Capítulo catorce.

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William Faulker— “Quizás tuvieron razón en colocar el amor en los libros... Quizás no podía existir en ningún otro lugar”.

Evangeline Daxton.

La voz a nuestras espaldas no puede pertenecer a nadie más que a Maureen Quirel, la hermana de Marcus. Intimidada por el momento, la niña baja de mis brazos y se pone al lado de su padre, demostrando su inconformidad. El ambiente se torna tenso, Elliot se pone su característica máscara de frialdad en su rostro, y Marcus, para aligerar el momento, exclama—: ¡Hermanita! Que gusto verte.

Para no seguir dándole la espalda a la recién llegada, camino hacia donde se encuentra mi jefe y me posiciono a varios pasos de él, por lo que ahora puedo mirar a la madre de Elise. Es una mujer extremadamente alta, delgada y elegante, de rasgos finos y bellísimos. Su cabello es pelirrojo, al igual que el de su hija y el de su hermano y lo lleva peinado perfectamente en ondas prolijas. Viste un vestido de marca, de color verde lima, a juego con sus ojos, y todo en ella desborda exuberancia y superioridad. Yo soy pequeña, creo que he de llegarle por la barbilla, aun con tacones, rompiendo el estereotipo de todas las rubias son altas. Y Elliot lo es aún más, ella tiene que mirar hacia ariba para verlo a los ojos, y yo frente a él parezco muchísimo más baja de lo que soy.

—Hola, Marcus —saluda con sequedad—, creí haberte visto esta mañana.

—Eso no quiere decir que no me alegre verte —ríe con incomodidad ante su trato.

—Sigo esperando una explicación, Elliot —espeta con brusquedad y me mira—. ¿Quien se supone que es esta mujer y qué hace cerca de mi hija?

La mandíbula de Elliot se tensa notablemente, haciendo ver el desagrado que le causa esta mujer. Entonces caigo en cuenta que es la razón por la que odia las relaciones afectuosas, algo le hizo Maureen Quirel para que desconfíe tanto, sin embargo, eso no responde mi pregunta de porqué conmigo es diferente, porqué si aun no me conoce se esfuerza en agradarme. Y sé que todo esto es porque quiere conocerme, y yo a él, sino, le hubiera dicho que no deseaba ningún trato fuera de lo profesional de su parte. Me confunde un poco el hecho de que quiera salir conmigo aun siendo su empleada, pero entiendo que sabe que Elise me tiene aprecio y buscarle otra niñera en este momento es complicado.

—Buenos días, Maureen —dice Elliot con molestia—. Creía que eras una mujer educada, pero ya veo que no. Evangeline es...

—Soy la niñera de Elise, señorita Quirel —interrumpo a Elliot para que no diga lo siguiente, creo que no es la situación más adecuada para decirlo, teniendo en cuenta la presencia de Elise y el desagrado de esa mujer hacia mí—. No tiene nada de que preocuparse.

Su vista de halcón se posa de nuevo en mí, para pasar con desdén hacia Elliot—: ¿Y ahora contratas a cualquiera para cuidar a mi hija? Que desfachatez.

—¿Debo recordarte que soy un hombre ocupado y necesito toda la ayuda posible? —inquiere mirándola con ira— Si tú fueras una madre responsable no tendrías que aguantar que otras personas me ayuden con la crianza de NUESTRA hija —recalca la palabra nuestra, haciéndole ver a Maureen su error—. No creo que debamos tener esta conversación frente a Elise, es una niña pequeña y tiene derecho a mantenerse al margen de los problemas de sus padres. Además, no tienes ningún derecho de tratar a Evangeline de forma despectiva, teniendo en cuenta que en ningún momento te ha faltado el respeto y es una persona decente.

—Elliot tiene razón, hermana —dice Marcus y la mencionada rueda los ojos—. No viniste a discutir con él, sino a buscar a tu hija para pasar el día con ella. Ten la madurez suficiente para comportarte como un adulto y dejar a un lado tus pataletas.

La madre de Elise cruza sus brazos contra su pecho y mueve su cabeza señalando la puerta—: Vamos, Elise, te traeré con tu padre más tarde.

La pequeña mira a su padre con tristeza, haciendo evidente que no desea irse; quisiera saber que tiene en mente esta mujer para hacer a un lado a su hija durante tanto tiempo, siendo la pequeña un amor y la una hija que toda madre desea, aunque siendo honestos, tampoco me agradaría pasar mucho tiempo junto a Maureen, se ve la malintencionada que es y lo superior que se cree. Elise abraza a su padre, y dejándonos sorprendidos a todos por su acto de atrevimiento, envuelve sus brazos en mis piernas.

