Elise está durmiendo con Clara y Hugo, ya que ninguno de los tres quería quedarse en la sala. La pequeña Elena solloza en brazos de su hermano Evan, y ha estado así desde hace un par de horas. Nadie consigue calmarla, y estoy apunto de perder la cordura.

La policía, tan útil como siempre—nótese el sarcasmo—, nos dijo que debíamos esperar 24 horas que es el tiempo en el que puedes tomar por desaparecida a una persona, a pesar de que le explicamos la situación. Por el momento, no hay nada que podamos hacer. Y mientras los incompetentes de aquellos uniformados de echan aire en sus diminutas oficinas, Evangeline está sufriendo solo Dios sabe que clase de horrores esperando a ser rescatada.

Me he cansado de llamar al último número en la lista de llamadas del celular de Elise, pero me informan que está fuera de servicio o ya no existe. Es como si se la hubieran tragado las piedras. Su pista del sótano no nos ayuda en nada porque el 90% de los edificios en Liverpool tienen uno, por lo que estamos como al principio.

Leo cada una de las amenazas que recibió mi estrella, y la ira me invade, ese hombre es un ser despreciable, un enfermo, y lo peor es que solo Evangeline sabe de lo que es capaz porque ha sido su víctima durante años.

Estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de conseguirla, de verla sana y salva, pero está siendo más difícil de lo que pensé.

No voy a rendirme de eso estoy seguro, para mí la prioridad es ella en este momento, así que me concentraré en su búsqueda, en traerla devuelta a casa, pero si de algo estoy convencido, es de que volveré a ver a Evie con vida.

No voy a permitir que él acabe con ella, no puedo si quiera pensar en un mundo donde ella no se encuentre, porque suficiente ha sufrido ya como para tener que volver a pasar por ello.

Es una guerrera, una verdadera luchadora, solo espero que ésta vez pueda aguantar lo suficiente hasta que nosotros lleguemos a ella.

Aguanta, Evangeline, lucha contra la bestia, lucha y vence, por favor, sal de allí con vida, triunfante una vez más, te lo ruego, no nos dejes.

No puedo perderla, no puedo vivir sin ella, se ha convertido en alguien tan importante para mí que me asfixia el hecho de tenerla lejos y saberla sufriendo, no puedo vivir con la culpa de saber que se sacrificó por mi hija.

Estrella, dejaré en el cielo un rastro de nuestro amor, para que cuando mires al cielo veas que siempre estaré contigo.

La tendré de vuelta, eso espero, pero la pregunta importante es:

¿Será luego la misma de antes?

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now