—¡Evie! —exclama afectada— ¡Quédate conmigo!

Al decir esto, su madre la mira totalmente ofendida por el comentario de su hija, a mi también me molestaría, pero por su actitud, veo que no hace el mayor esfuerzo en darle amor a Elise. Para evitar que la molestia sea dirigida hacia mí, y alejar esta mujer de nuestra presencia con rapidez, le digo con pesar a la infante—: Lo siento, cariño. Debes ir con tu madre, ella está muy feliz de verte; te extraña muchísimo, así que ve con ella. Más tarde estaré esperándote y te prepararé tartas de fresa, te lo prometo.

Sus ojos se iluminan, y sé que ya he ganado la batalla—: Está bien, pero prométeme que te quedarás conmigo más tiempo y jugarás a las Barbies como recompensa.

Le devuelvo el abrazo y corre hacia su madre, quien sin dirigirnos otra mirada, sale mostrando su arrogancia. Este tipo de actitudes en las personas me llenan de amargura, el hecho de creerse mejor que los demás por el dinero que portan es ridículo, pero ya sabemos todos que lo que mueve este mundo es el dinero que produce.

Siento un agotamiento gigante sobre mis hombros, así que suelto un suspiro y me siento en uno de los sillones de la sala. Veo a Elliot y a Marcus discutir levemente a varios metros de distancia, y lo hacen en voz muy baja, así que ni siquiera rastros de la conversación llegan a mí. Sé que están discutiendo sobre Maureen, puedo verlo en las facciones disgustadas de mi jefe, así no pretendo quedarme aquí mucho rato, pero la idea de vagar por la ciudad sola me aterra. Sin embargo, siento alguien rodearme con sus brazos y el olor del permite me indica que es mi querido hermano mellizo. Me levanto apresurada para abrazarlo, y entierro mi rostro en su pecho, disfrutando de su cercanía.

—¿Qué haces aquí, Evan? —pregunto contra su camisa.

—¿Qué dijiste? —inquiere en respuesta— Es que eres demasiado enana y tu voz no llega aquí arriba.

Le doy un golpe fuerte en el hombro con molestia al ver que los otros dos hombres se percatan de su comentario y ríen con disimulo. Salgo de su abrazo y observo su traje azul y su cabello despeinado, como siempre. Es demasiado parecido a mí, solo que más alto, para disgusto mio.

—Hablo en serio, Evan —murmuro.

—Mi querido amigo Elliot me informó de tu maravillosa presencia, y como sé que extrañabas la mía, vine a compartir mis bellas cualidades contigo —me informa mientras me hace caminar hacia el ascensor.

—Hasta luego, Evangeline —se despide el señor Silver con una sonrisa fresca.

—Hasta luego, Elliot —contesto antes de ser empujada al ascensor.

—¿¡Pero que te pasa!? —exclamo una vez que estamos solos.

—Necesito enseñarte algo —veo la turbación en sus facciones—. Es importantísimo que lo veas, pero no podía decírtelo por celular cuando hablamos, así que pedí un permiso en el trabajo.

Su comentario hace que un nudo se instale en mi estomago, porque el presentimiento de que la noticia no me va a gustar es demasiado grande. Él nota mi ansiedad, y pone una mano en mi hombro—: Nunca voy a dejarte sola, Evie, lo prometo.

—Dime que ocurre —mi voz es un susurro.

—Debo llevarte a un sitio primero.

Salimos de la empresa, y en vez de tomar su auto, caminamos con rapidez hacia un cibercafé que hay a unas cuadras. No entiendo porqué me trae aquí, no lo comprendo, pero me hace sentar en una de las mesas más alejadas y pide un té para mí. Enciende la computadora frente a él y teclea algo en el buscador, y cuando su búsqueda culmina, la voltea hacia mí.

Mis ojos no creen lo que están viendo, y mi corazón se acelera y se encoje por la noticia. Esto no puede estar pasando, me prometieron que yo estaría a salvo.

La noticia del periódico virtual es la peor que me han dado en casi dos años, es la personificación de mis pesadillas.

No puedo volver a pasar por eso, no puedo.

La Chica de la ventana hacia las estrellasWhere stories live. Discover now